domingo, 28 de febrero de 2010

Sol, Kayak y final del primer mes

Viernes y Sábado de campamento. Cumpleaños de Eli en Filo Huahum. Amigos, fogón y guitarreada. Almuerzo al aire libre con picada regional, ensaladas varias, chorizos, morcillas, asado al asador y cordero. Postres increíbles. Emotivas palabras de Eli. Uno de esos festejos memorables, para una edad muy especial, como ella dijo.
Temblor. Sacudón de la tierra. Desastres naturales. Sin construcciones humanas, un temblor no huele a catástrofe. Es la tierra misma que hace lo que tiene que hacer. No puede negarse. El lago subió y bajó en un balanceo inmenso, pero luego se quedó quieto, igual que antes, desde hace siglos, iluminado por una luna que ya ha visto esto tantas veces. En ese lago espejo, en una mañana clara y serena -y desconociendo por completo las terribles consecuencias del movimiento telúrico- salimos a remar con mi amigo Fernando, quien me reveló los secretos del Kayak. Corrigió mi técnica, me enseñó ejercicios, me familiarizó con la embarcación. Observamos las truchas nadar por debajo nuestro, vimos cómo un Martín Pescador esperaba sabiamente su oportunidad, escuchamos patos salvajes celebrar la vida. Una hora y media de entrenamiento y placer que, finalmente, provocaron en mi una pequeña insolación. Habrá sido el deslubramiento por esta disciplina que, finalizando este primer mes de entrenamiento, comienzo a descubrir y apreciar. Ahora tendré que agarrarle el gusto a remar solo, con lluvia, sin patos ni truchas, y con olas y frío y, seguramente, algo de temor a la muerte. Pero para eso, todos tenemos que estar preparados. Mis condolencias por las víctimas de los desastres naturales y mis condolencias por las víctimas de los desastres humanos.

viernes, 26 de febrero de 2010

No desesperemos... solo hace falta un plan

Sí, esta semana fue dura. Sí, entrené menos. Pero ya hablé con mi entrenador. Le voy a mandar mis horarios y a partir de allí diseñará un plan sin fisuras. Aprovecharemos cada minuto que tengamos para aprovechar. Se evaluará y se corregirá mi alimentación. Se modificará por medio de DSAS (desensibilización sistemática por aproximaciones sucesivas, gran técnica del conductismo, si no me equivoco) mis horarios de sueño. Cada músculo de mi cuerpo comenzará a prepararse para correr el Tetratlón Chapelco 2010. Se está terminando el primer mes de entrenamiento, que no fue más que una pequeña entrada en calor. Ahora empieza lo bueno. Retroceder nunca, rendirse jamás (frase que quedó en mi inconsciente, no recuerdo de qué película, aunque me huele a un film de esos malosos de hollywood, con perdón si algún fanático esta leyendo esto).
Informo que, sin entrenar, me estoy yendo a acampar a Filo Huahum, quizás el último campamento de esta temporada estival, che, no puedo decir que no, tampoco exageremos...

miércoles, 24 de febrero de 2010

...y ahora que tengo bici, no tengo tiempo (otro clásico)

La bici que me prestó el mosca es realmente impresionante. La quiero como se quiere a un hijo adoptivo. Es, podríamos decir, mi bicicleta del corazón. Por supuesto que duerme adentro y hasta puse un juego de herramientitas en su bolso por si hace falta arreglarla. Si puediera, hasta le daría de comer, con eso les digo todo. El otro día fuimos hasta el lolog, 20 kilómetros en total, 1 h 10. Un placer absoluto, eso del movimiento. Poder trasladarse al mismo tiempo que uno está haciendo ejercicio no tiene precio. Vestirme de ciclista me dio, en principio, un poco de vergüenza, como si estuviera estafando a alquien, como que si fuera una especie de impostor. Claro, no había bicicleteado nunca. Después de la primer subida, el dolor en las piernas y la transpiración empecé a sentirme, paulatinamente, merecedor de la vestimenta. Pues sí, cada uno debe merecer el traje que decide ponerse. Allá ellos los farsantes. Complicaciones médicas familiares (nos fuimos con Olivita a Neuquén) me impidieron salir lunes, martes y el día de hoy. Comienza, señores, el momento de la verdad ¿se puede trabajar, ser padre y entrenar para el tetra, todo al mismo tiempo? El tiempo lo dirá...

domingo, 21 de febrero de 2010

¡La vida te da sorpresas!

