El lunes de esta semana (que debería ser feriada toda la semana) salí en la bicicleta, como indica el plan. Una vuelta a la rosales y luego enfilar para el lolog. Una vuelta linda, conocida. Sin novedades, sin contratiempos, relajada. Bueno, igual siempre se sufre, sobre todo en los ascensos polvorosos, pesados. Hoy descanso planificado y mañana... llegan mis viejos. Pongo en duda, entrenador, que miercoles y jueves pueda seguir el plan. Estoy loco, sí, pero como bien dice el archi (che, le estoy dando la razón más de lo aconsejable) la familia es la familia. En la mañana, que me tocarían 40 minutos intensos de runnig (en ingles es más fácil, además "corrida" me suena a palabra españoleta), debería quedarme a terminar de cortar el pasto y arreglar la casa. Y el jueves es para compartir con ellos, porque ese mismo día a la tarde siguen para Bariloche. No quiero sentirme culpable por no entrenar. Pero sé que en los manuales de los locos que corren ni siquiera esto es excusa. Que macana. No sé bien que hacer. Mañana veré... si es que me volví completamente loco.
Tiempo: 1h 35m
Distancia: No la medí...
La North Face Endurance Chalenge tiene un condimento menos: el archienemigo no la corre... ¡Arrugó!
martes, 30 de marzo de 2010
domingo, 28 de marzo de 2010
Necesidades creadas, obsesión e insensatez (o de los efectos secundarios de intentar ser un tetratleta)
Luego de las sabias palabras dejadas por TMG en un comentario el día de ayer, hoy desperté con nuevos bríos. Mi entrenador me había citado el día de hoy para comenzar con la etapa del Kayak. Lo que yo tenía que hacer era, ni más ni menos, conseguir un Kayak. Tengo dos grandes amigos que me han ofrecido prestarme el suyo: Dicky y Christian. Sin embargo, el día de hoy, al momento de tener que realizar las llamadas para concretar el mangazo, comenzaron mis cavilaciones. ¿Es correcto pedir prestado un kayak?¿No es mucho?¿No es un abuso? Dicky ya me había prestado la cortadora de pasto para arreglar el jardín el día de ayer, ¿llamarlo hoy para, además, pedirle su kayak? A todas luces me parecía fuera de lugar. Uno debe arroparse hasta donde le llega la cobija. Y si todavía no tengo kayak, tendré que ver como consigo uno sin molestar a nadie. Así las cosas le mandé un mensaje de texto a mi entrenador anunciando que no podría ser de la partida, y me quedé con una bronca.... Quizás dentro de la verborragia del archienemigo uno pueda encontrar algo de razón. En un día de sol, comenzando el otoño, con una invitación de amigos para ir a comer unas hamburguesas al lado del lago, yo estaba angustiado porque no tenía un kayak para ir a remar. Una necesidad que antes no tenía. En cualquier domingo como el de hoy hubiera sido perfectamente feliz. A esto se le sumaba la falta de entrenamiento de ayer y la necesidad de compenzarlo hoy. Con un humor de perros, nos subimos todos al auto y enfilamos para catritre. Allí, el sol, los amigos, y las hamburguesas lograron revertir en parte mi estado anímico. Y entonces llegó mi entrenador con el grupo de kayakistas. Asumiendo a pleno sus responsabilidades, me mandó a subirme a su embarcación y con su escolta y la del Tano nos enfilamos para Quila-Quina. Me llenaron de información, me pasaron técnicas, me corrigieron cada movimiento. Me sentí deportista, importante, querido. ¿Cómo agradecerle a estos dos muchachos el empeño con el que se preocupan por mi preparación? Son esas cosas que nunca se olvidarán, esas cosas que sólo te da el hecho de estar preparándote para un tetra.
Siguió la tarde, aparecieron el Laucha y Silvana, nos tomamos unos mates entre todos los que quedabamos y para cerrar con broche de oro, vuelvo corriendo hasta casa. Sí señores, Catritre-los Robles en un espléndido atardecer de otoño. Llegué muerto, de noche y con frío, pero finalmente satisfecho. Adri me esperaba con un baño de espuma y ñoquis de espinaca caseros. Lo que es seguro es que si no traspiraba la camiseta este domingo, no iba a poder dormir. Señal de que voy por buen camino o -según cómo se mire- que me estoy convirtiendo en una persona de raciocinio incierto.
Kayak
Distancia: catritre-quila-quina-catritre
Tiempo: 40m aprox.
Corrida
Distancia: 13k aprox.
Tiempo: 1h 25m
Y ahora, a dormir en paz...
Siguió la tarde, aparecieron el Laucha y Silvana, nos tomamos unos mates entre todos los que quedabamos y para cerrar con broche de oro, vuelvo corriendo hasta casa. Sí señores, Catritre-los Robles en un espléndido atardecer de otoño. Llegué muerto, de noche y con frío, pero finalmente satisfecho. Adri me esperaba con un baño de espuma y ñoquis de espinaca caseros. Lo que es seguro es que si no traspiraba la camiseta este domingo, no iba a poder dormir. Señal de que voy por buen camino o -según cómo se mire- que me estoy convirtiendo en una persona de raciocinio incierto.
Kayak
Distancia: catritre-quila-quina-catritre
Tiempo: 40m aprox.
Corrida
Distancia: 13k aprox.
Tiempo: 1h 25m
Y ahora, a dormir en paz...
sábado, 27 de marzo de 2010
Honestidad Brutal
Hoy no entrené. Y me siento pésimo, fatal. Como que si estuviera traicionando a tanta gente que cree en mi, que cree que realmente voy a poder correr el tetra. Lo que pasa es que el miércoles llegan mis viejos y quise arreglar un poco el jardín. Mi vieja es la primera vez que viene a San Martín y quiero que lo vea lindo, empezando por mi casa. Que le vamos a hacer, la vieja es la vieja. No tuve mejor idea que ponerme a desmalezar el frente de mi casa, pero sin desmalezadora. Ni machete. Me puse a desmalezar con un serrucho. Y me dio un trabajo de la hostia. Toda la tarde serruchando los yuyos, los matorrales y unos sauces que tapaban toda la entrada al garage. Y no me di cuenta y se me hicieron las siete y media. Hoy quería correr 21k, para prepararme para la carrera. Si hasta lo había conversado con mi entrenador al mediodía. Y les juro que tenía ganas y todo. Pero cuando medio terminé el trabajo, que encima quedó desprolijo (el serrucho está bastante baqueteado), ya era tarde para salir. Y me senté a descansar un poco y a tomarme un café con leche. Y no salí. Y realmente me siento fatal. Un día perdido es un día que no se recupera. Mal, muy mal.
jueves, 25 de marzo de 2010
Zanahoria, sufrimiento y una liebre dormida
Mi entrenador se tomó el fin de semana para hacer una bicileteada a Miramas, un lugar lejano del que nunca había escuchado. En las fotos puede reconocer a Tomás, Iván y Pipi, entre otros ciclistas que no conozco. El recorrido se ve espectacular, lo mismo que el refugio, en donde además de comer un asado y tomar cervezas bien heladas, cerraron la velada con truco y wishky. La próxima salida, si estoy en el nivel, voy (como es gente super entrenada, seguramente esté a su nivel en el 2021, pero el incentivo igual es bueno, y aprecio el gesto de mi entrenador). Aqui dejo fotos del refugio y de los lugares a los que, en algún momento, podré llegar en bicileta.
