Feriado Nacional. Lluvioso, frío, una delicia. El plan del día era ir al cumpleaños de Pedrito Marcoveski, compañero de Malena e hijo del gran tetratlonista Iván. Justo antes de salir me llama el Tano Pío (juez imparcial en este asunto), para invitarme a remar con mi entrenador. Acepté de inmediato, con la aclaración de que no podía hacerme responsable de las palas. Aceptó. Terminó el festejo, me cambié y corrí hasta la costanera. Allí estaban estos dos grandes atletas, estos dos grandes sujetos, bajo la lluvia, con los botes al lado del agua. El tano se subió y en un instante se adentró en las gélidas aguas del lago Lacar. Lo mismo hizo mi entrenador, quién adelantó el bote doble para que yo me subiera atrás. Hoy Guada no pudo remar porque está saliendo de un estado gripal fuerte y aún presenta mucha tos. Y entonces comenzaron mis problemas. No podía calzar el cubrecockpit. Un minuto, dos minutos y nada. Se me desenganchaba. Desesperante. Me imaginé el día de la carrera viendo como todos me pasan como poste mientras yo allí, inmóvil, haciendo el papelón de no poder calzarme el bendito cubrecockpit. El Tano Pío pegó la vuelta y vino a mi socorro. Ese día, por cierto, solo podré recibir ayuda y/o asistencia de otro corredor. Decí que el Tano va a estar como juez imparcial, porque si no seguramente podría darme una mano... En fin, que calzó el elástico y comenzamos a remar. Esta es, sin duda, la disciplina que más me cuesta. A los pocos minutos ya me comienzan a doler los hombros, y no logro pulir la técnica. Mi entrenador, con su paciencia de siempre, me mostró detenidamente el movimiento de brazos y cintura. Me explicó cómo debe entrar la pala al agua, qué músculos son los que trabajan, a qué altura deben estar las manos. Y pude ir siguiendo su paradigmática remada mientras corrian los minutos. Vimos varios kayakistas. Algunos fueron ejemplos de mala técnica, otros de buena. Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a Catritre, un hecho fundamental a nivel psicológico. El ver el punto en donde se pega la vuelta y el haber llegado hasta allí me da cierta tranquilidad para el día de la carrera. Y absolutamente empapados, con los hombros en llamas y con una alegría palpable comenzamos el regreso a la costa. Aún faltaría lo mejor. Mediando el regreso vemos venir un bote a un ritmo de otro mundo. "Mirá, prestá atención, observá esa remada", dijo mi entrenador. Absorbí cada movimiento, aprendí, en esa visión repentina, los secretos de una actividad tan milenaria como el dominio del hombre sobre el medio acuático. Un remero excepcional me estaba regalando mi última gran lección. Quien estaba pasando, ahora, a nuestro lado, era el Mono Vera. Primera vez que lo veo personalmente, seguramente la última. Si el día de la carrera yo estoy de vuelta cuando el mono está yendo es porque algo no anda bien en el universo...
Una salida clave. Una hora y pico en el agua. Cada cosa se va acomodando en su justo lugar... no falta nada.
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Haber llegado a Catrite con ese estado climático, y volver con las embarcaciones completas sin haber perdido nada, ya es una hazaña. El Tetra está DOMINADO y el Archi paga el ASADO, Y NO SE SI TAMBIÉN LE TOCARÁN LOS VINOS...
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