No es casual que luego de haber adquirido el ánimo correcto haya sucedido lo que a continuación voy a relatar.
Sábado. Cumpleaños de Flor en el Falkner. Día soleado. Llegamos con las niñas a orillas del lago y nos encontramos con la cumpleañera, mi primo -el querido negro santillán- y tres personas extraordinarias: la mosca, luli y mechi. El negro y la mosca pescaban en extrañas embarcaciones denominadas veli boats. Las chicas terminaban de decorar la torta y de preparar las ensaladas. Sobre la parrilla unos chorizos, costeleta de cerdo, salchicha parrillera, morcillas para Oli y un bife de chorizo de exportación. Lago planchado, 24 grados centígrados. Un día soñado. Comimos, nos pusimos al día con los acontecimientos de los últimos años, rematamos el almuerzo con fernet y coca-cola. Casi inevitable en las últimas semanas, el tema de tetra se cuela en la conversación. El mosca, aunque intententando evitar enunciar la frase que titula este blog, nos hizo saber cuánto le gustaría embarcarse él mismo en el desafío y a continuación, espontáneamente, me ofrece prestarme su propia bicicleta para que yo pueda comenzar con esta etapa del entrenamiento. Sí, el mosca me presta la bici hasta el día de la carrera. Su bici. Me la da. Para que yo entrene. Tan simple como la esencia misma de la solidaridad. Me siento abrumado, me parece mucho. Y entonces, luego de este gesto impecable, el compromiso. "Si vos llegás a la meta, yo corro el Tetratlón Chapelco 2011". Como toda sentencia, se toma, inmediatamente, al pie de la letra. Sellada con sangre.

Con la emoción embargándonos a todos, me presionan para que aproveche la cercanía con el lago y entrene adentro del agua. Acepto gustoso:




El día termina con unas pizzas de rúcula y crudo en casa y las sonrisas intentando escapárse de nuestras caras, de lo grandes.

Hoy domingo, temprano, el momento esperado. La entrega.

En una sencilla pero emotiva ceremonia, el mosca me hace entrega de una bicileta que no me había imaginado utilizar ni en mis sueños más optimistas. ¿Cómo hacerle entender a él, el mosca, lo que esto significa para mi?. No tanto por tener una bicicleta para entrenar sino por comprobar que el ser humano, en un mundo del que desconfío, aún es capaz de actitudes como éstas. Sí, estoy convencido de que podemos hacer un mundo mejor. ¡Gracias, Mosca!¡Gracias, hermano!


La Metamorfosis

No soy Gregorio Samsa pero, al igual que él, me he transformado...




Nota: el mosca no sólo me prestó la bici, sino también el casco, la camiseta y las calzas de ciclista...
un grande.

viernes, 19 de febrero de 2010

"Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?" (running teológico)

La vida es como un entrenamiento para el tetra que dura hasta el momento exacto de nuestra muerte. Y uno no puede aflojar, nunca.
Salí a correr más tarde que de costumbre, como a las seis y media. Viernes nublado de una semana agitada. Realmente no tenía ganas, pero me obligué a arrancar. Como siempre los primeros minutos fueron tremendos: me dolían las piernas, los tobillos y los pies y estaba desganado. La primer trepada se me hizo eterna y para colmo el viento frío empèzó a soplar más fuerte. Esos son los momentos en los que uno flaquea. Me faltaba el aire, me dolía el bazo y mis certidumbres se desvanecían a cada paso. Entonces empezó a llover, una llovizna fina, incómoda. Fue ahí cuando mi mayor temor se hizo realidad: puntada en la rodilla. Un dolor que ya conocía, un dolor que pone en peligro la continuidad del desafío. Una voz adentro mío (que sonaba igual que la de Eduardo) me decía que parara, que hiciera dedo, que volviera a casa. "El cuerpo es sabio, hay que escucharlo". Otra voz (que ahora imagino similar a la de Gonzalo) me decía que el verdadero atleta aprende a hacer caso omiso al dolor. Y la lluvia, y el frío... y sí, el dolor inocultable. Me vino a la mente el momento en el que aquel que es hijo del Padre, mostrando su lado más paradigmáticamente humano, lanzó -en la cúspide del sufrimiento- un angustiado reclamo al cielo: "Dios mio, Dios mio ¿por qué me has abandonado?". Instintivamente me acordé de mi amuleto. Abrí el rompevientos y sentí en la palma de mi mano la camiseta de corredor que me regaló Broitman. Supe inmediatamente que no podía parar. Y seguí. Al menos hasta la próxima curva, hasta el próximo recodo del camino. Se abrió ante mi, casi de repente, una larga recta, desafiante, infinita. Para mi asombro -y les aseguro que esto no es una exageración poética- el camino se iluminó con los más cálidos rayos de sol que la última hora de la tarde puede regalar. Me propuse correr hasta alcanzar el punto en el que los últimos brazos del dios helios tocaran la tierra, y llegué lejos, bastante lejos. Cuando las sombras me alcanzaron me di cuenta que había corrido más de la cuenta y que ahora me faltaba volver. Pero mi estado de ánimo ya era otro, habitaba en mí el espíritu del corredor. Bastó con seguir corriendo. Y llegué. Estoy vivo, estoy en carrera.