Volviendo a lo nuestro, hoy sali a correr y sufrí más que de costumbre. Los 10 kilómetros de la vuelta a la Rosales se me hicieron de goma. No sé si fue cansancio de piernas acumulado o mal sueño, pero todo el recorrido lo hice mentalmente agobiado. ¿Será que estoy retrocediendo? De hecho, la vuelta la hice al revés, entrando por arriba. En la parte de los senderos me encontré con una liebre dormida. Así, en la mitad del camino, veo como una piedra grande y cuando me acerco me doy cuenta de que es una liebre. No salió corriendo. Llegué a su lado y respiraba profundamente, con los ojos cerrados. Nunca había visto una liebre salvaje durmiendo. ¿Simbólico? Que se yo...
Cronómetro: 1h 11m
Distancia: aprox. 10k
lunes, 22 de marzo de 2010
Camino viejo a Lolog
Lunes otra vez. Bicicleta. Salgo de casa camino al lolog, pero esta vez me meto por el camino viejo. Una linda ruta, repleta de propiedades privadas. Llego a Ruca hue, tierra prometida de mi primo el negro Santillán. La ruta, callejón de Torres, Gingins y los caracoles hasta mi casa. La subida de Sinclair (no sé si se llama así) me atormenta cada vez. En el camino llovió, y no me diluí. Se puede.
Cronómetro: 1h 40m
Distancia: 23k (medidos con el Google Earth)
Les dejo esta imagen (se ve poco, pero el trazo amarillo es el recorrido).
Cronómetro: 1h 40m
Distancia: 23k (medidos con el Google Earth)
Les dejo esta imagen (se ve poco, pero el trazo amarillo es el recorrido).
La verdad de la milanesa
Ayer domigo almorzamos con amigos (cuya identidad no voy a revelar por razones que enseguida comprenderán). Pastas caseras con tuco y crema y un buen vinito tinto. Entre una cosa y otra, les cuento el suceso del sábado pasado, el del hippie, la tabla con el Ángel y el mensaje. Inmediatamente me responden que conocen al hippie, que dibuja ángeles en el pueblo, generalmente en cartones o incluso en el piso. Más aún, tienen conocimientos de buena fuente de que es un muchacho con ciertos problemas de bipolaridad. ¿Anula este dato la posibilidad de que el sujeto en cuestión sea Dios?¿Es prueba irrefutable de que ni siquiera es un mensajero divino?¿Pueden los ángeles del señor encarnarse en la figura de hippies esquizofrénicos? Esta infomación -sumada al vino tinto- me retrae a cierto estado de ostracismo. Con la lluvia de aliada, decido quedarme en casa para terminar "El enigma de París", de Pablo De Santis, que mañana tengo que devolver en la biblioteca. Y no salgo a entrenar. Al fin y al cabo, no solo hay que cultivar el físico, y que mejor que un domingo para entregarse a las tribulaciones del alma. Con las heramientas de los clásicos detectives decimonónicos creo resolver el enigma. Y no puedo evitar acordarme de Friedrich:
"Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Como podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Que agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella?"
Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125.
Y no me queda más remedio que, a sabiendas de que lo que estoy a punto de decir puediera causar incluso más revuelo que la sentencia del filósofo alemán, enunciar lo siguiente: "Dios no ha mueto, tan sólo es bipolar". Y que los teólogos, filósofos y creyentes vean que hacen con esto...
"Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Como podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Que agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella?"
Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125.
Y no me queda más remedio que, a sabiendas de que lo que estoy a punto de decir puediera causar incluso más revuelo que la sentencia del filósofo alemán, enunciar lo siguiente: "Dios no ha mueto, tan sólo es bipolar". Y que los teólogos, filósofos y creyentes vean que hacen con esto...
sábado, 20 de marzo de 2010
Una vuelta a la manzana (Rosales)
Sábado lluvioso. Toca correr. Llevo a Male a lo de Jazmín para que juntas vayan a ver la última película de Tim Burton. Me quedo tomando unos mates con mi amigo Christian (Aprea, del Lacar Gym, excelente gimnasio). Conversamos de la North Face, carrera en la que él estará a cargo de la seguridad de los competidores. Me pregunta por mi entrenamiento. Le comento que me toca correr y que quisiera dar una vuelta por la Rosales. Entramos al Google Earth y medimos la distancia del recorrido. Para mi sorpresa, no pasa de 10k (yo sentía que le estaba dando la vuelta a la tierra). Con este dato bajo el brazo, vuelvo a casa, me cambio y enfilo para la tranquera. La subida por los senderos me cansa bastante, pero me doy cuenta de lo lindo que es correr (sí, escucharon bien: lo lindo que es correr). Desde esas terrazas veo cómo el sol, entre las nubes, ilumina la parte más verde del mallín. Me acuerdo del sábado pasado, sonrío. Sigo corriendo, llego a la Laguna. Encuentro un trozo de madera con la forma de un tiburón. Lo recojo para llevárselo de ragalo a Male. Quizás, pienso, sea una pieza más de algún mensaje cifrado que se me presenta a lo largo del entrenamiento para el Tetra. Y me río con las chanzas que, seguramente, me harán los columnistas de este blog (el archienemigo, mi hermano Quintus, Botin de Plomo y algún otro de estos personajes). Sigo el recorrido, que culmina con un arco iris tremendo (no quiero hacer alusión a señales divinas, por la misma razón que acabo de enunciar). Para mi sopresa, el recorrido se me hizo corto. Tanto respeto que le tenía yo a esta vuelta. Falta poco para la carrera. Quizás, pienso, esté yendo por buen camino. Quizás, reformulo, no tenga idea de lo que me espera.
