martes, 31 de agosto de 2010

Resultados Oficiales Tetratlón Chapelco 2010

Ya están en la página del tetra los resultados oficiales. ¡Que eficiencia! Encima están en un documento de Excel que te permite ver tus parciales y compararte con cada uno de los otros competidores ¡Qué nivel! Aquí están mis parciales, especialmente para TMG que, como lo bautizó el Archi, es el hombre cronómetro:

Corredor #120

Ski: 1:27:23
Mountain: 1:38:40
Kayak: 1:21:14
Pedestre 2:22:19

Tiempo total: 6:49:36

Si quieren ver sus tiempos o bajar el documento de excel pueden hacer click aqui

lunes, 30 de agosto de 2010

Crónica de una jornada sabática

Luego de siete meses de entrenamiento, este último sábado nació un tetratleta. Curioso, pues en la vida real también soy sietemesino. Así, si respetamos esta caprichosa analogía, podríamos decir que el Tetra fue un parto. Y vaya que lo fue...

La primera vez que escuché hablar del "Tetra" poco tuvo que ver con Chapelco. Fue en una fría aula de la calle Puán cuando una profesora, cuyo nombre no creo recordar, hablaba con entusiasmo académico del TETRAFARMAKON, los cuatro remedios postulados por Epicuro para sanar el alma: no temerle a la muerte, no temerle a los dioses, no temerle al dolor coporal y no temerle al futuro (destino). Que coincidencia, ¡evitar estos cuatro temores fue esencial para animarme a correr el Tetra!

Siguiendo con el entramado de sucesos y coincidencias que me llevaron a correr esta maravillosa carrera, aparecen una vez más en mi vida las lecturas de Platón. Sobre su obra cumbre, La República, hice mi tesis de grado. En ella se postula que para llegar a ser filósofo es necesario atravesar cuatro (¡tetra!) enseñanzas (mathema): la gimnasia, la música, las matemáticas y la dialéctica. En ese recorrido, yo primero me enamoré de la música, a temprana edad; luego, ya en mi adolescencia, me adentré en las matemáticas; y por último, siendo adulto, me interesé en la dialéctica. A las claras, la gimnasia había quedado relegada en mi vida. ¿Y cómo llamarme a mí mismo filósofo sin haber atravesado la primera de las enseñanzas elementales postuladas por el más grande pensador de occidente?. Y entonces, a estas alturas de mi vida y viviendo aqui en San Martín de los Andes, sólo me quedaba correr el Tetra (fueron, entonces, estas divagaciones las que me llevaron a decir "Quiero correr el Tetra").

Así las cosas, y luego de esta tediosa introducción que sale de mi más obstinada manera de ser, paso a relatar la crónica del día que pasé de ser aprendiz de filósofo a tetratleta para poder llegar a ser, ahora si, con las cuatro enseñanzas vividas, aquel filósofo platónico de mis lecturas universitarias (un recorrido, así, circular, paradójico, contradictorio, complejo, como a todos nos gusta).

Preparativos

La noche anterior a la 24va. Edición del Tetratlón Chapelco (el tetra, para los amigos) casi no pude dormir. Apenas unas tres horas, como mucho. Daba vueltas, pensaba, corría la carrera en mi mente una y otra vez, repasaba las transiciones, la lista de elementos, barajaba pronósticos, posibilidades ciertas y pensaba en la nieve, que seguía cayendo.

A las seis de la mañana me levanté. Desayuné cereales con leche y banana. Luego se levantó Adri. Luego Jose. Y por último comenzó el proceso de levantar a las niñas. Afura ya no nevaba, pero hacía un frío de la hostia. Me tomé un té. Empecé a cambiarme. Decir que estaba nervioso no es del todo correcto. Estuve nervioso muchas veces en mi vida y el sentimiento que se apoderaba de todo mi ser era totalmente nuevo. Indescriptible. Pero tampoco era temor, ni entusiasmo, ni alegría. Era, claramente, ese sentimiento único que se vive horas antes de correr el tetra.

Llegaron las 7:10 y Fer no llegaba. Habíamos quedado en encontrarnos a las 7:50 en casa de mi entrenador. 7:20. Miro la cantidad de nieve acumulada. Fer no llega. NO va a poder subir. Para colmo no tengo señal en mi celular y tampoco tengo su número de celular. 7:25. Nada. No corro, listo, ya fue. No sube. Me vestí al pedo. 7:30. Llamo a la casa de Fer. No atiende nadie. Salgo a ver si afuera, en medio de la nieve, hay señal. No hay. Una lástima, era una linda carrera. 7:35. En la oscuridad, con todo blanco, aperecen dos luces. En la quietud de una mañana hecha para no moverse de la casa, la camioneta de Fer se acerca. Me provoca saltar de la alegría. ¡Grande Fer!¡Corro el Tetra!

Cargamos todo en el auto: las cosas, a mi viejo, a las niñas, a la sillita de oli, bolsos para pasar el día, se sube Adri, me subo yo, lo abrazo a Fer (agradecimiento infinito por lo increible de su gesto) y salimos de retroceso (dar la vuelta, imposible). No les puedo explicar la cantidad de nieve. En medio de la bajada de Sinclair un Ko-Ko atravesado. Unos metros más y se bloquea completamente el paso y chau tetra, pensé. Con todo blanco pasamos a buscar al Tano Pío, cargamos sus cosas, y luego lo buscamos a Marcelo, del equipo Correo Luminoso. En la camioneta de Fer veníamos, entonces, ocho personas, los equipos y un aire de corredores que no les cuento. Llegamos finalmente a lo de mi entrenador en dónde estaba el otro Marcelo de Correo Luminoso, el gran Cachú Carrizo, el atleta de punta y gran persona Ricky Lanusse y Agustina, su madre, el abuelo Ana (Julián) y por supuesto Guada y Gonzalo. Todos con esa emoción que no tiene aún un nombre definido pero que se siente a horas de correr el Tetra.

Y entonces nos enteramos que se posterga la largada. Se pasa para las 11:30. Y Fer que se levantó tan temprano para buscarnos. Decidimos, a pesar de todo, salir para el cerro. Ya nada teníamos que hacer en el pueblo. Fer se quedó, Adri y las niñas también, y subí con mi viejo, el Tano Pío, Ricky y Agustina. Un viaje de lo más divertido. No podíamos creer lo que veían nuestros ojos. Todos menos Jose transitamos esa ruta miles de veces. Pero en esta mañana de sábado y luego de la gran tormenta de nieve la belleza del entorno era totalmente nueva, para todos. Y entendí aquel concepto que maravilló, entre otros, a Miguel Cané: lo sublime.

Llegamos al cerro y ya había mucha gente. El sol de la primer mañana acariciaba todo el estacionamiento. Nunca había visto la base con tanta pero tanta nieve. Nos bajamos, vimos a Gonzalo que buscaba lugar, y de inmediato tuve el impulso de ir al baño. EL tano se fue a ubicarlos. Caminé entre tetratletas. Aún no me sentía uno de ellos. Salí del baño, me encontré con mi viejo y mirando el sol pensé en mi madre. Ella me había garantizado que el sol estaría allí el 28 de agosto, y allí estaba. Quisimos llamarla, pero no había señal. Eli, querida amiga, también había intercedido para que el asro rey nos acompañara. A ambas les dí las gracias. Y contemplé la montaña en silencio.

Empiezo a caminar por el estacionamiento y no encuentro a nadie. Voy de una punta a la otra y nada. Me siento perdido, extraño, fuera de lugar. Todo el mundo realizando movimientos precisos de preparación y yo deambulando como un idiota. Y me encuentro con Marcovesky, una vez más. Abrazo, sonrisa y pocas palabras, como siempre. Un poco apenado, no le digo que estoy perdido, pero sí que no encuentro a los muchachos. Me despido (ya no lo volvería a ver hasta terminada la carrera) y luego de algunos minutos encuentro los autos. Pero no hay nadie, solo las camionetas y la bici con el número 120 (la de Tomás, la de Belén, en ese momento la mía). es hora de llevarla al Parque Cerrado. También había que llevar una bolsa verde con el número 120. Me fijo adentro de la camionerta y no está. Mi entrenador me la llevó, que grande, pensé. Y me dirijo con el competitivo rodado hacia el parque. Saliendo, con una sonrisa franca, me encuentro con mi entrenador. "¿Che, Gozna, ustedes bajaron mi bolsa verde?". Responde negativamente. Y supe que, de los 450 corredores, yo sería muy probablemente el único que no había llevado la bolsa verde para el Parque Cerrado del Cerro. "¿Por que me empeño en ser yo mismo?", pensé, y asumí el olvido como parte de mi vida, pues correr el tetra es una simple continuación de la misma. Cuando llego al casillero 120 lo veo a Ricky acomodando la nieve para que pueda meter mi bicicleta. Esas cosas que tiene el compañerismo de las carreras. Y le presto el inflador para que ajuste el aire de sus neumáticos. Menos mal, porque aprendo a usar el inflador que me prestó Papichulo, que resultó tanto más complejo de lo que yo suponía.
Al regresar al auto ya todos saben la noticia: Lucas se olvidó la bolsa verde y las risotadas animaban el ánimo de los corredores amigos. Y entonces me dice mi entrenador que TMG, a quién no había visto aún, ya estaba al tanto del asunto y me había dejado sus zapatillas para que pueda pedalear (en la bolsa tenía eso y un par de guantes, nada más). Por suerte en el bolsillo de la remera de corredor (falazmente demoninada "pechera"), tenía un par de guantes de bici que me había prestado Guada. Con eso y las zapatillas de TMG el asunto estaba resuelto. ¡Tomás está en todo!, pensé. Un verdadero Maestro, con la altura que tiene esta palabra. Pongo el calzado en un bolsita y vuelvo al parque cerrado a dejarla (cada viajecito implicaba caminar unos 300 mts. en la nieve, y ya me empezaba a sentir cansado (¡antes de largar!). En el camino me acuerdo de la autorización necesaria para que Jose retire los equipos de esquí cuando terminara esa etapa. Se había quedado en la pañalera de Oli. Otro olvido más. Ya escuchaba las futuras risotadas. Por suerte a cargo del parque estaba mi querida amiga Inés, de la organización, (¡grande Inés!) quien me saluda afectuosamente y me resulve de inmediato el tema de la autorización: tenía allí algunas copias, por lo que deduzco que, este olvido, sí es más frecuente entre los corredores.

En fin, luego de tantos tropiezos regreso a los autos y allí estaban todos charlando, tomando mate, esperando la largada. En segundos el sol se tapa, la montaña se cubre y empieza a nevar. El sol del alba había cumplido, pero se iba. Nos metimos a la camioneta Julián, Gonzalo, Guada, mi viejo, el Tano, Agustina y yo. Ricky, corredor de punta, ya había subido, o al menos eso creíamos. Mates, galletitas, charla, risas y esa emoción que sólo se siente a minutos de correr el Tetra,

Se despeja, vuelve a salir el sol y nos encaminamos al "huevito", nombre que adoptó la telecabina supuestamente para facilitarle la vida a los niños. Ni que "telecabina" fuera una palabra compleja. Pero bueno, siempre solemos subestimar a nuestros pequeños. Y nos enteramos que noe stán dejando subir a nadie, excepto corredores. Ni julián que compró pase, ni mi viejo que lo sacó por ser mayor de 70 van a poder presenciar la largada. ¡Y es que el cerro está cerrado! Es tanta la nieve que los medios no se iban a abrir, las máquinas no podían trabajar y las pistas no se iban a habilitar. Pero estaba el Tetra, que no lo para nadie. Y se abrió Chapelco para nosotros. Sí, fue entonces cuando sentí el primer "nosotros". Había corredores, muchos, por todos lados, y eran los únicos que pasaban, todos de negro, emocionados, y yo era uno de ellos. Lo miro a Ricky, con quién compartí la telecabina, y le digo "Ricky, no lo puedo creer, ¡voy a correr el tetra!" Recién ahí, subiendo a la largada, supe que todo esto, toda esta locura, era verdad. Que yo estaba ahí, y que esta era mi vida.

