miércoles, 18 de agosto de 2010

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Hoy pasó de todo. Temprano en la mañana recibo un revelador mail de mi viejo en el que encuentro, luego de haberle dado tantas vueltas al asunto, la razón de ser de todo este desafío. Durante largas noches intenté en vano descubrir el motivo por el cual, aquella fría noche de agosto, solté la ya conocida frase: "Quiero correr el Tetra". Un descuido, un acto fallido, un exabrupto del inconciente. Casualmente hace unos días cité a Freud, quien seguramente se haría un banquete con este particular caso. Resulta ser que todo esto no comienza hace siete meses, sino hace 32 años, en una destemplada mañana de abril de 1978. Puedo saber esto a ciencia cierta gracias a la siguiente imagen que vino adjunta en el mail de mi viejo (cuyo contenido, por razones estrictamente personales, nunca llegará a la luz pública).

Pues sí, señores, estoy entrenando para correr esta carrera desde los tres años, y ni yo lo sabía. Desde ese primer entrenamiento con mi padre -mi ídiolo- estoy predestinado a correr carreras. Quiso la vida que me desviara del camino, me distrajera con la música, con la filosofía y con tantas otras cosas. Pero evidentemente comprendí, a tan temprana edad, que cultivar el buen estado físico es una de las fuentes de la felicidad (quizás lo borroso de la imagen no permita ver la irreprochable sonrisa de aquel que fui yo, hace tanto tiempo).

En fin, luego de este shock emocional, y a pesar del pronóstico de lluvia, no tenía más remedio que salir a correr. Y lo hice, pero con un sol impresionante. El camino hacia el lolog todo cubierto de nieve no deja de sorprenderme, maravillarme. Y ese sol me confirmó, una vez más, que los pronósticos meteorológicos no tienen ningún sentido. No creo en ellos. Sí creo en las fuerzas de la naturaleza, si creo en nuestra posible comunión con ellas, si creo en los efluvios, en los rituales, en las experiencias místicas. Por tal motivo, poco importa qué es lo que se pronostique para el día del Tetra. La montaña y sus misterios seguramente me acompañarán en una jornada que promete ser no sólo inolvidable, sino también trascendental en mi insignificante existencia.

Mientras corría logré comprender el por qué del entusiasmo de mi viejo en correr esos últimos 100 mts. conmigo. Para él, quién lo acompañará en ese trayecto es aquel niñito que aprendió a correr a su lado. Imposible no ponerse sentimental. Así las cosas, llegué a casa pensando en mis adoradas hijas. Y aprovechando el sol y la nieve, no hubo mejor opción que hacer, con ellas, un muñeco de nieve (y me disculpan esta foto que en este momento no tiene nada que ver con el entrenamiento, pero que se yo, quizás en un futuro sí, y de paso sirve para que los corredores que aun no han llegado vean que la cantidad de nieve es interesantísima).


Por la tade pasé por lo de mi entrenador a buscar a Adri. Pulimos algunos detalles del final del entrenamiento, hicimos una lista de cosas imprescindibles para el día de la carrera, ajustamos nuestros cronómetros y conversamos sobre el tremendo asado que nos vamos a comer. Cuando iba saliendo, con aires triunfales, de la casa de mi entrenador ¿Quién llega? El Archi. Llegaba a buscar a Adrianita. Y de sopetón me pregunta ¿te gustan los sweaters? Si bien quedé desolocado por la pregunta, respondí afirmativamente, por lo que quedamos en ir para su casa, pues me comenta que tiene un hermoso sweater azul para pasarme. Que grande el archi, pensé. Vamos para su casa y baja con un pesado y fino sweater para mi. Emocionado, lo abrazo y le agradezco el presente. ¿Cuánto calzas?, me pregunta a continuación. 40, 41, respondo titubiante. Ya vengo, me dice, y baja al rato con dos botas para nieve im-pre-sio-nan-tes. De esas totalmente impermeables, traidas directamente de los Estados Unidos de Norteamérica. Boquiabierto, incrédulo, agradecido, le doy un segundo abrazo al Archi y salgo de su casa con un sweater y un calzado a estrenar bajo el brazo. Y pienso: qué grande el Archi, qué buen pibe, qué lindo gesto, qué lo tiró. Y justo antes de despedirnos, me lanza ¿me imagino que con todo esto ya no hace falta terminar el tetra, no? Y lo comprendo todo. Un manotazo de desesperado, los últimos cartuchos de quien se sabe perdido. Eso o, entrando en razón, una trampa evidente. El sweater perfectamente puede estar atestado de cualquier tipo de virus, las botas tener sustancias nocivas para los pies. En fin, a diez días uno puede esperar cualquier cosa. Claro que, al no tener evidencia concreta sobre estas sospechas, me reí de la chanza del archi y me marché con mis bonitos regalos: ¡Gracias Archi, sos un capo!

4 comentarios:

  1. El Archi sera un capo, pero yo que vos no me pongo ninguna de esas prendas antes del 28 de agosto.

    Usain

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  2. ¡¡¡ Vamos "Archi", todavía !!! que nadie nos podrá privar de los exquisitos etélicos que proveerá "la contra". Un abrazo a todos los bandos y a todos los competidores. LLEGUEN O NÓ LLEGUEN.-

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  3. eduardo el archienemigo19 de agosto de 2010, 21:27

    SOBRE TODO A LOS QUE NO VAN A LLEGAR Y ME HARAN DISFRUTAR DE UN RICO ASADO GRATIS
    OTRA COSA , USAIN ,NO SEAS BOTONAZO

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  4. eduardo el archienemigo19 de agosto de 2010, 21:33

    LUCAS CREE EN LOS EFLUVIOS, Y SOBRE TODO EN LOS EFLUENTES (CLOACALES) QUE ES ASI COMO VA A QUEDAR SI INSISTE, YO CREO QUE YA SABE A ESTA ALTURA QUE NO LLEGA, SI INTENTA SALIR CON EL BOTE , PRESTEN ATENCION !!!!SE LE VA A DAR VUELTA!!!! (tambien podria hundirse por algun agujerito de termitas) o sea las ociones son dos
    o abandona en la bici, o lo abandono en el agua
    por suerte hay lanchitas que lo van a llevar a la costa, algo humedecido. pero bueno el que busca encuentra
    CADA VEZ ESTOY MAS SEGURO DE GANAR

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