Cronómetro: 1h 11m
Distancia: Aprox. 10k
Cronómetro: 1h 11m
Distancia: Aprox. 10k
viernes, 19 de marzo de 2010
Esos locos que corren
Mi amigo Broitman me hizo llegar este escrito de Marciano Durán (que Botín de Plomo no diga que estoy viendo extraterrestres). Aquí les dejo sólo un fragmento:
Yo los conozco.
Los he visto muchas veces.
Son raros.
Algunos salen temprano a la mañana y se empeñan en ganarle al sol.Otros se insolan al mediodía, se cansan a la tarde o intentan que no los atropelle un camión por la noche.
Están locos.
En verano corren, trotan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso.En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.
Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles, serpentean caminos de tierra, trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida, esquivan olas en la playa, cruzan puentes de madera, pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques, se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro y corren, corren y corren.
Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, escuchan a los horneros y a las gaviotas, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el viento que pasó por los eucaliptos, la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.
No están bien de la cabeza.
Para los que quieran ver y escuchar este poema, con imágenes de ciclistas, aquí les dejo el siguiente link:
http://www.youtube.com/watch?v=TgS1C9iRzCM&feature=player_embedded
Yo los conozco.
Los he visto muchas veces.
Son raros.
Algunos salen temprano a la mañana y se empeñan en ganarle al sol.Otros se insolan al mediodía, se cansan a la tarde o intentan que no los atropelle un camión por la noche.
Están locos.
En verano corren, trotan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso.En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.
Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles, serpentean caminos de tierra, trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida, esquivan olas en la playa, cruzan puentes de madera, pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques, se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro y corren, corren y corren.
Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, escuchan a los horneros y a las gaviotas, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el viento que pasó por los eucaliptos, la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.
No están bien de la cabeza.
Para los que quieran ver y escuchar este poema, con imágenes de ciclistas, aquí les dejo el siguiente link:
http://www.youtube.com/watch?v=TgS1C9iRzCM&feature=player_embedded
jueves, 18 de marzo de 2010
Imaginaria (una de acción)
Hasta ahora, lo que más me ha movilizado de esto de entrenar para el Tetratlón Chapelco 2010 es el contacto directo con las fuerzas de la naturaleza. Ojo, no es lo mismo que decir "el contacto directo con la Naturaleza". Esto último suena más a paisajes bucólicos, viajes en catamarán, una vuelta en el Red Bus. Yo me refiero a otra cosa, a eso que uno siente cuando está sólo en un sendero, en medio de la montaña. Y las fuerzas de la Naturaleza están ahí, obervándote. Hoy me di cuenta que no debo luchar contra de ellas, sino utilizarlas. Cuando llegue el día, el del tetra, no voy a confiar únicamente en la fuerza que haya obtenido con el entrenamiento: voy a correr con la fuerza del viento, la lluvia, las plantas, el barro, la montaña y todos los seres que habitan este misterioso mundo, que saben que estoy aqui, que saben que estoy entrenando. En esto pensaba hoy cuando mediaba el recorrido por la Laguna Rosales. La idea era dar una vuelta similar a la que tendré que realizar en los 21k de la North Face (como le dicen los amigos). Es un camino que ya conozco, y que me gusta mucho. Llegué a la laguna y me dispuse a rodearla. Crucé algunas casas (impresionantes, poéticas) y seguí el camino pensando en llegar al valle que ya alguna vez había recorrido. Pero el camino empezó a subir. Y subir. Veía cómo el destino final se alejaba, junto con la Laguna. Intuí que por ahí no era la cosa. Fue entonces cuando encontré un sendero que bajaba, alejándose del camino. Y me mandé. Era realmente empinado. Recorrí unos metros y, cuando intenté frenar, di la cásica vuelta completa. Me elevé por sobre el manubrio y caí de lleno contra los matorrales. Mi primer preocupación fue la bicicleta (no le pasó nada, tranquilo Mosca). Luego de chequearla continué bajando a pie, un poco aturdido por la montaña, el golpe y la desorientación. Ya no veía el valle, no veía nada. Me subí cuando la pendiente cesó y seguí el sendero que cada vez se desdibujaba más. Estaba definitivamente perdido. En eso veo un alambre de púas, con cierto sector derribado, como para pasar. Lo cruzo, pedaleo unos metros, cuando de atrás de unos arbustos salió algo que no me hubiera podido imaginar: un pelotón de soldados con fusiles y camuflaje apuntádome directamente. "¡Enemigo!", grita el jefe del pelotón. No puedo describir el susto que me pegué y lo surrealista de la situación. Como pude intenté recomponerme y atiné a preguntar, con una solemnidad poco adecuada para la situación, "Podré pasar por acá, oficial" (¡como que si fuera un cana, que boludo!). El lider hizo un gesto con la mano y el grupo se relajó "Al menos tenemos a un enemigo real", bromeó, "Circule ciudadano, area liberada". Me hizo gesto de avanzar con la cabeza y me sonrió. Entonces miré por última vez al grupo de soldados que ya estaba nuevamente en posición de acecho, enfrentando a un enemigo que seguramente seguirá siendo imaginario, esperemos que por muchos años más. Por razones de estrategia y seguridad de Estado no daré detalles de la ubicación precisa de lo que a continuación pude observar. Luego de seguir pedaleando por unos minutos, doy un giro en una pequeña lomada y aparece frente a mi una escena de película, vietnam, un poroto. Tiendas de campaña, camiones de guerra, soldados vieniendo de acá para allá, algunos prendiendo un fuego, armando estructuras, una ambulancia... no podía creer lo que veía. Y en medio de ese escenario, yo, vestidito de ciclista, con el casco y las calzas. Mi primer impulso fue alejarme lo más rápido posible, a sabiendas de que estaba en un lugar al que no pertenecía y donde seguramente no debía estar. Sin embargo, confieso, la mirada se me perdía en esta realidad tan irreal. Un soldado me miró. Yo moví mi cabeza, di media vuelta, y pedalié a toda velocidad. Seguí perdido un rato largo, hasta llegar a una suerte de despeñadero. Observé, allá abajo, el valle al que había querido llegar. Y como para completar las visiones cinematográficas, aparece en la montaña de enfrente un tropel de caballos corriendo. Bajaron, se adentraron en la llanura, cruzaron un arroyo, y se encaminaron hacia donde yo estaba. Me sentí un cowboy (vestido de ciclista). Bajé caminando por el acantilado y llegué hasta la casa en la que alguna vez ya había estado. Dos soldados arreglando una motocicleta me dejaron pasar. Y volví por el camino conocido hasta la tranquera, la subida de Sinclair, y mi casa. Que julepe, hermano, un pelotón armado apuntándote es algo que, les aseguro, uno no quiere vivir...