Llegamos a 1600 y solo estábamos "nosotros". Dejamos los esquies para ir por enésima vez al baño y una voz con acento extranjero me pregunta "¿Estos esquies son tuyos?". Me doy vuelta y, sin conocerlo, reconozco de inmediato al Ruso. "¡Ruso!" le digo con cariño sincero. Allí estaba "el Ruso", instructor del cerro quién, sin conocerme, me prestó sus equipos para que yo pudiera correr la carrera. Y no solo eso, había ido para buscarme a mí. Y tenía en mano una cámara fotográfica con la que, sin yo saberlo, me sacaría gran cantidad de fotos. Que lindo encuentro, que lindo momento, que linda emoción, esa que sólo se siente a segundos de largar el Tetra.

Entonces nos avisan que hay que caminar hasta la largada. Comienza prematuramente la trepada, pero estoy tan contento que poco me importa. Y estamos allí, los 450. Yo, rodeado de amigos. Todos juntos, todos cerca, todos emocionados. A última hora llega Cachú, que se había retrasado en el baño. Y justo antes de largar me convida un pedazo de banana. En eso el Director de la carrera, el Dr. Parada, da breves indicaciones del circuito y así, de repente, sin previo aviso, empieza a contar: "10, 9, 8..." y todos nosotros seguimos "7, 6 (como, ¿ya largamos?), 5, 4 (¡¿qué hago acá?!), 3, 2, (¡corro el tetra!), 1, (¡se larga!), 0..."

La Carrera
Ski

Empecé a trepar a buen ritmo. Eramos tantos que no me preocupé por la velocidad. Se me hizo corto. Enseguida veo el final de la telesilla y vamos hacia el poma del palito. Unos metros más en nieve honda y a calzarse los equies. Paso a unos cuantos y me largo por la primer pequeña pista, derecho. Me doy cuenta de la velocidad que alcanzan los esquies del Ruso recién encerados por Nacho. Tomo el caminito que lleva a la silla del Mallín y para mi sorpresa paso a unos cuantos. GIro rápido, sigue el camino, y sigo pasando gente. Llegamos a la pista que va por abajo de la telecabina y justo antes de doblar, el Ruso alentando y sacando fotos. Esa pista la bajo también derecho y también pasando gente. Me pongo eufórico. Primeros minutos del Tetra y vengo bien. Hasta que llegamos a los balcones. Un banderillero pide que bajemos la velocidad y ni bien me mando veo a un corredor caido. Trato de esquibarlo y me entierro en nieve honda. Y me doy cuenta de lo difícil que es salir. Y me canso, me desespero. Y vienen otros atrás que se acumulan. Por fin salgo y empiezo a bajar mejor. Caían uno tras otro. Y eso me intimida. Voy con precaución. No me caigo pero voy más lento. Esquiar en nieve honda para ser un deporte distinto del esquí que yo conocía hasta ese momento. Luego cominza un pequeño camino abierto en la nieve honda, más dificl que lo anterior. Porque se agarra velocidad, pero no encuentro cómo frenar. Me pego un palo fuerte y me entierro comletamente. Trago nieve como si fuera arena. NO se me salen los esquies pero me cuesta mucha desenterrarme. Y veo que algunos me pasan. Me desentierro, salgo. Voy ahroa con más precaución y ya llego a la últma parte. Allá abajo se escuchan los gritos de aliento. Y me mando. Llego a la curva a buena velocidad y doblo sin problemas. "¡Vamos Luquitas!". Son Julián y mi viejo, eufóricos. Pienso en el Tano Pío, en guada y Gonza y en todos los demas. me saco los esquies y empiezo a trepar. Con lo difícil que fue la bajada agradezco este tramo de tranquilidad. Y trepo mientras saco la nieve de mis antiparras. Y llego a la silla cuádruple de Rancho Grande. Pasaban una tras otra y me subo con otro corredor. Un tipo grande. Hablamos de la dificultad de la pista. Me pregunta si soy de acá. Le digo que sí, pero luego aclaro que desde hace cinco años. "Yo soy nacido y criado acá"."¿Ya habías corrido el Tetra?", le pregunto. "Sí, este es mi número veinte". Claro que me sorprendí, si no es la persona que más tetras corrió le pasa raspando. "¿Cómo te llamas?", le pregunto. "Pablo Ramirez". Y me sorprendo por las cosas del destino. Yo, que es mi primer tetra, junto a la persona que quizás más tetras haya corrido. Y sonrio. Y miro el sol en el bosque nevado. Y estoy corriendo el tetra. Bajamos Pablito y yo. Trepamos el palito y nos volvemos a lanzar. En esta segunda vuelta fui más precavido, pero en balcones fue inevitable un par de caidas más. Y el cansancio de piernas que se acumulaba. Paso esa pista y llegué al final de la segunda bajada bastante entero. Y ahí estabán Jose y Julián. Eufóricos. Trepo por tercera vez. me saco la nieve de las antiparras. Y estoy bastante entero. "Solo me queda italianos", pense, "una pista que siempre bajo a fondo". Al terminar la silla veo que me esta esperando el Ruso. "¡Ruso!", le vuelvo a decir. Está tomando fotos. Me saluda y me da aliento. Encaro Italianos dispuesto a bajarla derecho, como ya lo he hecho. Empiezo a toda velocidad, confiado. Y tomo mucha. Intento maniobrar y es en vano. Es nieve honda, como en balcones. Y me pego el palo más importante del día. Cuando caigo y me entierro completamente en la nieve honda siento un tirón muy fuerte en una de mis pantorrilas. Me asusto. Veo pasar al Ruso, que sigue tomando fotos. Me levanto y me propongo llegar entero abajo. Y así voy, suave, controlando, como un principiante. Primera vez que me toca esquiar en nieve honda. El Tetra es así, pienso. Y bajo el último tramo, ahí si, a fondo. Y llego feliz a la entrada del parque cerrado. Ahí está Inés para recibirme, dando indicaciones. Me da aliento y entro feliz al Parque de las bicicletas. Voy pasando y alguien me tiera un tacle. ¡Broitan! Lo saludo y me sorprendo. ¡Voy bien!


Bicicleta
Mientras me saco las botas hablo con Jose, que está ahí, del otro lado. Le pregunto por el Tano Pío, no lo vio, por Gonza y Guada, vienen bien, un poco atrás. Me calzo los botines de fútbol (son más abrigados para pedalear) y salgo corriendo del parque cerrado sintiéndome un corredor de punta. NI bien puedo subirme lo hago, doy un par de pedaleos, se descontrola la rueda delantera y caigo al piso. Me doy cuenta que andar en bici por la nieve no es fácil. Y encaro la bajada con cuidado. Por un rato largo no me pasa nadie. Luego me pasan dos, muy fuerte. Ciclistas, pensé. Encaramos el Rally y los banderilleros nos recomiendan bajarnos de la bici. Todos lo hacemos, los que van adelante, los que vienen detrás. Y corro con la bici al lado todo ese trayecto. NI se me ocurre subirme (ahora sé que pude haberlo hecho, pero ni lo intenté). Para mi sorpresa, no sólo no me pasa nadie, sino que, junto con otro corredor, el 119, que viene adelante mio, empezamos a pasar gente. Me gusto la concatenación numérica, y no lo pasé en ningún momento. El 119 siempre, y sin excepción, viene justito antes del 120. Cruzamos la ruta y seguimos corriendo. Atravesamos arroyos. Barro por todos lados. Y todos, los de adelante y los de atrás, evitaron subirse a pedalear. Volvimos a cruzar la ruta y por fin pedaleamos el arrayán largo. Lo disfrute. Un sendero angosto entre la nieve, una huella vehicular, y algún ciclista caido. No me pasaron muchos corredores, pasé a algunos. Y vuelta las trepadas, y vuelta a correr. Pero corrí, no caminé. Y segui pasando gente. Y entonces me di cuenta que ya estabamos llegando a la ruta. Me sumé a un trencito de corredores con su bici, y así llegamos. Ahora, a bajar, pensé. Y le empecé a dar. Fue ese el momento en donde la bici de Tomás rindió sus frutos. Bajé fuerte y me sorpendí al frente de un grupito de ciclistas. ¡Iba tirando yo! En un momento aflojé, para que me pasarn y que tirara otro. Y así segui. Hasta el Km. 3. Nueva sorpresa. El grupito se quedó y me separé adelante. Me sentí fuerte. Aproveché la bici. Y me separé. En la última bajada vengo a todo lo que doy. Y me doy cuenta que viene una moto al lado mio ¡Me estaban filmando! Pongo cara de corredor y le doy fuertísimo. Y termino la bicileta. Ahí, en el monumento a Roca, otro grito "Vamos Lucas, todavía!". Era Fer, con la camioneta, que se alegró y se soprendió al verme. ¿Será que vengo bien?, me pregunto. Me bajo de la bici y al segundo paso se me aclambran las dos piermas. Casi no puedo caminar. COn tanta gente alrededro, me la banco para mis adentros y trato de llegar lo mas presentablemente posible. Miro y miro y no veo a Adri. Me voy acercando al Parque del Lago. Y nada. Cuando ya voy a entrar escucho "¡Luqi!", y es adri con Olivia en brazos y Male. Las saludo, les sonrío, y entro al parque. Veo el lago y no lo puedo creer. El viento y las olas piden a gritos que no entre. De lo lejos adri me pregunta por el Tano Pío. Le digo que no sé. Y nuevamente me pregunto ¿será que vengo bien?

Kayak
Me cambio. Siento el frío al quedarme en cuero frente al algo. Asumo la insensatez y me pongo el chaleco de neoprene. Realizo bastante rápido y con eficiencia todos los movimientos. Agarro el kayak y me acerco al lago. Lo meto, me meto y calzo el cubrecockpit. Me lleva menos tiempo de lo esperado. Y empiezo a remar.

Eso que se ve en la foto, sí, es nieve. No sólo el lago está picado y hay viento, sino que además está nevando. Me concentro. Y remo a buen ritmo, es decir, a mi ritmo. Llego a la primer boya, giro y paso a un bote. Me sorprendo. Sigo remando, mirando el lago furioso. Las rachas de viento empiezan a ser más fuertes. Me cruzo con el primer conocido: RIcky Lanusse. Nos saludamos y nos damos ánimos. Entré al lago antes de que él saliera, pensé, lo que no es poco. Y en eso me acerco hacia un bote dado vuelta. Sobre el bote, un corredor agarrado cual naufrago. Le pregunto sí está bien, si pudo sonar su silbato, si ya lo vienen a buscar. Y veo a la lancha que se acerca. Sigo remando, ahora un poco más preocupado. La nieve en mis ojos no me deja ver. Y me pongo a la par de otro remero. Conversamos sobre el lago y las condiciones. "Está fulero, fulero", me dice, "además, nunca en mi vida sentí tanto frío en mis manos". Y valoré a más no poder los mitones de Adri. Son perfectos, profesionales, y hechos con todo su amor. Las olas empezaron a crecer y definitivamente me asusté. Pensé en mi madre, en mi abuela y en las fuerzas de la naturaleza. Y el viento amainó. Lo comentamos con mi compañero de remo. Pero al rato volvió a soplar. Y así seguimos. Me alegré cuando divicé la lancha del PC. Le di la vuelta contento. Ya tenía la mitad a dentro. Saqué por la borda la manguerita que me consiguió el tano Pio y me mandé un Power Gel con agua de Lago. Y me hizo bien. Y me crucé con los muchachos de Correo Luminoso que estaban yendo. Y con Cachú, que estaba yendo. Busqué al Tano Pío. No lo vi. Hasta que se dió el emotivo encuentro con el equipo SI MI AMOR. Ahí estaban Gonza y Guada. Nos gritamos, nos dimos ánimos. En medio de un lago furioso fuimos felices. Estabamos corriendo el Tetra, todos. Y empecé a remar más fuerte. De todos los amigos y conocidos ¡venía en la punta!. Cuando vi la costa fui feliz. Lo único que quería era terminar esta etapa, no darme vuelta. Y llegué a tierra firme. Justo en ese momento llegó el equipo correo luminoso. Sólo me quedaba correr...