Cronómetro: 1 h 08´

jueves, 18 de febrero de 2010

Sol negro, depresión, melancolía

Llueve. No sé si podré salir a correr. Y no porque no tenga ganas. El trabajo asalariado, todo un tema. La lluvia en sí no es el problema, sino lo que significa: se acaba el verano. ¿Quién no ha sufrido por el final de las vacaciones?

miércoles, 17 de febrero de 2010

Habemus Fulbim

Cambio y crisis significan prácticamente los mismo. En éstas estamos, viendo cómo acomodamos las cosas. Por tal motivo, el día de ayer, día de adaptación a guarderías y cosas por el estilo, mi entrenamiento consistió, simplemente, en retornar a las canchas de fútbol, quizás el más bonito de los deportes. No sólo por su dinámica y plástica hermosura, sino porque siempre está ahí, cuando uno tiene la cabeza en muchas cosas, para devolver el equilibrio a esta nuestra humana existencia. Ya sea sumergiéndose en la fecha del campeonato nacional un domingo cualquiera de alguna semana complicada o calzándose los cortos y la camiseta para ingresar al campo de juego (movimiento físico que de por sí nos retrotrae a la infancia, etapa de la más auténtica felicidad) el fútbol tiene algo que se asemeja a la alquimia o a la magia, acto ritual que acontece adentro de la cancha. Cualquier cancha, eso es lo de menos: un gimnasio, una sociedad de fomento, cesped sintético, baldosa, cemento, la calle. Que cosa más bonita dejar atrás las preocupaciones mundanas para entrar en un universo en donde las reglas son claras, y donde transpirar corriendo atrás de la pelota junto a tus compañeros, amigos, camaradas, rivales, conocidos y desconocidos, te permite comunicarte en un lenguaje en donde la solidaridad, la hombría, la entereza moral y hasta una cierta visión de mundo se transmite con la belleza del movimiento y la perfección de la esfera, sin mediación de la palabra. Esta vez fuimos tres contra tres, en cancha chica (de lateral a lateral). Un juego rápido, de máxima presición: puro talento.
Con respecto a la bicicleta de Broitman, lamentablemente está muy por encima de mis pretenciones y posibilidades. Tengo que empezar por algo más tranquilo, e ir subiendo poco a poco. Eso sí, la noche de fútbol me deparó un regalo iniciático, de esos que se dan de corredor a corredor. Broitman me obsequió una camiseta para andar en bici de una de las tantas competencias importantes en las que participó, el circuito Nike 03, entre otras cosas para que cuando salga a correr o, en un futuro, a andar en bici, no circule con la tradicional remerita de algodón, tan amateur, tan dada a la chacota. El momento fue tan emotivo como cuando mi entrenador, en un gesto que sigue la misma línea mística, me regaló la remera del Tetra 2007, la que la organización regala a los corredores. Y me di cuenta que en esto del tetra hay mucho fondo. El entrenamiento se emparenta con el ascendente y difícil camino de iniciación de las más arcaicas filosofías y religiones. Me viene a la mente la ardua preparación del pequeño saltamonte para convertirse en un monje shaolín, por ejemplo. Sí, aunque a muchos les cueste creerlo, por ese lado viene la mano.
Así las cosas, Fútbol: 75 minutos.

lunes, 15 de febrero de 2010

Una de cal y una de arena (un clásico)