Tiempo: 1h 50m
Distancia: totalmente incierta.
Nuevamente, solo podrán comprender cómo me sentí, con la siguiente imagen:
miércoles, 17 de marzo de 2010
6k (Catritre)
Los miércoles es el día de entrenamiento corto pero intenso. Diría yo que hasta es agradable. Además, en la ruta 234, uno "sociabiliza". Hoy, por ejemplo, corrí detrás de una muchacha que seguro entrenaba para The North Face Endurance Chalenge (que se yo, me gusta decirlo así, completo). No la pude alcanzar, pero venía acortándole la distancia paso a paso. Dos mochileros alemanes (todo europeo rubio es, en definitiva, un alemán) esperaron en la entrada de la ruta desde que salí hasta que volví. No tenían apuro, los muchachos. En vez de mirar el lago miraban unos mapas y unas guías de viaje (que gente prolija y eficiente, por dios...). Una parejita de lo más feliz se sacaba fotos en el cartel de San Martín de los Andes, exitados con el disparador a control remoto de la camarita, seguramente a estenar en este viaje. Otra señora de edad indescifrable caminaba y me negó rotundamente el saludo, a la ida y a la vuelta (no le caerán bien los corredores, a la señora). Por último, dos ciclistas viajeros e israelitas me saludaron alegremente, mientras se detenían a sacarse una foto con el Lacar de fondo. Esta vez, yo estuve más preocupado por el tiempo que por otra cosa. Tengo en mi mente los 32 minutos propuestos por Tomás Guierrez. Para él, que gusta de las precisiones, tomé el tiempo por Km, a saber:
Km 1: 7m 28s
Km 2: 6m 03s
Km 3: 5m 31s
Km 4: 6m 05s
Km 5: 5m 47s
Km 6: 5m 43s
Tiempo total de los 6k: 36m 40s.
Luego de llegar al badén de brown y la costanera, subí para el lado del hotel sol, para completar los 40m. correspondientes (si no se me arma quilombo con mi entrenador).
Correr por esta ruta es muy gratificante, con el lago siempre al lado y los kilómetros bien marcados en el piso. Ahora bien, para mi amigo Gavuzzo es una inconciencia, y quizás algo de razón tiene. ¿Será que debería estar prohibido caminar, correr y andar en bicileta por una ruta provincial? Me gustaría saber la opinión de corredores, caminadores, ciclistas y automovilistas, porque sé que este es un tema que genera debate...
PD: por ahora no habrá sponsors... (aunque se escuchan propuestas [Edu: ya que vas a pagar el asado, si querés te cuelgo de onda un logo de Muluc. Aba Salomón, al poner las cabañas para los que viajen a ver el tetra, tendrá un banner completo; Entrenador: mandame la publicidad de La Abuela Ana; Nieves del Chapelco: el número que me ofrecieron todavía no me cierra, sáquenle punta al lapiz]).
Km 1: 7m 28s
Km 2: 6m 03s
Km 3: 5m 31s
Km 4: 6m 05s
Km 5: 5m 47s
Km 6: 5m 43s
Tiempo total de los 6k: 36m 40s.
Luego de llegar al badén de brown y la costanera, subí para el lado del hotel sol, para completar los 40m. correspondientes (si no se me arma quilombo con mi entrenador).
Correr por esta ruta es muy gratificante, con el lago siempre al lado y los kilómetros bien marcados en el piso. Ahora bien, para mi amigo Gavuzzo es una inconciencia, y quizás algo de razón tiene. ¿Será que debería estar prohibido caminar, correr y andar en bicileta por una ruta provincial? Me gustaría saber la opinión de corredores, caminadores, ciclistas y automovilistas, porque sé que este es un tema que genera debate...
PD: por ahora no habrá sponsors... (aunque se escuchan propuestas [Edu: ya que vas a pagar el asado, si querés te cuelgo de onda un logo de Muluc. Aba Salomón, al poner las cabañas para los que viajen a ver el tetra, tendrá un banner completo; Entrenador: mandame la publicidad de La Abuela Ana; Nieves del Chapelco: el número que me ofrecieron todavía no me cierra, sáquenle punta al lapiz]).
lunes, 15 de marzo de 2010
1 Arrayán (grande)
Hoy tocaba bicicleta. Decidí probar con un arrayán. Desde casa, idea y vuelta. Una mañana fresca con un sol radiante. Pasé frío. Me di cuenta de un posible talón de aquiles: soy muy friolento. Y es evidente que la palabra "friolento" y la palabra "tetratleta" son prácticamente antónimos. Supongo que se soluciona con buena indumentaria. Como diría mi entrenador: "lo importante son las piernas".
Tiempo de un Arrayán grande: 1h. 9m.
Tiempo total de la vuelta: 2h. 12m.
Distancia: Incierta
Nota: un anunciante importante me ha ofrecido hacer publicidad en este blog... ¿me entrego a las garras del mercado?
Tiempo de un Arrayán grande: 1h. 9m.
Tiempo total de la vuelta: 2h. 12m.
Distancia: Incierta
Nota: un anunciante importante me ha ofrecido hacer publicidad en este blog... ¿me entrego a las garras del mercado?
domingo, 14 de marzo de 2010
Existe
Lo extraordinario del suceso me obliga a relatarlo con la simpleza que ostenta la realidad. Ayer salí a correr, me encontré con Dios, y ahora puedo decir: si, existe.
La meta era llegar al Lolog y volver. 16k, como para prepararme para la North Face. Salí tarde, a las siete, sabiendo que quedaba poca luz. Pensé en la posibilidad de ser atropellado en caso de que se hiciera de noche. Supe que había en la salida algo de inconciencia. Pero no tenía opción.
Agarré la tabla con el mensaje y el dibujo y volví corriendo con ella bajo el brazo. Cayó la noche. Cuando llegué, Adriana se asustó con el mensaje y el dibujo por lo que tuve que dejarlo afuera de casa, en el garage. Para aquellos hombres de poca fe, aqui les dejo las fotos de la tabla:
Hace unas semanas comprobé la existencia de la Laguna Rosales, y añoré pruebas concretas sobre la existencia de Dios. Jamás sospeché que, entrenando para el Tetra, Dios mismo me las iba a entregar al costado del camino. Es creer o reventar.
Distancia: 16k.
Cronómetro: 1h 44m.