Running

Llego al box con el kayak y miro para todos lados a ver si están las chicas. No las veo. Supongo que, como siempre, calcularon que iba a tardar más. ¿Será que voy bien?, volví a pensar. Sacarme los botines y las medias mojadas fue un placer inmenso. Me sequé los pies y me puse medias y zapatillas secas. Lo mismo sentí al sacarme el neoprene y ponerme una remera seca, el rompevientos y mi querida remera del tetra. A esta altura, ya era de lleno el corredor 120. Había terminado el Kayak, mi punto más flojo. Justo en ese momento escucho la voz de Flavio Correa anunciando a los primeros. Y los veo pasar, uno atrás del otro. ¡Salí del lago antes de que llegara el primero!, pensé ¿será que voy bien? Al salir del Parque cerrado saludo al planilleto, mi amigo y compañero Steve Leslie, y encaro a correr entusiasmado. Las piernas no me duelen tanto, estoy entero. Y llega el bandurrias. Trepar con nieve es todo un momento. Trepo bien, con ánimos. Me pasa bajando, volando, un corredor, luego otro. Reconozco a Facu Romera, que me pasa a una velocidad inaudita. A pesar de venir bajando y con nieve. Unos monstros. Corro, camino en las trepadas ásperas, me uno a algún pelotón, paso a algunos, me pasan otros. Llego al PC del mirador bandurrias en donde me encuentro con otra compañera, Carolina Attis, que me saluda, se sorprende y me da ánimos. Y siento que ya pasó lo peor. NI de cerca. Pero el paisaje a esta altura, con sol, llena mis ojos y mi alma. Corro contento. Alegre. Sólo tengo que correr. Y disfrutar. Estoy corriendo el Tetra. Y a esta altura ya sé que, si hago las cosas bien, voy a llegar. Y luego de pasar la barrera y entrar en el camino que va a la islita, otro encuentro emotivo. Me cruzo con TMG que ya está volviendo. Grito, me grita, ambos nos sorprendemos, creo que él más que yo. Y me da aliento. Por supuesto, ni frenamos, el cronómetro manda. Pero nos despedimos con afecto. Y ambos, a esta altura, estamos felices. Unos cuántos metros más adelante alcanzo a Marcelo y Marcelo, Correo luminoso. Me alegro. Nos saludamos y empezamos a correr jutnos. A partir de ese momento mi objetivo fue no perderlos ni a sol ni a sombra. Sé que ambos son corredores experimentados y si podía sostener su paso era buena señal. Y así lo hice. No los solté. A veces se me alejaban, después recuperaba. Y dimos la vuelta del final, un rulo infinito que ideó mi amigo Christian Aprea. Se me hizo eterno. Pero lo pasamos. Y volvimos al PC final. Estábamos volviendo. La cosa se me hizo llevadera. Pensé en tantas cosas. Vi venir mucha, pero mucha gente. Llegamos a la cancha de fútbol y a la última gran trepada. Y ya estábamos nuevamente arriba del bandurrias. Pasamos el PC, Carolina saltó de la alegría dándome aliento, empecé a bajar. Mis zapatillas, queridas zapatillas, las únicas que usé en estos últimos siete meses, no se agarraban muy bien al hielo. Supongo que ninguna lo hacía. Y mne resbalé. Y me propuse bajar seguro. El equipo correo luminoso se me fue, y los dejé ir. Disfruté esa bajada paso a paso. Y hasta pasé a algunos corredores. Otros seguían corriendo, empezando el running. Di la curva para encarar el puente y para mi gran sorpresa y alegría reconozco la campera de Malena. ¡Allí estaba, con mi gran amigo Costa! Me acerco y Male, Nico y Cami empiezan a correr a mi lado. Eran como cinco cuadras, temí que fuera mucho para Male, que no pudiera llegar, que sufriera por no lograrlo. Para ella, esas cinco cuadras era un desafío tan grande como para mí el Tetra. O al menos eso sentí yo. Y allí lo veo a mi viejo, esperando para empezar a correr. Preparado para hacer ese tramo para el que estuvo entrenando tanto tiempo. Y encaramos la recta final mi viejo, mi hija y yo. Todo un momento. Para explicar eso, sí es verdad, no tengo palabras. Y comienzan los gritos, los aplausos, las caras conocidas, las voces, y la veo a Adri, sonriendo, alentando.
Y cruzamos la meta.
Había terminado de correr el Tetra...

(continuará)

(¡se hizo muy largo, el que no quiera leer que no lea, no me ofendo!)

(Mañana, el cierre, los agradecimientos y unas palabras especiales para cada uno de los protagonistas de esta historia -que son muchos- empezando por mi querido amigo el “Archi” y mi entrenador Gonzalo, principales propulsores de esta maravilla. Y tanta gente querida que se fue sumando, ayudándome a realizar este sueño ¡Gracias muchachos!¡Gracias a todos!)

domingo, 29 de agosto de 2010

...

Las grandes emociones, las experiencias significativas y los sentimientos fuertes movilizan nuestro ser de tal manera que hace falta dejar pasar cierto tiempo para que los ditintos elementos que lo constituyen se reacomoden. Durante ese lapso las palabras se nos hacen escasas, débiles, superfluas. La repentina comprensión de lo que somos supera los límites del lenguaje y suele ser recomendable disfrutar el momento, dejarse vivir. En eso se me fue el domingo post tetra, compartiendo un pollito al disco y un buen vino con mi viejo, Adriana y las chicas. Y de la nada me cayó el cansancio, el agotamiento físico y emocional.

Ya mañana estarán los resultados oficiales, la larga lista de reconocimientos y agradecimientos y, si llegan las palabras, el relato del día de ayer, uno de esos días que no podré olvidar.

Dentro de esas tantas emociones están, por supuesto, los numerosos comentarios recientes, de parte de tantos amigos fraternos y seres queridos. Y tengo mucho para decirles, a todos ustedes, pero este no es el momento. Por ahora no puedo. Sé que lo sabrán comprender.

Y pensar que en el silencio, en el abrazo y en esas escasas lágrimas que lograron salir al cruzar la meta se condensa, sin mediación de la palabra, Todo.





sábado, 28 de agosto de 2010

"Corri el Tetra"

Y llegué. La lista de agradecimientos es inmensa. Pero imaginarán que en este momento no sólo no puedo escribir, sino que casi no puedo caminar. Ahora, a bañarme, comer y dormir.

Y mañana nos vemos.

A TODOS.

¡Gracias!

Salud.

Y buenas noches.

viernes, 27 de agosto de 2010

1

Decir que falta un día es una manera de decir. Son horas. Y no puedo creer lo que estoy viviendo. Simplemente no puedo creer que esto me esté ocurriendo a mi. En este momento está cayendo la nevada más fuerte de la que tengo memoria. Salí de la charla técnica sin saber si podría subir hasta mi casa. Llegúé a mi casa sin saber si mañana podré salir de aqui. No estoy exagerando. Se está acumulando mucha nieve y el nueve, que es un fierro, tampoco tiene superpoderes. Con esto quiero decir que, cerrando ya este blog, no puedo asegurarles que largo la carrera. Las fuerzas que gobiernan la naturaleza son misteriosas. Y esta nieve, queridos amigos, puede modificar el destino de los hombres.
El día de hoy fue distinto a cualquier otro día de mi vida. Por la mañana la rutina laboral no se modificó. Pero desde el momento en que empecé a armar las bolsas para los parques cerrados mi cuerpo comenzó a sentir la vida de una cierta manera particular. Una sensación que si se quiere se podría comparar con la que se nos aparece cuando estamos preparando las maletas para un viaje. Así estaban dispuestas sobre la mesa las distintas cosas que voy a usar mañana. Las preparé, las revisé, y bajamos a buscar a mi viejo. Nos abrazamos con el cariño de siempre en la terminal y comenzó el periplo pre-tetra. Fuimos directo a lo de mi entrenador. Cargamos el bote. Fuimos a la costa. Lo depositamos en el lugar indicado. Fuimos a buscar la bici a lo de Papichulo. Estaba impecable, reluciente. Abrazo con Papichulo. Dejamos la bici en lo de mi entrenador. Salimos a ponerle cera a los esquiés. En lo de mi querido amigo Nacho Piccone. Me los enceró como a un profesional. Y me prestó una botas de esqui que vuelan. Aún no estoy seguro de usarlas mañanas. Sería una apuesta un tanto osada ya que no las he probado. Pero vuelan. Pasamos por las oficinas de Nieve del Chapelco para que Jose saque su pase de peatón para acompañarme hasta la largada. Y compramos dos entradas para la fiesta de premiación. Volvimos a lo de mi entrenador. Faltaban minutos para la charla técnica. Olivia cansada, Male cansada, Adri cansada. Jose, después de todo el viaje, cansado. Decidimos subir a casa y luego bajar a la charla. Y la nevada, justo en ese momento, se soltó. Como quien abra las puertas del cielo y deja caer toneladas de bolitas de telgopor. Ya a esa hora pensé que no subía. Pero subimos. Pensé que no bajaba, pero bajé. Escuché la charla técnica, retire la pechera Número 120, una hermosa caramagnola (no tan linda como la del vino San Felipe, claro), y salí corriendo para intentar volver a casa. La nieve era una cosa de locos. Y avancé poco a poco. Subir los caracoles del Lolog me costó más que cualquiera de las veces que los subí en bici durante el entrenamiento. Y la subida de sinclair, toda blanca, era un tobogán espeluznante. Pero poco a poco, con mi querido Renault (que lo quiero tanto como a una bici) subimos la barranca. Y la satisfacción tuvo algún parecido con la que sentí la primera vez que lo subí pedaleando. Las últimas tres cuadras hasta casa fueron las más difíciles. Mucha nieve. Pero cuando digo mucha, quiero decir mucha. Y supe que mi auto ya no podría salir. Y pensé en la posibilidad de no poder largar. Y pensé en si sería posible que toda esta aventura tuviera un final tan inesperado. Sin largar, por estar cercado por la nieve. Y al entrar a casa me dice adri que esta fer en el téléfono. Pensé que para desearme suerte. "A las siete estoy ahi", me dice. "¿Qué?..." "Que a las siete estoy ahí. Yo te voy a buscar". Y me emocioné. Me quebré. Y supe que esta locura, como dijo mi entrenador en su primer comentario, no tiene límites. Y acepté, claro. Porque no tengo opción. Porque a todo esto hay que darle la seriedad que merece todo juego. Porque jugar es la mejor manera de aprender. Y porque cuando uno juega en serio, es feliz. Y cuando uno propone a otros jugar, la amistad es la más auténtica. Y reaparece el asombro, la maravilla, la alegría y tantas otras cosas. Y uno comprende la importancia de respetar las reglas y a tomarse el juego en serio. Porque, repito, todo juego es un asunto extremadamente serio. Así las cosas, gracias a todos los que aceptaron jugar a esto de correr el Tetra. Y mañana, a disfrutar. Que... ¡el que llega último, es cola de perro!