Hoy nos despertamos con una excelente noticia: Adriana consigió trabajo. Luego de dos entrevistas exitosas y algunos días de ansiedad hoy la confirmaron en el cargo. Más aún: empezó hoy mismo. Genial. Fue un año y medio dedicado exclusivamente a la maternidad. Me saco el sombrero.
Ahora bien, de golpe y porrazo la estructura familiar se ha modificado. Yo empiezo a trabajar el miércoles y Olivia, nuestra pequeña Olivia, tiene que empezar la guardería. Cosas de la vida, todos hemos pasado por eso. La idea original es que asista a la mañana, que yo acomode mis horarios para trabajar en las mañanas y estar a cargo de Oli por las tardes. Todas las tardes. Por supuesto que cuidar a mi pequeña es una tarea que no solo justifica y al mismo tiempo legitima mi existencia sino que además disfruto en grande. ¿A que viene todo esto?-se preguntarán-¿en que se relaciona con el tema que nos reune en este blog? Sencillo: trabajo a la mañana, cuido a Oli en la tarde y trabajo en la tarde-noche... ¿podré seguir con mi rutina de entrenamiento? ¿Será que Eduardo tiene razón y esta fue una locura de verano y vacaciones?
Con estas ideas preocupantes en mi cabeza me subí a la bicicleta fija. Sesenta minutos, con pedales pesaditos. Hace unos días mi entrenador me hizo notar que los pedales de la condenada son cortitos, como de bicicleta de niño. Desde ese momento que me visualizo a mí mismo montado en un pequeño rodado, como para Olivia. Y cuando le pongo peso, es como si me largara en una bicicletita a subir la barranca de Perú, allá en el bajo. Las piernas se me trituran.
Otra buena: mi amigo Esteban Broitman me acaba de ofrecer una bicicleta, que está vendiendo. Tiene dos tetras encima, un plus importantísimo.
En fin, así es la vida... una de cal y una de arena.

domingo, 14 de febrero de 2010

Una hora, acompañando el final del Tour

Y sí, hoy que se cumplen dos semanas del comienzo del entrenamiento, alcancé los 60 minutos corriendo. Para mayor emotividad, compartí parte del recorrido con los ciclistas del Tour de la Patagonia. Y en un momento por demás emocionante me crucé con Gonzalo y Marcelo que venían muy bien, adelante y enteros. "¡Vamos Luquitas!", me gritó mi entrenador. "¡Vamos Gonza!", respondí yo. Esas fueron las únicas palabras, pero ambos supimos que estábamos dejando todo en la ruta. Como el mismo Gonzalo suele decir: "el tema de la felicidad lo tenemos resuelto".

viernes, 12 de febrero de 2010

Se largó el Tour

Hoy me levanté temprano. Hacía frío y estaba para unos mates. En la radio anunciaban que ya se había largado el Tour de la Patagonia, por lo que así como estaba salí corriendo para la tranquera que lleva a la laguna rosales -cerca de mi casa- por donde iban a pasar los competidores. En la tranquera solo había un gendarme. Buen pibe, el gendarme. Y ahí nomás, a los dos minutos, vemos acercarse al primer equipo. Venían muy fuerte, los locos. Y enseguida los segundos, terceros, etc. 800 competidores. Y sí, en el pelotón de punta vi pasar a mi entrenador. Venían subiendo como un verdadero equipo, totalmente sincronizados y a la par. Y con ese frío matinal, en un día que luego sería soleado, más que volver a casa a tomar los pendientes mates calientes, hubiera dado lo que sea por estar ahí arriba de la bicicleta, luchando por un puesto. Motivador.

Está es la imagen del equipo de Gonzalo y Marcelo, tremendos atletas:


Por mi parte, con toda las ganas que me transmitieron los 800 ciclistas, esto es lo que me toca hacer hoy:


Insisto: los que quieran cambiar su voto, están a tiempo...

jueves, 11 de febrero de 2010

Sol, más cronómetro y el tour de la patagonia

Menos pluma. Hoy, 50 minutos corriendo, que no es moco e´pavo. Mi entrenador, Gonzalo, larga mañana el tour de la patagonia , con su compañero Marcelo. Desde aquí, todo lo mejor para ellos, que seguro lo disfrutarán. Igualmente para Ivan Marcovesky y Tomás Gutierrez, un equipo que se las trae. Por las dudas, yo ni me animo a pensar "quiero correr el tour de la patagonia", a ver si también me enguampan en esa.
¡Suerte muchachos! A dejar todo en la carrera....