La meta era llegar al Lolog y volver. 16k, como para prepararme para la North Face. Salí tarde, a las siete, sabiendo que quedaba poca luz. Pensé en la posibilidad de ser atropellado en caso de que se hiciera de noche. Supe que había en la salida algo de inconciencia. Pero no tenía opción.
Llegué entero hasta Noregon, en donde se estaba disputando el seven de verano. Giré en la última curva, esa que da a la recta del Lolog, y un viento fuerte golpeó mi cara -en un atardecer difuso- poniéndome de alguna manera en estado de alerta. A los pocos metros diviso una sombra al costado del camino. No podía distingirla bien. A medida que me acercaba comenzaba a tomar forma: era una persona. Pensé en un pordiosero, figura tan poco habitual por estos lados. El sudor y el cansancio no me permitían enfocar. Era una persona. Era un hippie. Tenía mochilas y estaba escribiendo algo en una suerte de tabla. La imagen se me antojó arcaica. Nos miramos. En la cara exterior de la tabla había dibujado un ángel. Pasé de largo, seguí corriendo. Había algo de inusual en el hecho de que un hippie, en un día nublado y de viento, estuviera pintando en la ruta que va al Lolog. Empecé a divagar: ¿sería esa la figura de mi muerte, acechándome a mi izquierda, al costado de la ruta? La luz se desvanecía y aún faltaba mucho para el Lolog. Llegué casi de noche y pegué la vuelta, atento al momento de cruzarme nuevamente con este personaje. ¿Sería un psicópata?¿sería un canival?¿Sería un fantasma?¿sería un brujo?¿sería el temible? Corría ya sin darme cuenta, esperando el momento del encuentro. Adopté una posición de manos, que aprendí en ciertos libros esotéricos que gustaba leer en mi adolescencia, llamada "la marcha de poder". Esto en caso de que fuera mi muerte la que me estaba esperando. Cuando llegué al punto exacto en donde debería estar esta persona respiré aliviado al no verla. Pero en su lugar estaba la tabla. Me acerqué, observé el ángel (dibujado con una suerte de carbonilla negra). Lo di vuelta para poder leer aquel mensaje que el hìppie estaba escribiendo y para mi sorpresa esto es lo que estaba escrito: "Yo, Dios vivo, envío a mis ángeles como el viento, por eso por donde pasan todo cambia y todo se renueva, para bien de los buenos y para mal de los malvados". ¡El hippie dibujando al costado del camino era Dios!
Agarré la tabla con el mensaje y el dibujo y volví corriendo con ella bajo el brazo. Cayó la noche. Cuando llegué, Adriana se asustó con el mensaje y el dibujo por lo que tuve que dejarlo afuera de casa, en el garage. Para aquellos hombres de poca fe, aqui les dejo las fotos de la tabla:
Hace unas semanas comprobé la existencia de la Laguna Rosales, y añoré pruebas concretas sobre la existencia de Dios. Jamás sospeché que, entrenando para el Tetra, Dios mismo me las iba a entregar al costado del camino. Es creer o reventar.
Distancia: 16k.
Cronómetro: 1h 44m.
viernes, 12 de marzo de 2010
Caminos de Bosque
“En el bosque hay caminos (Wege), por lo general medio ocultos por la maleza, que cesan bruscamente en lo no hollado. Es a estos caminos a los que se llama ‘Caminos de Bosque’ (Holzwege). Cada uno de ellos sigue un trazado diferente, pero siempre dentro del mismo bosque. Muchas veces parece como si fueran iguales, pero es una mera apariencia. Los leñadores y los guardabosques conocen los caminos. Ellos saben lo que significa encontrarse en un camino que se pierde en el bosque”. (Martin Heidegger).
Uno lee este fragmento de la obra de Heidegger, y siente que este muchacho ha bicicleteado por las sendas que llevan a la Laguna Rosales. Ayer me tocó a mi. Una mañana de sol, perdido en senderos de bosque, me sentí afortunado. Y reformulé la pregunta que antes me había hecho: ¿cómo alguien, que goza del privilegio de contar con todas sus capacidades físicas, puede NO entrenar para el Tetra?
Tiempo: 58 min.
(ya lo sé, entrenador, no tenía tiempo para otra cosa)
Uno lee este fragmento de la obra de Heidegger, y siente que este muchacho ha bicicleteado por las sendas que llevan a la Laguna Rosales. Ayer me tocó a mi. Una mañana de sol, perdido en senderos de bosque, me sentí afortunado. Y reformulé la pregunta que antes me había hecho: ¿cómo alguien, que goza del privilegio de contar con todas sus capacidades físicas, puede NO entrenar para el Tetra?
Tiempo: 58 min.
(ya lo sé, entrenador, no tenía tiempo para otra cosa)
jueves, 11 de marzo de 2010
Falta mucho...
Es cierto que aún falta que llegue la lluvia, el frío, la nieve... en fin, que se nos venga el invierno. Pero como en la vida, hay que "aprovechar el día", de a uno a la vez. Nadie sabe si mañana estaremos vivos. Entonces, Edu, ¿vos crees que me voy a asustar por lo que vendrá? Aunque no podemos saberlo con certeza, te digo que, por el momento, está todo bien.
En algún momento me preguntaba ¿por qué correr el tetra?. Aqui les dejo estás palabras del Sr. Pancho Ibañez (amigo de la casa):
En algún momento me preguntaba ¿por qué correr el tetra?. Aqui les dejo estás palabras del Sr. Pancho Ibañez (amigo de la casa):
“Todos nos preguntamos lo mismo ¿no?¿Que impulsará a estos locos, los competidores, a participar en el Tetra?¿Cuál es la razón? Uno me dijo un día: no, el Tetra para mi es espantoso, sufro durante toda la carrera, sufro en cada una de las etapas. Pero lo que me parece maravilloso es haberlo corrido. Quizás ese sea el secreto, poder decir yo lo corrí, yo acepté el desafío, yo me vencí a mí mismo. Creo que ese es el único secreto, o la razón para justificar que esta locura siga viviendo después de 22 ediciones. Es una maravillosa locura, ojalá que siga siempre así, y no tratemos de explicarnos que lleva a un tetratleta a ser lo que es. Únicamente ellos tienen la respuesta…”.
Para ver imágenes del Tetra y a mi amigo Pancho diciendo esto, hagan click aqui
Ayer tocó correr, poco pero intenso, por la ruta que va a Catritre.
Distancia: 6 Km.
Tiempo: 38 m.
martes, 9 de marzo de 2010
La Cara Norte es un hecho...