jueves, 26 de agosto de 2010

2

¡Qué carrera que te inventaste, Pancho!
Miro nevar por mi ventana y no lo puedo creer. Está nevando fuerte. Fuertísimo. Y visualizo una montaña completamente blanca con 450 seres humanos echando humo por la boca y con el corazón en llamas mientras corren bufando cuesta arriba. Y yo seré uno de ellos. En dos días nada más. Y tampoco lo puedo creer.
La jornada de ayer tuvo la perfección que suelen tener los círculos al cerrarse. Con el claro presagio, además, de que cuando algo concluye otra cosa comienza. Mi preocupación principal giraba en torno a la bicicleta. La había dejado en lo de Papichulo y el Archi merodeaba intangiblemente su taller. Justamente por la mañana había leído un texto que me gustó: "Antes de aprender, andar en bici parece tener el grado de dificultad de los milagros. Pero en algún momento de la infancia el milagro se produce y, con el tiempo, la bicicleta se convierte casi en una extensión de nuestra anatomía, tan familiar y querible que empezamos a llamarla bici" (tomado de la Revista Ñ nro. 360). Y me di cuenta de cuánto aprendí a querer a la bicicleta que me prestó el mosca. Me ha acompañado en mis primeras incursiones por el ripio, bajé sintiendo su confianza por senderos cada vez más complejos, realicé sobre ella recorridos que, por mi estado calamitoso, alcanzaban el status de hazaña. Y empecé a llamarla bici. La cuidé, durmió siempre adentro, le cambié las masas, le ajusté sus cambios y le calibré los frenos. Y ahora me acercaba a retirarla ni más ni menos que para correr el Tetra. En la entrada de lo de Papichulo me encuentro con mi querido amigo Broitman. Fué él quién me acompañó en mi primer incursión a Quila-Quina en bici. Fue él quién me dió innumerables consejos. Fué el quien me regaló una de sus remeras de corredor. Y allí estaba, como para despedir mi entrenamiento, junto con Ezequiel Lagranade, otro gran corredor. Estaban saliendo a dar, también ellos, su última vuelta. Emocionado por el encuentro, entré al impecable taller de Papichulo. Me acerqué a la bici del Mosca y, despacito, al oído, le dije: "Tranquila, tu trabajo ya está hecho. Gracias por todo", y la dejé en su sala de terapia, en dónde en las próximas horas Papichulo le hará un service completo para que vuelva renovada con su dueño. Me di vuelta y me acerqué a la pata en donde un otro rodado, impresionante, impactante, fuera de serie, estaba siendo acariciado, ajustado con el pulso de cirujano que tiene Papichulo. La jugada maestra perpetrada el día miércoles en casa de mi entrenador se estaba ejecutando con precisión de relojero. Mientras el Archi planeaba un sabotaje a la bici del Mosca, Papichulo (sin ser complice, por supuesto, pues ignoraba todo esto) estaba poniendo a punto la bicicleta que, para correr el Tetra, me presta especialmente mi amigo Tomás Gutierrez. ¡El plan perfecto! Observo con deleite la calidad del trabajo de Gaby. Ajusta, mide, retoca, lubrica. Me explica cómo sacar las ruedas, cómo cambiar una cámara pinchada, le instala un inflador que me presta para la carrera, guarda una cámara de respuesto en el bolsito que va debajo del asiento, en donde también coloca unas pequeñas herramientas para realizar la maniobra. Me da detalles de manejo y de mecánica general. Me explica el funcionamiento de los amortiguadores, de los frenos a disco. Ajusta el asiento para que esté a mi medida. Y me la entrega para que salga a probarla. Sólo tengo que cambiarme y salir a pedalear. Y a que no saben adónde me cambio. Sí, en la casa del Archi. Es desde allí en donde partiré a realizar mi último entrenamiento. Adri tenía que pasar a charlar con Ali algunas cosas, por lo que yo aprovecho y paso para cambiarme. Y me encuentro con el Archi, con una sonrisa espléndida, conversando con su amigo, el Dr. Mattano (quién recientemente reconoció su locura). Conversamos las trivialidades de siempre, nos hacemos un par de chistes, me cambio y salgo a pedalear. Es él el que me abre el porton. Mira la bici, pero no se da cuenta del cambio. Ni sospecha la jugada maestra realizada. Y me despide con risotadas de triunfo, comentando no sé que cosas sobre el pronóstico meteorológico. Ya en mis primeros pedaleos noto la diferencia. Esoy a bordo de una nave. Prendo el cronómetro al pasar el badén, casi por una cuestión simbólica, ya que a tan poco de la carrera no pensaba hacer esfuerzos desmedidos. Y entonces noto que la subida casi no me cuesta. ¿Qué pasó?, pienso, ¿enderezaron esta subida?. Viendo el poco esfuerzo que me estaba demandando pedalear pongo un par de cambios más pesados y empiezo a darle más fuerte. Y al llegar al hotel sol me doy cuenta que acababa de hacer el mejor tiempo de todo mi entrenamiento. Yendo tranquilo ¡baje mi tiempo! El entusiasmo inundó mi cuerpo. Y salió el sol. De la nada, quizás a modo de despedida, el cielo se abre y me veo trepando la subida hacia los miradores con el sol en la cara y un viento que es de poder. Eufórico, pedaleo y pedaleo. Y llego a los miradores. Paro. Comienza una llovizna suave. Y miro el pueblo desde El Mirador. Y sonrio. Bajo soplado. La amortiguación delantera produce en mi un efecto que no logro explicar. Freno, salto, esquivo y vuelo. Y me enamoro, así, a primera vista, a primer pedaleada, de esta bicicleta que me presta Tomás o, más especificamente, su hija Belén. Gracias a ambos. Esto me da un empuje anímico inmejorable. Ya quiero correr el Tetra. Y a vos Mosca, y a tu preciosa bicicleta, pues solo puedo decir que siempre los recordaré con el mayor de los cariños. Cuidala, que con esa, a partir del lunes, empezás a entrenar vos.

miércoles, 25 de agosto de 2010

3

Estoy que no doy más. Estos días se están haciendo de goma. Encima hoy pasó de todo. Ahora no tengo tiempo de escribir porque estoy saliendo a una cena de carbohidratos en lo de Mr. T. Lo único que puedo adelantar es que retiré la bicicleta de lo de Papichulo y salí hacia el circuito Arrayán. Y volé. La bicicleta está andando que no se puede creer. Parece cosa de mandinga. Ya les contaré. Con esta salida, señores, concluye mi entrenamiento. Estoy en paz.
Otra gran noticia: ¡tengo pala! Mi viejo, luego de increíbles periplos, consigió mandarme la pala, que retiré hoy de la terminal.
Bueno... un día menos.
Y ya quiero correr el Tetra.

martes, 24 de agosto de 2010

4

No sé ni por dónde empezar. Me acredité hoy en la carrera de aventuras que todos desean correr y pocos se atreven. Soy el Corredor Nro. 120 del Tetratlón Chapelco 2010. Y tengo un brazalete en mi muñeca que así lo confirma.
A media mañana salimos con Adri y Olivia para las oficinas de Nieves del Chapelco en donde se realizan las acreditaciones. El Tano Pío me llamó anoche para comunicarme que Gabriela Azcárate le habia pedido que me avise que debía pasar por la mañana por un asunto de la beca. Y así lo hice. Al llegar ya había corredores saliendo con su bolsita y una cola para llegar al mostrador en donde se realiza el trámite. Mientras esperabamos reconozco a Gabriela y me presento. No nos conocíamos personalmente pero la reconocí por fotos. Enseguida va a buscar a Inés Hainard, a quién también tuve el gusto de conocer personalmente hoy. Y llegó Inés con una sonrisa amplia y afectuosa y Gabriela me dice que es gracias a ella, que sigue el blog desde sus comienzos, que me otrorgaron la beca. Y es verdad. Los primero tres días de este blog sólo lo leían mi entrenador y el Archi. Y al cuarto día recibo un comentario de "Inés, de la organización del Tetra". Al principio pensé que era una joda de alguien (como cuando comentó "Pancho Ibañez") pero enseguida supe que era verdad. Aún hoy no sé como hizo para encontrar este blog tan rápido. El hecho es que Inés tenía una sorpresa: dentro de la revista del Tetra que le entregan a cada corredor había una nota sobre este blog y sobre mi experiencia entrenando para esta increíble competencia. Fue en verdad una emoción y un reconocimiento inesperado. Yo sé que vos, Inés, has seguido cada una de mis entradas en este blog, y me has acompañado en cada una de mis alegrías y desventuras. Y ahora sé, además, que tuviste mucho que ver en el hecho de que me otorgaran la beca. Por ambas cosas, gracias. Y, como me prometiste alguna vez, espero que estés ahí en la llegada para entregarme la medalla...
Tuve el honor de que me entregara todo el material una gran corredora: Mónica de Cicco. Con ella compartimos, casi sin conocernos, la mejor salida en bicicleta de todo mi entrenamiento: la salida a la Laguna Verde. Es, además, la rival directa de mi entrenador y Guada, pues ella corre en equipo mixto con su marido, Daniel Matheu (en esta ocasión, Mónica, tengo que poner una ficha al equipo de mi entrenador, quienes aseguran que llegarán antes que ustedes). Fue entonces cuando Mónica, con total naturalidad, me pide la muñeca para ponerme un brazalete. Yo supongo que está midiendo mi muñeca pero no, ni bien abrocha el presinto me dice que no me lo puedo sacar hasta la fiesta de premiación después de la carrera. Y salgo, contento, emocionado, con la revista, las bolsas, los números, los obsequios y mi presinto. Salgo convertido, definitivamente y para siempre, en el corredor Nro. 120.
Mientras iba en el auto con Adri y Olivia nuevamente para mi trabajo, comprendo súbitamente un concepto al que le vengo dando vueltas desde hace muchísimos años: la epojé husserliana. Podríamos decir que consiste básicamente en un cambio de actitud respecto a la realidad, y que se puede expresar como un simple "poner entre paréntesis el mundo". Así me empecé a sentir. Desde hoy hasta la carrera los aspéctos más cotidianos de mi realidad estarán como suspendidos, distantes, entre paréntesis. La carrera ocupa toda mi mente y todo mi espíritu. Me estoy preparando para vivir una experiencia trascendental. Indudablemente al momento de la largada uno debe entrar en una suerte de trance del que, con suerte, se saldrá al momento de la llegada. Intuyo, además, que estos días que faltan serán tan eternos como fugaces.
Hoy cumplen años dos grandes amigos: el Tano Camdessus y Guadalupe Perez Colman. El Tano está allá lejos, en Buenos Aires, pero a lo de Guada fuimos a tomar el té. Y allí estaban todos: Guada, mi entrenador, Guadi, el Tano Pío, Julián, Ana, TMG y... el Archi con Alicia. Preocupado por lo que le pudiera pasar a mi integridad física entré y le dí un gran abrazo a mi amigo el archienemigo. Le hice saber de mi gripe por el secuestro extorsivo de sus propias botas. Y, por supuesto, el tema de toda la reunión fue el Tetra. No se puede hablar de otra cosa. Tuve que contarles que a la tarde había llevado, finalmente, mi bicicleta a lo de Papichulo. Me pareció ver una sonrisa maliciosa en la cara del Archi. Se refregó las manos. Suspiró. Seguimos hablando de la carrera, de qué carne queríamos que el Archi compre para el asado que va a tener que pagar y de ese tipo de cosas. Pero ni bien se fue (fue el primero) nos quedamos conversando "los buenos". Y todos estuvimos de acuerdo en que mi bicicleta, en las actuales condiciones de insanía mental del Archi, no estaba segura. Por suerte entre todos, luego de hecharle mucha cabeza al asunto, logramos delinear un plan maestro. Por razones obvias no puedo develarlo en este momento. Pero a vos, Archi, te digo: tus planes no van a dar resultado. Olvidate de todo. Con el brazalete en mi muñeca, que empiezo a sospechar encierra poderes sobrenaturales (al mejor estilo de los anillos de los gemelos fantásticos) ya no me importa la gripe, el frío, la lluvia, las condiciones de mi bicicleta, las botas que no tengo, la pérdida de la pala, ni nada de nada. El Tetra ya arrancó, y yo voy a correrlo. Te guste o no te guste.

Para todos los corredores que están llegando, que ya tienen su bolsita y su brazalete en la muñeca, un gran abrazo, que disfruten su estadía y lo mejor para la carrera.

Ya llega el Tetra.

Ya llega...