Primeros principios y causas últimas

Estoy seguro de que la mayoría de las personas alguna vez dijo cosas como "quiero perder peso", o "quiero ir a París" o, inlcuso, "quiero hacer de este mundo un lugar mejor". Son deseos sinceros que se dicen con la ligereza propia que tienen las palabras. Y no está mal, porque detrás de esas palabras seguramente se esconde un sentimiento noble. Tal fue el espíritu de mi sentencia, aquella noche de agosto: "Quiero correr el Tetra". Sucedió que al instante siguiente, y con una carcajada entrecortada, Eduardo, el querido Edu, soltó despreocupado un irresponsable "Apuesto lo que quieras a que no llegás ni loco". Yo estaba dispuesto a dejar pasar la afrenta cuando, intespestivamente, Gonzalo (mi ahora entrenador) se levantó seguro de sí mismo y retrucó: "llega con los ojos cerrados, acepto la apuesta". Y ahí quedé yo, en el medio de un duelo que me involucraba directamente. Ahora, una vez que el hecho está decidido, es tiempo de realizar una tardía reflexión y, en un esfuerzo introspectivo, desentrañar las causas que me motivaron a soltar, alegremente, una frase tan comprometedora. Las primeras razones que se me ocurren, para querer correr el Tetra, son:
1. Si llego a la meta, Edu paga el asado (en un steak house de miami).
2. Ya que me estoy quedando pelado, al menos no voy a estar tan gordo.
3. Tendré que comprarme la bicicleta que nunca tuve (es decir, una buena bicicleta).
4. Voy a sentir lo que es flotar en un lago.
5. Los tres días de pase más la remera que te regalan con la inscripción.
6. Algo que hacer, ya que me cortaron el cable.

No son muchas, pero ya son seis...

Compro bicicleta usada, preferiblemente que conozca de memoria el recorrido del Tetra.

Tengo que admitirlo: no me banco más la bicicleta fija. Es un artefacto endemoniado y contra-natura. Uno pedalea, pedalea y pedalea y la muy guacha no se mueve ni un centímetro. Semejante contradicción vuelve loco a cualquiera. Y los que se subieron alguna vez a tan macabro "transporte" saben lo angustiante que es pasar minuto tras minuto con la quietud que te rodea y esa sensación inequivoca de que uno se está prestando a hacer el papel del perfecto idiota. "¡No ves que no se mueve, flaco!" Me averguenzo con los vecinos, me escondo en la capucha del buzo y sufro doblemente para mis adentros: por el esfuerzo que estoy haciendo y por lo improductivo que es. Hoy, para colmo, me tocó empezar tarde, como a las nueve y veinte de la noche, en un rincón oscuro y frio del garage. Que poco vale la vida en esos momentos... quizás Edu tenga razón y lo único que importa es gozar la vida. ¿Vale la pena sufrir tanto? Mañana será otro día, y me propongo hacer una lista que responda a una simple pregunta, que hace poco me hicieron y no supe responder: ¿para qué quiero correr el Tetra?

martes, 9 de febrero de 2010

Running Cartesiano

Haciéndole caso a mi amiga Adriana hoy salí a correr a la hora de la siesta y, para colmo, de un día nublado (tema cerrado). A los poco metros tomé conciencia, repentinamente, de que hay algo inherente al correr: el pensar. Un pensar interesante, porque no es del todo libre. A los tres minutos uno empieza a quejarse: "ya me duele la planta del pie", "no voy a poder correr dos pasos más", "para qué me metí en esto". Tanto costaba mover mi cuerpo que me fuí directo a la primer ley de Newton: “Un sistema de referencia en el que son válidas las leyes de la física clásica es aquel en el cual todo cuerpo permanece en un estado de movimiento rectilíneo y uniforme en ausencia de fuerzas.” El problema es la inercia. Los primero metros (unos 3.000) cuestan un gran trabajo, pero una vez que uno pone el cuerpo en movimiento este -el movimiento- permancerá rectilineo y uniforme. Así, elucubré que me quedan unos seis meses para descifrar como anular la totalidad de las fuerzas que inciden en mi cuerpo y lo detienen y de esa manera el Tetra estaría asegurado. Lo cierto es que luego de diez minutos la cosa se normaliza y, de cierta manera, el cuerpo como que va solo (un capo, Newton). Por supuesto, pensando en el pensar uno no puede no pensar en Descartes, quién dudo de todo, excepto de que pensamos. En eso estaba cuando de repente ocurió lo inesperado: el agotamiento a causa de una lomita inoportuna llevo mi cuerpo a un estado de extenuación tal que dejé de pensar. Lo intentaba, pero solo podía seguir corriendo. No hilaba ya ninguna de las divagaciones que tanto me venían entreteniendo. Y mi cuerpo, de alguna manera extraña, se fundió con mi pensamiento y el secreto de la existencia se me hizo patente. Luego de tal experiencia no me ha quedado más remedio que, con total humildad, reformular la famosísima sentencia cartesiana que, para ser más precisa o, como gustaba decir él, clara y distinta, quedaría de la siguiente manera:
"Corro, luego existo"
Tiempo: 37 min.
Distancia: Incierta.