Y sí. Se agrandó chacarita. Después de haber hecho dos Quila-quinas ida y vuelta en días consecutivos, hoy pasé frente al local de The North Face y no me pude aguantar. Entré y, así nomás, me anoté en la carrera de 21 kilómetros. Sí, escucharon bien: 21 kilómetros. Nunca en mi vida corrí tanta distancia toda junta y ahora, por culpa de estos dos paparulos (Gonzalo y Edu, por supuesto) estoy anotado en una carrera que, hace tan sólo dos meses, ni siquiera me hubiera acercado a ver. El sábado 17 de abril seguramente me hubiera encontrado meditando sobre las declaraciones que en un día tal pero del año 1521 realizara Martín Lutero en su defensa, frente a la Dieta de Worms, y que decían mas o menos así:
"Al menos que no esté convencido de testimonios de las escrituras o de razones evidentes - puesto que no confío en el Papa, ní en su Concilio, dado que ellos han errado continuamente y se han contradicho a sí mismos - me mantengo firme en las escrituras por mí adoptadas, y mi conciencia es prisionera de la palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar ninguna, viendo que no es seguro o justo actuar contra la conciencia. Dios me ayude. Amén."
Y sí, coincidiendo con la postura de Lutero, yo también debo mantenerme firme en las escrituras por mi adoptadas. Así las cosas, correré el Tetra, correré la North Face...
Pero miren lo que son las coincidencias, y cuántos significados simbólicos podemos encontrar en ellas: luego de la cuasi-ridícula foto de mi persona en traje de astronauta, como burda metáfora de la hazaña realizada, me vengo a enterar que un 17 de abril -sí, el día de la carrera The North Face Endurance Challenge 2010 (así, anglosajonamente profesional)- pero del año 1970, la tripulación del Apolo 13 volvió sana y salva a la tierra...
Voy a correrla, señores, y será un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para mi humanidad...
Por supuesto, ya debe haber alguien por ahí apostando a que le gano a Edu, que también está inscripto en esta categoría. Por mi parte, no soy devoto de las apuestas...
"Al menos que no esté convencido de testimonios de las escrituras o de razones evidentes - puesto que no confío en el Papa, ní en su Concilio, dado que ellos han errado continuamente y se han contradicho a sí mismos - me mantengo firme en las escrituras por mí adoptadas, y mi conciencia es prisionera de la palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar ninguna, viendo que no es seguro o justo actuar contra la conciencia. Dios me ayude. Amén."
Y sí, coincidiendo con la postura de Lutero, yo también debo mantenerme firme en las escrituras por mi adoptadas. Así las cosas, correré el Tetra, correré la North Face...
Pero miren lo que son las coincidencias, y cuántos significados simbólicos podemos encontrar en ellas: luego de la cuasi-ridícula foto de mi persona en traje de astronauta, como burda metáfora de la hazaña realizada, me vengo a enterar que un 17 de abril -sí, el día de la carrera The North Face Endurance Challenge 2010 (así, anglosajonamente profesional)- pero del año 1970, la tripulación del Apolo 13 volvió sana y salva a la tierra...
Voy a correrla, señores, y será un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para mi humanidad...
Por supuesto, ya debe haber alguien por ahí apostando a que le gano a Edu, que también está inscripto en esta categoría. Por mi parte, no soy devoto de las apuestas...
TRIPULACIÓN DEL APOLO 13
(quién no quiso ser astronauta de chico)
lunes, 8 de marzo de 2010
De la Tierra a la Luna... ¡otra vez!
Imagínense a Neil Armstrong llegando a su casa un sábado a la tarde-noche luego de su misión a la luna. Una ducha caliente, una buena comidita, el amor de su esposa, la dulce compañia de sus nenas y esa satisfacción incomparable del deber cumplido. Luego, una noche de sueño reparador con la alegría de estar nuevamente en casa. Imagínenselo al día siguiente, domingo, tomándose los primeros mates de la mañana y divagando con las posibles y hogareñas actividades del día. Y entonces suena el teléfono. De la NASA: "Che, Neil, hoy nos vamos devuelta para la luna ¿te prendés?".
Pues sí. Ayer a eso de las once de la mañana me manda un mensaje mi entrenador invitándonos a pasar el día en Quila-Quina. Como lo sospeché desde que leí el mensaje, él, Guada (su mujer), Guadi (su hermana), el Tano (su cuñado) y Edu (sí, Edu, el archienemigo), iban a ir en bicicleta. ¿Qué podía hacer yo?¿Dejar que la hazaña del día anterior se viera opacada por el arrugue del día presente? "Yo voy con ustedes", dijo mi orgullo. Me cambié, y a las dos estaba en la puerta de la Abuela Ana (¡que buenas pastas que tienen!).
No me voy a extender en el relato porque, más allá de que en esta oportunidad eramos seis bicicletas, el sufrimiento del recorrido fue muy similar al día anterior. Miento. Fue bastante peor. Mis piernas acusaban el cansancio. Pero estaba Edu. Y estaba Gonzalo. Fui cola todo el recorrido, escuchando las sabias recomendaciones de mi entrenador y del Tano que, a pesar de ser IMPARCIAL (es juez oficial de todo este asunto) me daba indicaciones para que la cosa fuera justa. Y llegamos al final del ascenso con algún empujoncito de Gonza, lo confieso. Y la bajada... la bajada. Si el sábado fue para disfrutar el paisaje, ayer fue pura adrenalina. Cuando empezó la pendiente fuerte, Gonzalo y el Tano se zumbaron para abajo, a ritmo de carrera. Y yo me les pegué atrás. No quise que se me escaparan. Y estuve al limite del palo en todo momento. Llegué pocos segundo después de ellos sintiéndome, como se imaginarán, un corredor profesional.
La tarde en Quila Quina fue esencialmente gastronómica. Tuvimos que esperar a Julián, a la abuela Ana (por cierto, los menú del día que ofrecen... ¡que manjar!) y a Alicia que iban a venir con las nenas en la lancha pero, por malas condiciones del Lago, pegaron la vuelta y llegaron en camioneta. Lo primero que me ofrecieron fue una torta de chocolate, con mousse y nueces. Luego le entré a los bizcochitos de grasa. Las facturas no se hicieron esperar. Un durazno, por lo de lo sano. Y, entre mate y mate, Ana saca unas empanadas de muzzarela, tomate y albahaca que, por algún extraño fenómeno químico, se habían teñido todas de rojo. Estoy de los más tranquilo con un cañoncito de dulce de leche en la boca cuando veo que a Edu le están entregando una barra de semillas de cereales super energizante, con el valor de dos power gel y dos litros de licuado de banana. Esa fue su única colación. Algo no estoy haciendo bien, pensé.