(por cierto, de esto no debe enterarse el Archi, pero...¡Gracias Ali por prestarme las calzas cortas de ciclista! Era lo único que me faltaba...)

lunes, 23 de agosto de 2010

5

No estoy enfermo. Pero tampoco estoy sano. No me siento del todo bien. Me agito rápidamente. Siento que me va a dar fiebre. No sé si tomar algo o no. Porque en el fondo sé que son los nervios. Me sorprendo con mi estado anímico. Hace mucho, pero mucho tiempo que no me pasaba esto. Estoy ansioso, con ganas de que el día llegue rápido y -aunque posiblemente el Archi le saque provecho a esto- estoy asustado. Utilizando un lenguaje coloquial, que reconozco inapropiado para este espacio pero que a esta altura es inevitable, debo reconocerlo: tengo un cagazo bárbaro. El Tetra no es cualquier cosa. Está empezando a llegar gente de todos lados. Atletas, competidores, deportistas. Y yo, que mañana me voy a acreditar. Y voy a correr el Tetra. Estar en la largada ya es para mí la realización de lo que en algún momento no fue más que un deseo. un sueño. Pero además tengo que correrlo. Y además tengo que llegar. Como en todo, uno siente que aún no está preparado, que es mucho lo que quedó por hacer, que podría haber entrenado más, salir más veces, remado más, etc, etc. Seguramente ya nada de eso importa. La preparación física ya terminó. Ahora todo pasa por la cabeza y por el corazón. Ahora tengo que preparar mi mente y mi espíritu, seguramente mucho más importante que el estado físico que pudiera haber alcanzado.
No voy a poder salir a correr hoy, como tenía planeado. Como ya dije, me siento débil. Prefiero descansar, dormir la siesta y guardar fuerzas. A no ser que mi entrenador me indique lo contrario. A no ser que la mejor manera de salir de este estado semi gripal sea corriendo. TMG me mandaría a correr sin pensarlo. Al terminar d escribir esto veré que hago.
Por la tarde voy a llevar la bici a lo de Papichulo. Lo dudé mucho por la posible incidencia del Archi en este asunto. Pero Gaby es el mejor mecánico de la ciudad. Lo pasé a visitar en la mañana y me insitió para que le llevara la bici, a pesar de estar literalmente tapado de trabajo. Casi todas las bicicletas que van a correr el tetra están pasando por ese taller. Asi que voy a llevar la mia (que es la del Mosca -¡gracias Mosca!- te la voy a devolver con un Tetra encima, aspecto que seguramente le suba su valor de mercado). Además tengo que adquirir una cámara de repuesto, un inflador de mano y una extraña herramienta plástica que sirve para sacar la cubierta. Si llego a pinchar, sería la primera vez en mi vida que cambio una cámara, lo que no dejaría de ser todo un aprendizaje. Ojalá que no suceda.
El tema climatico. Todos hablan de eso. Que va a llover, que va a estar inestable, que va a haber barro. Sinceramente, es lo que menos me preocupa. Además, tengo ciertos contactos de altura que seguramente podrán interferir para que ese día haya un sol como hace mucho no se ve en un Tetra. Asi que tranquilos, que estamos cubiertos (y espero que no de nieve).
Espero recuperarme pronto. Espero no tener que correr engripado. Porque así esta gripe en potencia estalle, el sabado corro o corro.
¿Cuántos hay que, como yo, después de meses y meses de entrenamiento están contando los días para dejar todo en la montaña? La respuesta es fácil: 450 corredores. Estamos todos en las mismas. Desde el Mono Vera, posible primer puesto, hasta yo, posible último puesto. A todos los del medio... ¡suerte!

domingo, 22 de agosto de 2010

6

Pasé a la clandestinidad. Tuve que hacerlo pues este pueblo ya no es seguro para mi. El Archi puso a funcionar su aparato y en estos días que faltan no podré confiar en nadie. Mientras veo caer la lluvia desde este lugar tan frío y humedo como secreto, comprendo que los grandes ideales implican grandes luchas. El Archi podrá sacarnos todo lo que tenemos, podrá cercanos cada vez más, pero no logrará acallar nuestra voz, no podrá evitar que cumplamos lo que nos hemos propuesto. No pasará.

Así las cosas, y mientras me tomo un té medicinal, paso a relatarles los hechos que acaecieron durante la jornada de ayer.
Último pase de entrenamiento. Guadalupe, integrante del glorioso equipo "Sí, mi amor", había cancelado la subida al cerro por cuestiones laborales. Me levanto temparno en la mañana y llamo a Mr. T para ver si podía subir con él. No tiene lugar. Dispongo los elementos para subir en el Ko-Ko, cuando recibo un mensaje de texto de Guada informándome que sí va a subir. Adri con las niñas, que madrugaron conmigo para bajarme hasta el pueblo, me dejan en la puerta de la casa de mi entrenador cuando el día aún no ha despuntado.

Llegamos a la base del cerro. En el estacionamiento los vehiculos aún son pocos. Me bajo, abro la maleta del auto y comienzo a cambiarme. "Tenés las llaves del auto, ¿no?", me pregunta Guada con aire de sospecha. "Claro", respondo mientras comienzo a palpar mi bolsillos. Habíamos subido en el auto de ellos y yo venía manejando. No tengo las llaves. Busco en el piso, adentro del auto, en la maleta, devuelta en mis bolsillos. Nada. En menos de tres minutos había perdido las llaves de un auto ajeno. No podía creer lo que me estaba pasando. Luego de diez minutos y haciendo un esfuerzo por racionalizar lo sucedido, bajo la tapa del baúl y allí están las llaves puestas. Un traspié innecesario daba comienzo a la jornada.

Llegamos al pie de la primer telesilla y cuando Guada se va a poner los esquies descubre que las fijaciones son más grandes que las botas, hecho inexplicable pues ella ya había usado esas tablas y esas botas. Tuvimos que caminar con los equipos hasta el rental de la base para que le acomodaran las fijaciones. En ese momento no pensé que dichos equipos son de la esposa del Archi, y la posibilidad de un sabotaje no se me cruzó por la cabeza.

Despreocupados, comenzamos el entrenamiento. Una mañana muy provechosa. Esquiamos fuerte, esquiamos mucho. En determinado momento hacemos una pausa para ir al baño y es allí en donde me encuentro con Marcovesky, atleta de punta. Nos saludamos afectuosamente y me cuenta que están afuera con Tomás y otro corredor. Al salir ya no ecuentro a nadie. Claro, estos pibes entrenan a lo loco. No paran ni dos minutos, y menos para hacer sociales a la salida de uno de los tantos ranchos en donde los placeres del cuerpo tientan a los esquiadores perezosos o fuera de estado. En fin, hacemos un par de bajadas y llega el almuerzo.

Luego de la primer subida de la tarde nos encontramos con el querido TMG. Nos da detalles de su jornada de entrenamiento y nos invita a unirnos a su grupo. Pero Iván no llega y, para que no nos enfriáramos, nos propone que hagamos un filo mientras él espera. Y así lo hicimos. Claro, cuando volvimos ya no estaba. Estos locos no paran. Quiso el destino que justo en ese momento nos encontraramos con Julián y Ana, que habían subido al cerro con Nora y Walter, familiares cercanos. Entre los cuatro suman gran cantidad de años. Y nos unimos a este grupo de macanudísimos "adultos mayores". Y en esa bajada todas nuestras fantasías de grandes esquiadores se fueron por la borda. En el entrenamiento de la mañana sentíamos que estabamos esquiando al más alto nivel competitivo. Y ahora, a la tarde, descubríamos que no podíamos alcanzar ni a Julián, ni a Nora, ni a Ana ni a Walter. Los veteranos (lo digo con cariño, eh) nos pasaron el trapo en lo que quedó de la tarde. Y entonces, de repente, en medio de una pista, nos encontramos con el Archi, detenido y hablando por celular (o estaba haciendo negocios o estaba tramando algo). Los saludamos con afecto y Ana, atenta como siempre, fue la única que atinó a derribarlo, sin lograrlo, lamentablemente. Y a partir de allí comanzaron los problemas. De la nada la nieve empezó a ponerse pesada, asopada, fea. Nos subimos a la silla cuádruple y en la mitad del recorrido, justo arriba del Archi que controlaba todo desde el rancho Manolo, se detuvo por demasiados minutos. Nos enfriamos, por lo que tuvimos que parar a tomar un cafe en Antulauquen. Y allí estaba nuevamente el Archi con Alicia, que a pesar de su buena voluntad no logra detenerlo. Pedimos dos cafés y al intentar retirarlos el muchacho que los sirve nos dice: "Salen especiales, yo recibo órdenes de una sola persona y debo cumplirlas". Nos dieron dos cafés con tía maría, crema y chocolate. Sorprendidos, ingenuos, descolocados, nos tomamos nuestro rico café sin saber los efectos que tendría sobre nuestro organismo. Bajamos la última pista y allí estaba, otra vez, el Archi. Atento, como preocupado por mi nievel de esqui, me da indicaciones. Me emociono. Pienso que después de todo no es tan malo, que quiere que llegue a la meta. Escucho sus indicaciones y las pongo en práctica. Y el día de esqui se temina. Ni bien abro la maleta de auto me doy cuenta que no están las botas que había llevado. Son aquellas que Edu me regaló hace unos días. Y se me baja la presión. Creo saber que, al buscar las llaves no-perdidas saqué las botas y las dejé en la nieve, olvidadas al lado del auto. "No están mis botas", le digo a Guada, "me las debo haber olvidado afuera". Y pensé en la vergüenza de este nuevo descuido, en cómo le diría a Edu que perdí, en el primer día, las botas que con tanta bondad me había regalado. Y entonces encontramos adentro del auto un sobre con la inscripción "Sr. Verduga" en cuyo interior se podía leer una nota que decía lo siguiente:

¡¿Se dan cuenta?! El tipo se volvió loco. Un claro accionar mafioso. Abrió el auto y se llevó ¡las botas que él mismo me había regalado! Como sabe que no tengo bienes materiales con los cuales extorsionarme se vió obligado a regalarme un valioso par de botas pensando que yo ahora me voy a desvelar por las mismas. Como mínimo, ezquisofrenia. En fin, que las botas, Archi, me tienen sin cuidado. Sin embargo tu malvado plan ha funcionado. Al no tener botas tuve que bajar en medias desde la base hasta la casa del entrenador, mojado y con frío. De esta manera logró imponer las circunstancias ideales para que se diera lo único que a esta altura me puede deter: una gripe. Menos mal que al llegar mi entrenador me prestó un par de zapatillas y, en un acto diría yo heroico, me trajo hasta casa para que no me tuviera que tomar el colectivo todo mojado. Pero el mal ya estaba hecho. Me siento afiebrado, con dolor de garganta y con esa debilidad que trae la enfermedad. Archi, las botas te las vas a tener que meter en el mismo lugar en donde te metiste la pala del kayak. Pero el sol que ahora está empezando a salir es un claro presagio de que este malestar será pasajero. No podrás detenerme, ni vos ni tu ahora supuesto "equipo" (¿quién lo integra?¿tu secuaz Daniel?) Porque tenés que saber que estás más solo que la una en esta, tu locura bipolar y paranoica. Repito: no pasarás.