lunes, 8 de febrero de 2010

Los días nublados ¿también se sale a correr?

Quiso la providencia que hasta ahora todos los días en los que salí a correr fueran soleados. De esa manera el sol, cual dios que gobierna las más altas esferas celestes, observó con regosijo mis esfurezos y sudores. Pero hoy no fue así. Al crítico momento de la siesta, del que ya hemos hablado, se le sumó la insólita situación de estar nublado. Y los días nublados y fríos son -y esto lo sabe todo el mundo- para quedarse en casa leyendo un buen libro. Me entretuve un rato en estas reflexiones cuando surguieron un par de obligaciones familiares y laborales que me impidieron salir a correr. Estoy desorganizado. Al estar de vacaciones, aún no me puse un horario fijo de entrenamiento. Este error quedará enmendado a partir de hoy.

Nota: entre los comentaristas más asiduos se encuentran las dos personas que, al levantar una poco usual apuesta, me pusieron en este lugar. Supongo que ya los habrán reconocido...

Esquel, un par de depósitos y una aclaración

Por primera vez en lo que va de entrenamiento tuve que enfrentarme a una situación particular: irme de viaje y no interrumpir la actividad física. El miércoles antes de partir tuve que hacer esa infinidad de cosas que hacen falta hacer para prepararse para un viaje (Adriana siempre hace el triple de lo que llego a hacer yo, va aquí mi homenaje), por lo que estuve casi todo el día afuera. Llegamos a casa tarde, como a las ocho y media, y yo no había hecho nada. Cansado, desganado, me acordé de la metáfora bancaria que me dejo mi sabio entrenador (ver comentario). Por lo qué, pensando en el día del tetra, me subí a mi bicicleta fija y pedalié una hora completa. El depósito de ese día estaba realizado.
El jueves partimos a las siete de la mañana y llegamos a Esquel a eso de las seis de la tarde(hubo una extensa parada para comer y pasear por la feria del Bolsón). Entre la camaradería propia de una visita y las horas acumuladas de viaje, ese día no entrené, lo admito. Pero había viajado todo el día, che. En fin, me acosté con cargo de culpa, y bien entrada la noche.
El viernes, ese día sí, realicé una fantasía alimentada por años: me desperté temprano, antes que todos en la casa, me vestí y salí a correr. Una ciudad desconocida, un frescor bien patagónico y una senda aeróbica impecable. Cada quinientos metros instalaron un cartel con postas para ir realizando diferentes ejercicios. Casi sin darme cuenta llegué a la séptima posta y volví como quien silba bajito. Una maravilla: 7 Kilómetros, 42 minutos. Cuando llegué a la casa de mi hermano y aún todos dormian, senti por primera vez en lo que llevo de entrenamiento una cierta sensación de felicidad. Sí, haber corrido a esa hora y en ese lugar estuvo bien.
El sábado fue el cumpleaños de Delfi, mi sobrina, y entre tantos preparativos y sin poder conseguir ninguna bicicleta (ni móvil ni fija) me quedé sin hacer nada. Pero que bien la pasé.
Domingo: viaje de regreso, parada en Bariloche, llegada a las diez de la noche, obviamente, tampoco pude hacer nada.
Balance: de cuatro días de viaje, entrené un día. ¡Impresionante!