El asunto es que todos iban a volver en lancha y mi bici la ibamos a cargar en la camioneta de Pipi. Pipi no fue. La lancha no llegó. Gonza dijo, "yo vuelvo en bici". Edu retrucó "yo también". El Tano, por supuesto "yo pedaleo". Y Guadi, que dudaba, me miró y dijo "luquitas, si vos nos acompañas yo también vuelvo en bici". Y yo -que no tengo alternativa- acepté.
A los diez metros de la primer subida supe que había cometido un error. Tenía las piernas totalmente quemadas. No me sobraba nada. Pero ahí estaba mi entrenador. Con una fuerza de piernas que yo no logro explicarme, me remolcó practicamente toda la subida. Y Edu, como un moscardón, haciéndome la cabeza todo el trayecto: "falta muchísimo, para qué sufrir así, acordate de esto mañana, el asado igual lo paga Gonzalo", etc., etc., etc,. El Tano me dió un par de empujoncitos y sobre el final me mostró en la práctica la técnica de "chuparse" (que no es tomar vino en demasía, sino pegarse al de la bicicleta de adelante). Y así, increíble como suena, llegamos todos al pueblo. Dos días seguidos, de la Tierra a la Luna. Chupate esta mandarina, Neil.
Aprendí dos cosas: hay que conocer los propios límites (si me mandaba solo no hubiera llegado) y que a la botellita de agua que uno pone en el caño de la bici se le dice "caramañola". Lo supe porque perdí la mía en el descenso. Este dato lo dejo en período de estudio porque según nuestro gran amigo el churra (árbitro de Tercer Tiempo y corredor del Tetra) la palabra correcta es "caramayola". Lo dejo para el debate.
Por último, una imagen para que entiendan cómo me sentí este fin de semana:
Pues sí. Ayer a eso de las once de la mañana me manda un mensaje mi entrenador invitándonos a pasar el día en Quila-Quina. Como lo sospeché desde que leí el mensaje, él, Guada (su mujer), Guadi (su hermana), el Tano (su cuñado) y Edu (sí, Edu, el archienemigo), iban a ir en bicicleta. ¿Qué podía hacer yo?¿Dejar que la hazaña del día anterior se viera opacada por el arrugue del día presente? "Yo voy con ustedes", dijo mi orgullo. Me cambié, y a las dos estaba en la puerta de la Abuela Ana (¡que buenas pastas que tienen!).
No me voy a extender en el relato porque, más allá de que en esta oportunidad eramos seis bicicletas, el sufrimiento del recorrido fue muy similar al día anterior. Miento. Fue bastante peor. Mis piernas acusaban el cansancio. Pero estaba Edu. Y estaba Gonzalo. Fui cola todo el recorrido, escuchando las sabias recomendaciones de mi entrenador y del Tano que, a pesar de ser IMPARCIAL (es juez oficial de todo este asunto) me daba indicaciones para que la cosa fuera justa. Y llegamos al final del ascenso con algún empujoncito de Gonza, lo confieso. Y la bajada... la bajada. Si el sábado fue para disfrutar el paisaje, ayer fue pura adrenalina. Cuando empezó la pendiente fuerte, Gonzalo y el Tano se zumbaron para abajo, a ritmo de carrera. Y yo me les pegué atrás. No quise que se me escaparan. Y estuve al limite del palo en todo momento. Llegué pocos segundo después de ellos sintiéndome, como se imaginarán, un corredor profesional.
La tarde en Quila Quina fue esencialmente gastronómica. Tuvimos que esperar a Julián, a la abuela Ana (por cierto, los menú del día que ofrecen... ¡que manjar!) y a Alicia que iban a venir con las nenas en la lancha pero, por malas condiciones del Lago, pegaron la vuelta y llegaron en camioneta. Lo primero que me ofrecieron fue una torta de chocolate, con mousse y nueces. Luego le entré a los bizcochitos de grasa. Las facturas no se hicieron esperar. Un durazno, por lo de lo sano. Y, entre mate y mate, Ana saca unas empanadas de muzzarela, tomate y albahaca que, por algún extraño fenómeno químico, se habían teñido todas de rojo. Estoy de los más tranquilo con un cañoncito de dulce de leche en la boca cuando veo que a Edu le están entregando una barra de semillas de cereales super energizante, con el valor de dos power gel y dos litros de licuado de banana. Esa fue su única colación. Algo no estoy haciendo bien, pensé.
El asunto es que todos iban a volver en lancha y mi bici la ibamos a cargar en la camioneta de Pipi. Pipi no fue. La lancha no llegó. Gonza dijo, "yo vuelvo en bici". Edu retrucó "yo también". El Tano, por supuesto "yo pedaleo". Y Guadi, que dudaba, me miró y dijo "luquitas, si vos nos acompañas yo también vuelvo en bici". Y yo -que no tengo alternativa- acepté.
A los diez metros de la primer subida supe que había cometido un error. Tenía las piernas totalmente quemadas. No me sobraba nada. Pero ahí estaba mi entrenador. Con una fuerza de piernas que yo no logro explicarme, me remolcó practicamente toda la subida. Y Edu, como un moscardón, haciéndome la cabeza todo el trayecto: "falta muchísimo, para qué sufrir así, acordate de esto mañana, el asado igual lo paga Gonzalo", etc., etc., etc,. El Tano me dió un par de empujoncitos y sobre el final me mostró en la práctica la técnica de "chuparse" (que no es tomar vino en demasía, sino pegarse al de la bicicleta de adelante). Y así, increíble como suena, llegamos todos al pueblo. Dos días seguidos, de la Tierra a la Luna. Chupate esta mandarina, Neil.
Aprendí dos cosas: hay que conocer los propios límites (si me mandaba solo no hubiera llegado) y que a la botellita de agua que uno pone en el caño de la bici se le dice "caramañola". Lo supe porque perdí la mía en el descenso. Este dato lo dejo en período de estudio porque según nuestro gran amigo el churra (árbitro de Tercer Tiempo y corredor del Tetra) la palabra correcta es "caramayola". Lo dejo para el debate.
Por último, una imagen para que entiendan cómo me sentí este fin de semana:
Cronómetro: es lo de menos, fui y volví.
domingo, 7 de marzo de 2010
De la Tierra a la Luna (gracias Julio)
Sábado y, como siempre, cumpleaños. Esta vez por tres: Mauri, Robert y Astuni. Lugar: Quila-quina. El jueves le digo a Broitman "¿vamos en bicicleta?". El se ríe y responde "¿tenés idea de lo que estás hablando? Porque si no tenés idea, no vamos". Me quedo serio y me limito a decir: "¿no leiste el blog?, no tengo alternativa, hermano".