sábado, 21 de agosto de 2010

7

Hoy fue el último día de esqui. Lamentablemente en este momento no puedo escribir. Pero está pasando de todo. El Archi enloqueció. Vivimos hoy actos mafiosos. Esto se nos está escapando de las manos. Muchos de los involucrados en este desafío nos encontramos hoy en la montaña que le da nombre a todo est

viernes, 20 de agosto de 2010

8

Quizás me apresuré con esta entrada. Es que quiero que los días pasen rápido. Es increíble, pero casi no puedo pensar en otra cosa más que en el Tetra. Tengo una gran cantidad de sentimientos encontrados. Por un lado, quiero que todo esto termine para poder descansar y concentrarme en otras cosas. Por el otro, me da pena que el entrenamiento llegue a su fin. ¿Y después?¿Qué será de mi vida?¿Seguiré haciendo actividad física o volveré a la vida contemplativa y a la lectura? Extraño mucho aquella vida. Es increíble lo poco que he leído en estos últimos meses.
Confesémoslo, ha sido muy divertido. La malicia teatralizada del Archi, la confianza providencial del entrenador y los comentarios constantes de familiares y amigos. Todo esto ha sido lo que mantuvo vivo mi entrenamiento. Una meta clara y la compañia de mis seres queridos empezando, por supuesto, por Adriana. Cuando me propuse esta meta -que en su momento parecía irracional e inalcanzable- no le consulté a ella si estaba de acuerdo. Por alguna razón di por sentado su apoyo. Y fue mucho lo que ella tuvo que hacer. Demasiado. Y no fue fácil. Porque tenemos dos hijas, una muy pequeñita. Y cada vez que yo salí a entrenar fue Adri la que se quedó cuidando a las niñas. Y siempre me esperó con algo caliente, con comida lista, con un baño preparado. Y siempre tuve las calzas limpias, las remeras listas, el casco y los guantes en su lugar. Me cuidó, se preocupó si no tenía todos los accesorios que hacen falta. Me empujó cuando por momentos me pinchaba. Anotó todo lo necesario para la carrera en una hoja de papel. Se puso a coser los mitones. En fin, sin ser ella la que se propuso esta locura y sin haberla aceptado, hace siete meses que me acompaña con una paciencia infinita. Gracias Adri, y tranquila, que esto ya termina. Falta poco. Por suerte, el año que viene el Tetra lo corre la Mosca, Julián y todo un grupo de insensatos que no saben lo que hacen. O sí. Por mi parte, o me curo, o ya me veo en el 2011, ganándole otro asado al Archi...

jueves, 19 de agosto de 2010

9

Otro día de sol. Bicicleta. Hasta el puente que cruza el quilquihue. En la radio ya le están dando mucha manija al Tetra, y me agarra una emoción... Quizás la salida de hoy fue la última en bici. Porque mañana la llevo a lo del gran Papichulo para la puesta a punto final y, estando el Archi de por medio, no sé en cuánto tiempo podrá entregármela (además está con muchísimo trabajo, claro, por la cercanía de la carrera). Pensando en cosas, como siempre, fui y volvi en algo menos de una hora. Y al llegar veo a Adri que está cosiendo... ¡los mitones para el kayak! Al no poder comprarmelos nuevamente, consigió una tela impermeable y me los está cosiendo. Justamente hoy en la mañana recibí un mail de TMG quién, además de recordarme que no le DEBO nada, me ofreció un par de mitones. Y el Archi que pensaba que ya nadie me iba a prestar nada ahí está Tomás quién, a pesar de haberle perdido la pala, me sigue ofreciendo cosas. Un maestro. Hablando de la pala, encontré por internet un lugar en Chacarita que vende palas a muy buen precio. Queda cerca del cementerio (espero que no sea un presagio) y posiblemente podamos conseguir alguna para la carrera porque hoy, a nueve días, no tengo pala para correr. Le transmití la inquietud a mi viejo y ya les mando 200 mails, los llamó 47 veces por teléfono, averiguó 7 maneras distintas de enviar la pala y está dispuesto a poner la plata para realizar el pago en efectivo e in situ, para que no haya riesgos ni demoras... viejo, mi querido viejo. Claro, con las ganas que tiene de correr el tetra (porque para él, a sus 76 años, esos últimos 100 metros son el tetra mismo) no concibe que toda la operación se ponga en riesgo por un palo de escoba con dos pedazos de fibra de vidrio en las puntas.
En fin, cuánta gente que se ha involucrado en esto. Cuánto cariño y apoyo he recibido. Días... sólo días y, como dice Broitman, será el momento de la verdad. Él también alguna vez me dijo: "En la largada están los ganadores". ¿Podré largar?

miércoles, 18 de agosto de 2010

10

Hoy pasó de todo. Temprano en la mañana recibo un revelador mail de mi viejo en el que encuentro, luego de haberle dado tantas vueltas al asunto, la razón de ser de todo este desafío. Durante largas noches intenté en vano descubrir el motivo por el cual, aquella fría noche de agosto, solté la ya conocida frase: "Quiero correr el Tetra". Un descuido, un acto fallido, un exabrupto del inconciente. Casualmente hace unos días cité a Freud, quien seguramente se haría un banquete con este particular caso. Resulta ser que todo esto no comienza hace siete meses, sino hace 32 años, en una destemplada mañana de abril de 1978. Puedo saber esto a ciencia cierta gracias a la siguiente imagen que vino adjunta en el mail de mi viejo (cuyo contenido, por razones estrictamente personales, nunca llegará a la luz pública).

Pues sí, señores, estoy entrenando para correr esta carrera desde los tres años, y ni yo lo sabía. Desde ese primer entrenamiento con mi padre -mi ídiolo- estoy predestinado a correr carreras. Quiso la vida que me desviara del camino, me distrajera con la música, con la filosofía y con tantas otras cosas. Pero evidentemente comprendí, a tan temprana edad, que cultivar el buen estado físico es una de las fuentes de la felicidad (quizás lo borroso de la imagen no permita ver la irreprochable sonrisa de aquel que fui yo, hace tanto tiempo).

En fin, luego de este shock emocional, y a pesar del pronóstico de lluvia, no tenía más remedio que salir a correr. Y lo hice, pero con un sol impresionante. El camino hacia el lolog todo cubierto de nieve no deja de sorprenderme, maravillarme. Y ese sol me confirmó, una vez más, que los pronósticos meteorológicos no tienen ningún sentido. No creo en ellos. Sí creo en las fuerzas de la naturaleza, si creo en nuestra posible comunión con ellas, si creo en los efluvios, en los rituales, en las experiencias místicas. Por tal motivo, poco importa qué es lo que se pronostique para el día del Tetra. La montaña y sus misterios seguramente me acompañarán en una jornada que promete ser no sólo inolvidable, sino también trascendental en mi insignificante existencia.

Mientras corría logré comprender el por qué del entusiasmo de mi viejo en correr esos últimos 100 mts. conmigo. Para él, quién lo acompañará en ese trayecto es aquel niñito que aprendió a correr a su lado. Imposible no ponerse sentimental. Así las cosas, llegué a casa pensando en mis adoradas hijas. Y aprovechando el sol y la nieve, no hubo mejor opción que hacer, con ellas, un muñeco de nieve (y me disculpan esta foto que en este momento no tiene nada que ver con el entrenamiento, pero que se yo, quizás en un futuro sí, y de paso sirve para que los corredores que aun no han llegado vean que la cantidad de nieve es interesantísima).


Por la tade pasé por lo de mi entrenador a buscar a Adri. Pulimos algunos detalles del final del entrenamiento, hicimos una lista de cosas imprescindibles para el día de la carrera, ajustamos nuestros cronómetros y conversamos sobre el tremendo asado que nos vamos a comer. Cuando iba saliendo, con aires triunfales, de la casa de mi entrenador ¿Quién llega? El Archi. Llegaba a buscar a Adrianita. Y de sopetón me pregunta ¿te gustan los sweaters? Si bien quedé desolocado por la pregunta, respondí afirmativamente, por lo que quedamos en ir para su casa, pues me comenta que tiene un hermoso sweater azul para pasarme. Que grande el archi, pensé. Vamos para su casa y baja con un pesado y fino sweater para mi. Emocionado, lo abrazo y le agradezco el presente. ¿Cuánto calzas?, me pregunta a continuación. 40, 41, respondo titubiante. Ya vengo, me dice, y baja al rato con dos botas para nieve im-pre-sio-nan-tes. De esas totalmente impermeables, traidas directamente de los Estados Unidos de Norteamérica. Boquiabierto, incrédulo, agradecido, le doy un segundo abrazo al Archi y salgo de su casa con un sweater y un calzado a estrenar bajo el brazo. Y pienso: qué grande el Archi, qué buen pibe, qué lindo gesto, qué lo tiró. Y justo antes de despedirnos, me lanza ¿me imagino que con todo esto ya no hace falta terminar el tetra, no? Y lo comprendo todo. Un manotazo de desesperado, los últimos cartuchos de quien se sabe perdido. Eso o, entrando en razón, una trampa evidente. El sweater perfectamente puede estar atestado de cualquier tipo de virus, las botas tener sustancias nocivas para los pies. En fin, a diez días uno puede esperar cualquier cosa. Claro que, al no tener evidencia concreta sobre estas sospechas, me reí de la chanza del archi y me marché con mis bonitos regalos: ¡Gracias Archi, sos un capo!

martes, 17 de agosto de 2010

Nieve, mucha nieve

Las condiciones para esta edición del Tetratlón Chapleco parecen ser inmejorables. A once días de la carrera el cerro se está llenando de nieve fresca. Hoy nevó todo el día. Para preservar mi salud, hoy me quedé en casa durmiendo la siesta. ¡Que sensación tan agradable!
¿Cómo estarán los demás corredores? A esta altura uno ya sabe que no queda mucho por hacer. ¿Roberto?¿Broitman?¿Cachú?¿Gutierrez? Son muchos los amigos que corren.
No falta nada.

lunes, 16 de agosto de 2010

Volver a remar

Feriado Nacional. Lluvioso, frío, una delicia. El plan del día era ir al cumpleaños de Pedrito Marcoveski, compañero de Malena e hijo del gran tetratlonista Iván. Justo antes de salir me llama el Tano Pío (juez imparcial en este asunto), para invitarme a remar con mi entrenador. Acepté de inmediato, con la aclaración de que no podía hacerme responsable de las palas. Aceptó. Terminó el festejo, me cambié y corrí hasta la costanera. Allí estaban estos dos grandes atletas, estos dos grandes sujetos, bajo la lluvia, con los botes al lado del agua. El tano se subió y en un instante se adentró en las gélidas aguas del lago Lacar. Lo mismo hizo mi entrenador, quién adelantó el bote doble para que yo me subiera atrás. Hoy Guada no pudo remar porque está saliendo de un estado gripal fuerte y aún presenta mucha tos. Y entonces comenzaron mis problemas. No podía calzar el cubrecockpit. Un minuto, dos minutos y nada. Se me desenganchaba. Desesperante. Me imaginé el día de la carrera viendo como todos me pasan como poste mientras yo allí, inmóvil, haciendo el papelón de no poder calzarme el bendito cubrecockpit. El Tano Pío pegó la vuelta y vino a mi socorro. Ese día, por cierto, solo podré recibir ayuda y/o asistencia de otro corredor. Decí que el Tano va a estar como juez imparcial, porque si no seguramente podría darme una mano... En fin, que calzó el elástico y comenzamos a remar. Esta es, sin duda, la disciplina que más me cuesta. A los pocos minutos ya me comienzan a doler los hombros, y no logro pulir la técnica. Mi entrenador, con su paciencia de siempre, me mostró detenidamente el movimiento de brazos y cintura. Me explicó cómo debe entrar la pala al agua, qué músculos son los que trabajan, a qué altura deben estar las manos. Y pude ir siguiendo su paradigmática remada mientras corrian los minutos. Vimos varios kayakistas. Algunos fueron ejemplos de mala técnica, otros de buena. Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a Catritre, un hecho fundamental a nivel psicológico. El ver el punto en donde se pega la vuelta y el haber llegado hasta allí me da cierta tranquilidad para el día de la carrera. Y absolutamente empapados, con los hombros en llamas y con una alegría palpable comenzamos el regreso a la costa. Aún faltaría lo mejor. Mediando el regreso vemos venir un bote a un ritmo de otro mundo. "Mirá, prestá atención, observá esa remada", dijo mi entrenador. Absorbí cada movimiento, aprendí, en esa visión repentina, los secretos de una actividad tan milenaria como el dominio del hombre sobre el medio acuático. Un remero excepcional me estaba regalando mi última gran lección. Quien estaba pasando, ahora, a nuestro lado, era el Mono Vera. Primera vez que lo veo personalmente, seguramente la última. Si el día de la carrera yo estoy de vuelta cuando el mono está yendo es porque algo no anda bien en el universo...