Aclaración: Estoy sorprendido por los resultados que está tirando la encuesta. Quizás se deba a que Malena hizo circular una información en donde decía que el Tetra consiste en 1 km. de Ski, 1 km. de bici, 1 Km. de Kayak y 1 Km de correr. Esa información, aunque delata la hermosura de la inocencia infantil, no es correcta. Repito: no es correcta. Las distancias son mucho mayores, por lo que los que quieran volver a votar en vista del cambio de circunsatancias, siéntanse en la libertad de hacerlo, por más cariño que me tengan. Digo, para que las encuestas reflejen mejor la realidad.

miércoles, 3 de febrero de 2010

El fútbol ¿se considera parte del entrenamiento?

El día de ayer prácticamente no pude caminar. Dolor intenso en las piernas. Al mediodía preparamos un vacío a la parrila acompañado de una botellita de vino, para ver si las piernas se recuperaban. Decidí tomar la hora y media de fulbito de la noche de los martes como parte del entrenamiento, a modo de recuperación, pero tuve una actuación lamentable. Sé de ciertos atletas que opinan que para correr el tetra directamente hay que abandonar el fútbol. Claro, es que uno se divierte. Y por lo que estoy viendo el condimento clave de prepararse para el tetra es el sufrimiento...
Por las dudas, dejo constancia de esos momentos en los que al menos intenté mover las piernas.
Fútbol: 1 1/2 hora.
Goles: 0 (como arquero, me clavaron 4).

martes, 2 de febrero de 2010

¿Dormir la siesta o salir a correr?

Ayer, segundo día de mi entrenamiento, me encontré a mí mismo inmerso en este terrible dilema. Acostado en mi cama, en esa incierta hora en la que comienza la siesta, comprendí plenamente la dualidad cuerpo y alma. Porque mi cuerpo, ese ente que existe en el mundo, me llevaba de plano a una quietud por demás placentera. Y convencía a mi alma -que se dejaba llevar en ese amodorramiento delicioso, en donde los pensamientos se tornan confusos, a mitad de camino entre la vigilia y el sueño- para que se entregara de lleno a la vida buena. Pero una parte de mí, quizás la más testaruda y seguramente la menos racional, me decía que tenía que salir a correr, porque eso requería mi entrenamiento. Tuve que hacer un esfuerzo indescriprible ya que los argumentos de mi cuerpo eran insuperables: ¿cómo me iba a someter al sufrimiento si el placer completo, total, estaba ahí al alcance de mi mano? Porque la siesta no es una necesidad básica, para eso está el sueño nocturno. La siesta es un gozo absoluto, un deleite diurno comparable a los más suculentos manjares. Pero no, esta idea loca de correr el tetra hizo que me levantara, me pusiera las zapatillas, la remera de correr que me regaló mi entrenador, y saliera, a pleno rayo de sol, a correr.
Tiempo total: 40 min,
Distancia: 4 km. aprox.
Mi mayor temor era que me doliera la rodilla, pero por suerte no me dolió (me dolió todo el resto del cuerpo, excepto la rodilla).
Sé que es poco tiempo y poca distancia, pero el sufrimiento fue tremendo. ¿Por qué someter al cuerpo al sufrimiento si es tan fácil entregarlo al placer? Dejaré esa meditación para próximas entradas...

lunes, 1 de febrero de 2010

Domingo sin el diario

Justo se me ocurrió la poco feliz idea de comenzar el entrenamiento oficial un domingo, día tan cargado de significado. En mi temprana infancia era el difícil día de la misa, los canelones caseros y la lenta agonía previa al lunes de colegio. Ya en mi adolescencia me libré de la misa, pero no de la angustia, sobre todo cuando Boca perdía. De casado, eran las deliciosas mañanas de leer el diario hasta tarde, con medialunas en la cama. Eso también se perdió con la llegada de las niñas y, más aún, aquí en San Martín de los Andes, en donde los diarios que solíamos leer llegan a las tres de la tarde. Tuve épocas, es cierto, de utilizar el domingo para la actividad física, preponderantemente recreativa. Por insólito que parezca durante años jugué al básquet los domingos a la mañana en equipos mixtos en el gimnasio de la Goethe-Schule de la horqueta, trasnochados todos por aquellos sábados de gloria. En Caracas, durante un tiempo salimos a bicicletear por la cota mil con amigos poco deportistas pero muy divertidos. Nunca antes había utilizado el domingo para una jornada de entrenamiento. Ayer, no me quedó más remedio: 1 hora de bicicleta (fija).