Una salida clave. Una hora y pico en el agua. Cada cosa se va acomodando en su justo lugar... no falta nada.

domingo, 15 de agosto de 2010

En la niebla la soledad desespera...

Hoy subí a entrenar al cerro. Hacía mucho que no esquiaba solo. Recuerdo una vez, hace mucho, en el cerro Chacaltaya, en Bolivia, en donde esquié literalmente solo: era el único esquiador en la pista de ski más alta del mundo. La otra, luego de alejarme de Adri la vez que no pude entrar a Venezuela, cuando fui a buscarla por primera vez. De regreso pasé por el catedral y esquié todo un día solo. En ninguna de esas dos oportunidades me sentí tan solo como hoy.
El día amaneció nublado. No tenía la plena convicción de esquiar, pero como tengo los pases que otorga la organización, y resta sólo un fin de semana antes del Tetra, Adri se ofreció para llevarme hasta el cerro. Me despedí y encaré el primer medio de elevación ya con cierta nostalgia. La segunda telesilla se me hizo larga. Y ni bien pisé tierra firme me lancé nuevamente hacía abajo. Pensé en las variables que entran en juego en esta agradable actividad: la fuerza de gravedad, el plano inclinado y la fricción de los materiales, un banquete para físicos y matemáticos. Mi objetivo era poner en práctica las técnicas transmitidas por el Tano Pío, juez imparcial en este asunto. Y así se hizo.
Durante horas atravesé pista tras pista. Fui de acá para allá. Subí, bajé, volví a subir, volví a bajar. Y comenzó la nieve. Una nevizca fina, nada del otro mundo. Y ese silencio que se puede tocar cuando ves los copos caer tan placidamente. Las pistas altas se taparon. Primero fui a una, luego a otra. Y empecé a sentir la montaña. Me supe tan solo como aquella vez en el Chacaltaya. Por un instante el gentío desapareció. La niebla, esa masa sólida que esconde fuerzas y poderes desconocidos, me rodeó por completo. Me encaminaba a los más alto, allá, al filo. Bastones solitarios iban adelante y atrás mio. Y llegué a la cima. No se veía nada de nada. No había nadie. Eramos la niebla, la montaña y yo. La único posible era diluirme en ella. Agradecerle por cobijarme. Y solicitar su autorización y protección para desilzarme sobre ella el día del Tetra. Luego de un instante, en el que todo esto tuvo lugar, me deje ir hacia abajo. Un giro, dos giros, sin ver, sin oir, casi sin respirar. Y súbitamente, sin aviso, tropiezo, pierdo el equilibrio y ruedo. Creí sentir que la niebla me empujaba. Sin perder la calma, me pongo en pie y descubro que mis lentes han perdido una de sus patas. Un tornillo que yo ya sabía flojo se había salido. Pensé en la ceguera, que muchos dicen que no es negra, como se cree, sino insoportablemente blanca. Miré al piso, como quien pretende buscar una aguja en un pajar y allí, semi enterrado en la nieve, al lado de mi esquí, el diminuto tornillito. Sorprendido lo recojo, lo guardo en un bolsillo y bajo silbando bajito, como quien no quiere la cosa. La niebla, a su manera, me había dado la bienvenida.

sábado, 14 de agosto de 2010

¡Está entrenando hasta mi viejo!

Pues sí, Don José María Verduga, mi querido padre, está entrenando con dedicación y disciplina para correr los últimos 100 metros conmigo... una motivación más para llegar ¿se imaginan a mi pobre viejo, con sus zapatillas de correr y toda su vestimenta puesta, viendo que pasan las horas y yo no llego? Y encima aguantando las risitas socarronas del Archi. En fin, si querés vos también estás invitado a correr esos últimos 100 metros, Archi, total no creo que me alcances para darme esa última y desesperada zancadilla...
Esto comienza a terminarse... de hecho, el entrenamiento entra en una etapa descendente ya que hay que empezar a guardar fuerzas para el día de la carrera.

Hoy corrí 45 minutos a buen ritmo.
Consejo de mi entrenador: cuidarme las piernas y el estado de salud.
Consejo del Archi: que no sufra esas ocho horas de carrera, si total el asado no lo pago yo, lo paga Gonzalo.

viernes, 13 de agosto de 2010

Despierta el tetratleta...

Luego de un miércoles y un jueves de meditación y cierto desasosiego hoy salí a andar en bicicleta. Bajando para el lado del regimiento me di cuenta de que los frenos estaban demasiado largos. Casi me pego un porrazo. Así las cosas, decidí pasar por lo del talentoso Papichulo para que me ajustara el freno trasero. Ni bien entro al local Gaby me recibe con un "¿Cómo anda el Tetratleta?". Demás está decir los efectos positivos de dicho comentario. En un segundo me ajusta los frenos y salgo para cronometrarme la subida hasta chapelco. El parámetro eran los impresionantes 57 min. que clavó el otro día el equipo Sí, mi amor. Arranco fuerte, concentrado. Hasta el hotel sol mido 7 m. 5s. Me pareció mucho. Sigo dandole duro. En la bifurcación llevo 14m 45s. Cansado, intento apretar en cada pedaleada. Payla Menuko se me hace cerca, y cruzando el Puente Blanco voy por los 28m 40s. Y estoy contento. Mi entrenador me había dicho algo de 27m hasta puente blanco, por lo que tan lejos no venía. Y encaro lo que falta con la ilusión de bajar la hora o, por lo menos, rondarle cerca. Y la subida es dura. Se hace larga. Me presiono a mi mismo para apretar en cada pedaleada. No tengo referencias hasta la casa de la comunidad mapuche que está en la entrada al camino leñero que lleva a la Laguna Verde. Cuando llego ahí miro el cronómetro y marca 57 min. y algo. Ya no llego a igualar al equipo de mi entrenador, pero le vengo pisando los talones. Apreto en esa última subida con lo poco que me queda, y freno definitivamente el reloj cuando llego al cartel que nos da la bienvenida a nuestro centro invernal. Miro como quien no quiere ver... 1h 4m 46s. Digamos que no estoy del todo feliz, pero llegar a siete minutos de un equipazo como Sí mi amor (que según dicen las lenguas están envalentonados con ganarle a De cicco y un posible TMG como compañero) no es poca cosa. Miro un poco la montaña, respiro profundo, me imagino allí mismo dentro de dos semanas y emprendo el descenso. Al llegar a Puente Blanco encaro el atajo que lleva hasta Covisal. Me pierdo, el sol baja, se me acaba el agua y me empieza a dar un hambre inusual. Se me ocurre que podría parar a comprarme un alfajor y una coca (eterno clásico de los recreos de mi infancia) en algún kiosko de Covisal, pero en seguida caigo en cuenta que no cargo dinero. Cruzo un puente irreal, trepo con la bici a cuestas y las fuerzas se van yendo de a poco. Regulo por la bajada de tierra, llego a la ruta, voy tranquilo. Solo puedo pensar en comer algo de manera urgente. Llego al regimiento, encaro la subida lentamente. Estos cansado. Seguramente como estaré en cierto momento durante el tetra. Y bajando por los caracoles del Lolog me cruzo con la esposa de Roberto Dios, que me reconoce, me saluda y de cierta manera me alienta. Eso me da la última porción de energía que necesitaba. Me concentro. Sólo falta la subida de sinclair. Me propongo hacer de a una pedaleada por vez. Una tras otra. Y llego. Y recuerdo a Papichulo, y empiezo a sentirme un tetratleta. Demás está decir que el café con leche que me serví cuando llegué fue el más delicioso de mi vida. Lo acompañe con un emparedado de jamón y queso que me hizo plenamente feliz.

Tiempo total de la vuelta: 2h 30m.
Distancia: 35 km. aprox.
Dejo este mapa de la ruta para mi hermano Quintus (que sabiamente se ha llamado a silencio) ya que alguna vez me lo pidió...


miércoles, 11 de agosto de 2010

Tribulaciones de un filósofo empedernido (a 17 días del Tetra)


"Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo."
Sigmund Freud


¿Correría Sócrates el Tetra? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿He tomado una buena decisión de vida? ¿Ha sido sensato dejarse llevar por una superficial apuesta entre terceros y dedicar tanto tiempo a un entrenamiento que conduce a la sobreexigencia del propio cuerpo con un fin que es, a simple vista, vanidoso, narcisista, egocéntrico?

El Archi no es ningún tonto, todos lo sabemos. Tampoco es un mal negociante. No derrocharía su dinero por un simple capricho. Supo siempre que detrás de todo esto existen ciertas preguntas existenciales, tan ineludibles como esenciales. Supo siempre que, por mi propia naturaleza, tarde o temprano caería de lleno en ellas.

Por cuestiones fortuitas y poco usuales, este último martes estuve en el cerro Chapelco, amo y señor de la competencia que, aunque suene redundante, nos compete. La causa no fue el entrenamiento (¿o sí?), sino circunstancias que, si bien no cabe explicar en este contexto, son tan inverosímiles como la mayoría de las cosas que han venido sucediendo en mi vida desde que se inclinó hacia este lado. El hecho es que allí estuve. En un mundo que existe dentro de este otro mundo, que tiene la paradógica capacidad de ser tan distinto a sí mismo. Una realidad tan espléndida que duele. Una felicidad tan evidente que sólo es posible si nos hacemos los idiotas, como diría Sigmund. Una microcosmos idílico en donde el dolor se desvanece, en donde lo "otro" se diluye, en donde todos somos parte de la plenitud de lo perfecto. Hasta que me di cuenta que todo eso. a la fuerza, tiene poco de "real". Pero existe. Y entonces la pregunta inevitable: ¿está bien?¿quiero ser parte de esto?¿puedo cerrar los ojos y ser "feliz" a conciencia de que allá afuera hay un "otro" que no la está pasando nada bien? Y entonces mi mundo se estremece. Y entonces entiendo el porqué de la apuesta del Archi. Y comprendo, ahora sí, su gran habilidad para los negocios. Encerrado en mi cuerpo, en esta apuesta y en medio de lo sublime de una naturaleza innegable frente a mis ojos, me veo a mí mismo en un traje que no termina de quedarme bien y cruza por mi mente la idea de huir hacia la derecha o, si se quiere y para ser coherentes, hacia la izquierda, cuando de repente, de atrás de un árbol... aparece mi entrenador. El martes es su día libre. Y está en el cerro, él sí, entrenando. Y viene con el Tano Pío, juez imparcial en esta apuesta. Y con Guadi. Y con Julián, que el año que viene corre el Tetra. Y con la Abuela Ana, una persona tan linda y agradable que parece salida de una fábula. Y están ahí conmigo, en el cerro. Y nos deslizamos juntos. Tenemos la oportunidad de compartir pistas, técnicas, minutos de vida. Y lo veo a mi entrenador dejándolo todo. Pensando en su desafío. Desafiando sus límites. Y a toda su familia acompañándolo, haciéndole pito catalán a su diábetes. Y mis cuestionamientos toman otra dimensión. Y comprendo las complejidades que existen dentro de lo complejo. Y, aunque sigo cuestinándome la validez de todo esto, la razón de ser de este desafío, el peso específico que ostenta, la causa última que encierra y tantas otras cosas, me lanzo a todo dar por el filo y comprendo, súbitamente -más por inspiración daimoníaca que por raciocinio- que en menos de tres semanas voy a dejar todo en el Tetra. Y entonces ya nada importa. Y me repito a mi mismo: "Archi, estás en el horno, pagás el asado".

lunes, 9 de agosto de 2010

Trepando... paso a paso.

Hoy salí a trepar por los miradores de la Rosales. Es un recorrido que me encanta. Por su desnivel y por su belleza. Esfuerzo y placer en una relación difícil de explicar. Hasta el primer mirador todo iba bien. Luego una bajada, una subida y con la nieve todo se complicó. Me perdí, como siempre, pero esta vez peor. La nieve cubría todo tipo de rastros de los senderos, y cada arbusto se veía igual que el otro. Fui, vine, volví. El camino se cortaba, no tenía salía, intentaba vovler y ya no reconocía los lugares. Seguía mi huella, único rastro además del de ciertos animales salvajes. Y el de los perros. Hoy fueron dos los que me acompañaron: el del vecino y Tupaca, una perra callejera que habita en el vecindario. Demoré unos cuantos minutos buscando salidas posibles. No llegué a temer ya que era temprano y no hacía frío. Un lugar impresionante. Finalmente di con la huella, con el sendero y salí al camino principal, pero mucho más allá de los miradores. No pude ver la Laguna, pero trepé y corrí bastante. Algunos atletas ortodoxos consideran que esto no termina de ser un buen entrenamiento. Yo la pasé genial, me encanta. Y entre una cosa y otra la salida duró 1h 34m. Y hasta pude sacar un par de fotos (acción muy poco profesional, por cierto, ya que no me lo imagino al Mono Vera en estas cosas, pero bué, es para que me vea mi vieja que está lejos y para que el Archi, que dice que nunca me vio corriendo, vea que es esto es real y no solo una imaginería literaria y cibernética).


domingo, 8 de agosto de 2010

Con las botas puestas...

Día del niño. Subimos a la base. Male y Oli a full con el culipatín. Yo trepé dos veces hasta el final de la triple y me lancé tan contento como las nenas en el trineo. Muy linda tarde, con toda la banda de la abuela Ana. Las botas del Ruso, talle 44, casi milagrosamente me quedaron a la perfección (yo calzo 40). El ánimo correcto me habita nuevamente.

Entrenamiento combinado y a preparar las tablas

Ayer fue un sábado a puro sol. Aunque el día pedía a gritos ir a esquiar las cosas aún no estaban dadas para iniciar esta hermosa disciplina. Así las cosas, decidí aprovechar el día en una salida combinada. Arranqué con la bici hasta el Lolog, 17 km., que si bien no es mucho, es una linda distancia. Le di parejo, concentrado, pensando ya en la carrera. Me crucé con mucha más gente que de costumbre. Está entrenando todo el mundo. Fui y volví en 51 min. Dejé la bici, me saqué el casco y empecé a correr. Los primeros metros me costaron mucho, no es fácil la transcición. Empezar a correr con las piernas cansadas no es cualquier cosa. Emprendí el camino que hice la otra vez, el que entra por la virgencita del regimiento, da una linda vuelta con un interesante desnivel, y retoma hasta la tranquera del camino que lleva a la Rosales. Y me sentí muy bien. Con buen aire, con fuerza. A tres semanas del tetra todo cambia. La cabeza ya está ahí, en ese día, en ese momento. Pude dar la vuelta sin mayores inconvenientes, en 44 min. Llegué a casa conforme, contento, tranquilo. Y entonces me dice Adri que llamó nuestra amiga Irene, compañera del Ruso Alexei, instructor de ski del cerro que, sin conocerme, me ofreció un equipo de ski para correr el tetra. Resulta que hace unos días Adri le estaba contando a Irene toda esta locura, en eso llegó el Ruso, la escuchó, e inmediatamente le ofrecio una tablas y botas para mi. Irene nos decía que ya podíamos pasar a buscar las tablas, y eso hicimos. ¡Gracias Ruso! Te aseguro que las cuidaré con mi vida. Esta nueva persona que soy, además de hacer deportes, ya no pierde las cosas. Máxima concentración, máximo cuidado, siempre atento, siempre alerta. El riesgo es dejar de estar pensando pavadas todo el tiempo (para algunos en eso consiste la filosofía) para estar pendiente de las cosas prácticas de la vida. En todo caso, el sano equilibrio es el secreto de cualquier virtud.
Asi que finalmente tengo todo listo para empezar a esquiar. Hoy domingo hubiera sido el día, pero recordemos que es el día del niño. Ya le dimos los regalos a las niñas y compartiremos todo el día con ellas. Buscando ese sano equilibrio, iremos al cerro a tirarnos en culipatín y, aconsejado por mi entrenador, llevaré las tablas para mandarme un par de trepadas por la nieve y algunos descensos.
Y el sabado que viene, entrenamiento fuerte con el Tano Pío, juez imparcial en este asunto quien, a fin de poder llevar adelante dicha tarea, correrá el Tetra para seguir de cerca cada uno de mis pasos. ¡Vamos Tano todavía!
Archi, estás invitado para compartir el día de entrenamiento de Ski con nosotros. Eso sí, nada de cervecitas, pizzas o cosas dulces en el cerro, tomando sol, como a vos te gusta. Esto es para en-tre-nar.

viernes, 6 de agosto de 2010

¡Se acabó la joda!

¡Oportuno mensaje de Mr. T! ¡Qué fácil que es dejarse llevar por los nervios! Lo cierto es que me quedan 20 días de entrenamiento a full, con tres días para esquiar, algunos más para trepar con las botas y los equipos, varios kilómetros de bicicleta y correr con toda la alegría de estar preparándome para la carrera más linda de mi vida. Y seguro remaré varias veces. Porque la vida es para esto, para disfrutarla, para divertirse y para esforzarse en las buenas y en las malas. ¡Vamos todavía! Un fuerte aliento para todos los que este año van a correr el tetra. Nos vemos en la largada y, por supuesto, en la llegada. ¡Qué ganas tengo de que llegue el día!

Nadie dijo que iba a ser fácil...

Es mucho tiempo. Mucha concentración y dedicación. Esfuerzo, perseverancia y disciplina. Y, al menos en mi caso, bastante presión. En este momento el mayor desafío es mantener la calma. No les voy a decir que no comienzo a asustarme. Son ocho horas de carrera. Nunca en mi vida me enfrenté a algo así. Por otra parte, lo desconocido siempre atemoriza. "¿Podré?", me pregunto casi a diario. Aún no me veo a mí mismo como un tetratleta, esa palabra acuñada por el amigo Pancho Ibañez que seguramente significa un montón de cosas...

miércoles, 4 de agosto de 2010

Alegría e` tísico

Estoy corriendo por la bajada de Sinclair cuando recibo un mensaje de texto en mi teléfono celular (que es mi cronómetro oficial desde que empecé el entrenamiento): "Lucas apareció la pala!!! Llamalo a Tomás". Freno en seco con una alegría inconmensurable. Hacía menos de dos horas que había hablado con mi madre quien se había comprometido a rezarle a San Antonio, santo patrono de las cosas perdidas que, dicho sea de paso, nunca la ha decepcionado. ¿Será posible el milagro?¿Tan rápido? Lo llamo a Tomás para celebrar y me cuenta que un amigo de él lo llamó diciéndole que había escuchado en FM de la Montaña que la pala había aparecido en el Lago Lolog. Y ahí lo comprendí todo. Justo esta mañana Adriana me había comentado que al leer la nota de extravío Bernarda se había equivocado y había dicho que la pala se había perdido en las inmediaciones del Lago Lolog... fue todo un mal entendido. Tomás me recomienda llamar a la radio por las dudas y, como es él, me dice que aunque no aparezca la pala tengo que volver a remar sí o sí, a como de lugar. Arranqué a correr más fuerte, con la alegría que se fue tan rápido como vino. Llegué al asfalto y me metí por la virgencita que está frente al regimiento. Le dejé una plegaria y me adentré hacia la zona de tiro. El recorrido que encaro es el mismo que el de la North Face, lindo, con pendiente, esta vez con bastante hielo y nieve. Trepo, trepo y trepo. Al mediodía Ivan Marcovesky me había comentado sobre un par de lugares en donde puedo comprar una pala usada. Aparentemente no son tan caras. Justo este no es un buen momento para entrar en este tipo de gastos inesperados, pero veré que puedo hacer. Todo tiene solución. Encima el Archi está más envalentonado que nunca. Dicen que anda por el pueblo con una sonrisa de oreja a oreja. Le encanta que sople mucho viento, que los días se nublen, que el frío se vaya por abajo del cero. Aprieto el paso. Corro por senderos nevados a paso firme, retomo el camino, salto la tranquera y encaro la subida de Sinclair con un ritmo veloz. El archi cree haber hecho conmigo un "negocio seguro". Desconozco cuánto sabe de negocios, lo que es seguro es que aún no tiene idea de quién soy. Después del 28 tendrá que redefinir, al menos, su noción de "seguro", a quien -por cierto- se lo llevaron preso.

martes, 3 de agosto de 2010

Recuperando la mística

La hora se aproxima. El destino inevitable se acerca. Hubo aciertos, hubo caídas. No teníamos nada, lo tuvimos todo. Perdimos, ganamos. Pocos saben qué es lo imprescindible. Qué se tiene que tener para cumplir el objetivo, llegar a la meta. Horas y horas de entrenamiento de nada servirían si no se tiene lo único que hay que tener. Y eso no se compra ni se vende. Mi entrenador lo sabe, él lo posee. Y ha estado intentando transmitírmelo. Vaya que me ha costado trabajo. Pero quizás no sea tarde. Quizás esté aún por buen camino. Quizás sea hora de cerrar los ojos y confiar en lo poco que se ha aprendido. Archi, ya nada podrá detenernos. Prepará la billetera, que garpás el asado.

lunes, 2 de agosto de 2010

Frío, sol y un palo de escoba

Hoy amaneció con cinco grados bajo cero. A la hora de salir a correr la temperatura había subido sólo un grado, pero había sol. El cielo estaba totalmente despejado y yo tenía la intención de correr unos diez kilómetros. El aire helado entrando a los pulmones es una sensación que aprendí a disfrutar. Y me di cuenta de mi suerte. Estar corriendo por estos lugares en un día así espanta cualquier atisbo de depresión. Voy a correr el Tetra. Es un hecho. No son muchas las personas que lo han corrido. Algunos miles, en estos 24 años de historia. Y si bien la pala no aparece, puedo entrenar sin problemas haciendo remadas con un palo de escoba, un ejercicio durísimo que me enseñó mi entrenador. En el agua, las veces que salí, me sentí cómodo, seguro, con buen manejo de la dirección, pero débil. Me voy a poner fuerte, en estas semanas que quedan, y a otra cosa. Y en cuanto junte el dinero, le compro una pala nueva a Tomás, a todo lujo.

Distancia: 10k, aprox.
Tiempo: 1 hora.

Mientras corría no pude evitar recordar la parte final de un poema de Amado Nervo que me recitó mi madre en nuestra reciente estadía en Buenos Aires:
"Amé, fuí amado, el sol acarició mi faz,
Vida, nada me debes,
Vida, estamos en paz"

Hay que seguir entrenando...

Haber perdido la pala me golpeó fuertemente. Por varias razones. El sábado no salí a entrenar, sumergido en una especie de depresión. Y si uno no está de ánimo, entrenar es simplemente imposible, pues los argumentos que uno encuentra para no hacerlo son innumerables.
Ayer amaneció con un sol impresionante. La noche disipó en parte la oscuridad que me rodeaba y, luego de desayunar, agarré la bici y salí a pedalear. Por supuesto que no pude más que reflexionar sobre mi entrenamiento, este desafío y, sobre todo, mi vida. Entrenar para el Tetratón Chapelco no puede considerarse un entretenimiento, un hobbie o una actividad recreativa. Porque ocupa demasiado tiempo y necesita demasiada dedicación. Y como alguna vez dijo Botín de Plomo, hay que sacrificar muchas otras cosas. Es, por lo tanto, una elección de vida. Hace ya seis meses que estoy en esto y aún no tengo la certeza de estar preparado. Estoy un poco cansado, lo confieso. Y faltando ahora tan poco, cometo una torpeza irreparable. Pedaleando en la nieve, al sol, pensé que a pesar de todo no puedo dejarme caer. No ahora. Hay que seguir, como en la vida. Hacerme responsable, reparar el error, y darle duro en estos últimos días. Con ganas, con alegría. Ya llamé a la radio para dejar el mensaje en la sección de extravíos, esperando que la pala aparezca.
Así las cosas, el resultado está para cualquiera. Sonríe el Archi, ajusta las clavijas el entrenador y yo respiro hondo, me concentro y me dispongo a entrenar. A pesar de todo...