Nos encontramos a las 12:15 en el callejón Gingins y la ruta. Lo primero que le llama la atención a Broitman es mi vestimenta. La Mosca me prestó todo el equipamento, con el detalle que es indumentaria de invierno: calzas largas, remera manga larga. Y a esa hora hacia un calor... "es lo único que tengo, Esteban, me la banco", le digo y empezamos a pedalear. Bajada de los andes, cruzar el pueblo, ruta. Hasta Catritre el paisaje se nos va hablando de ciertos proyectos, tan ambiciosos como secretos (por ahora). La trepada hasta la entrada a la ruta de Quila-Quina es un abreboca de lo que me espera. Pero voy bien, hasta ahora. Camino de tierra, bajada, puente sobre el arroyo, paraíso. Y empieza lo bueno. Cada pedaleada es un esfuerzo, el calor indescriptible. Logro terminar una recta en subida que me atormentaba mentalmente aún antes de salir. Broitman vacía parte de su cantimplora en mi espalda, gesto que agradezco y que me permite seguir pedaleando. En auto me parecía un camino difícil, jamás había sospechado lo que en realidad podía ser. Pero con un estado anímico impecable y con la compañia invaluable de Esteban, logramos culminar el ascenso. Y entonces la bajada. ¡Oh, maravilla divina!, como decían los poetas. Tomar velocidad por un camino de montaña con la vista de un Lacar espejo, azul y helado, es una experiencia que recomiendo vivir. Uno olvida el sudor, el esfuerzo y el sufrimiento, o, mejor dicho, lo resignifica. Llegamos al camping de Quila-quina con un sentimiento difícil de expresar.
Teniendo como antecedente los cumpleaños de Flor y Eli, este evento, organizado por tres, prometía maravillas gastronómicas que funcionaron como cebo durante todo el recorrido. De ahí la cara de Esteban cuando vió los patys sobre la parrilla, adornados por unos pocos chorizos. Su indignación no se hizo esperar y le tiró a Robert una frase lapidaria: "para esto te compraste el manual del asador". Yo agradecí la cerveza bien fría, y me comí una deliciosa hamburguesa y dos choripanes. La tarde cálida estuvo poblada de anécdotas, burlas y risas. Mis calzas fueron uno de los temas favoritos, gajes del ciclista. Los chicos se fueron caminando a otro cumple, el de Anita, y sin darme cuenta se hicieron las seis.
A la hora de la vuelta Ceci Broitman intima a Esteban para que vuelva manejando la camioneta (el camino a Quila-quina, para quien no lo conoce, es sinuoso y con precipicios). Con mi panza llena la idea no me resulta desagradable, pero por una cuestión de espíritu le digo a Ceci que yo necesito volver en bici, no tengo alternativa. Sorprendentemente Ceci cede enseguida y, valerosa, acepta volver manejando. ¡Tengo que calzarme las calzas nuevamente y volver a pedalear! La vuelta, todo el mundo lo sabe, es mucho más dura -por el ángulo de inclinación- que la ida. Arrancamos. Y qué difícil que es. Esteban me fue dando ánimo en todo momento, distrayéndome con la charla, anticipándome el recorrido, recordándome la llegada del Tetra. Y los amigos que pasaban en auto, incrédulos de lo que veían, y que alentaban con bocinas y vitores. Y llegamos hasta arriba. Llegamos.
La bajada fue volada. Broitman me pasa técnicas de frenado, de cambios, de saltos. Pura adrenalina, pura felicidad. Y entonces lo insospechado. Luego de una bajada a una velocidad extrema, Brotiman pincha la cubierta trasera. Sin repuesto, se queda a gamba. Astuni nos acompañaba (había estado rastreando la parrilla delantera del R9 que Sandra había perdido en la subida), y telefoneó a Andrea que venía más atrás, y en camioneta. Esteban agarra la bici y empieza a correr. Seguimos. Pasa una camioneta, le sube la bici, y Brotiman se va con Astuni hasta el pueblo. Quedo solo. Me queda la última subida hasta la ruta y llegar al pueblo. Y después la subida de los andes y los caracoles del Lolog... ¿podré?, me pregunto. Con esa alegría que siempre se esconde detrás de la soledad, disfruto de los últimos rayos del sol sobre el lago. Veo venir el pueblo y, para mi sorpresa, a Brotiman arriba de la camioneta de Andrea. Me hacen señas, nos encontramos a la entrada del pueblo. "¿Qué vas a hacer?", me pregunta Esteban. "¿Sigo hasta casa?","No te lo recomiendo, ya es suficiente por hoy." Y como sé que hay que ser valiente pero no temerario, subo la bici a la camioneta y agradezco a Andrea y, sobre todo, el gesto de Esteban, que no quiso abandonarme, no quiso dejarme solo. Así, llegamos juntos a la meta. Andrea me deja en la puerta de casa.
Pido disculpas por lo extenso de esta entrada, y va mi agradecimiento especial al Mosca, a Esteban, a los muchachos cumpleañeros, a Ceci, a Adriana y a Andrea, (... y a todos los que compartieron esta tarde conmigo... y a mi mamá... y a todos lo que me conocen... y a todo el quinto tercera turno tarde...).
Pues sí, a dos cumpleaños de tener bici, llegamos de la tierra a la luna, es decir, Los Robles-Quila-quina (ida y casi vuelta)
Cronómetro: incierto, pero seguro más de dos horas y media.
Nos encontramos a las 12:15 en el callejón Gingins y la ruta. Lo primero que le llama la atención a Broitman es mi vestimenta. La Mosca me prestó todo el equipamento, con el detalle que es indumentaria de invierno: calzas largas, remera manga larga. Y a esa hora hacia un calor... "es lo único que tengo, Esteban, me la banco", le digo y empezamos a pedalear. Bajada de los andes, cruzar el pueblo, ruta. Hasta Catritre el paisaje se nos va hablando de ciertos proyectos, tan ambiciosos como secretos (por ahora). La trepada hasta la entrada a la ruta de Quila-Quina es un abreboca de lo que me espera. Pero voy bien, hasta ahora. Camino de tierra, bajada, puente sobre el arroyo, paraíso. Y empieza lo bueno. Cada pedaleada es un esfuerzo, el calor indescriptible. Logro terminar una recta en subida que me atormentaba mentalmente aún antes de salir. Broitman vacía parte de su cantimplora en mi espalda, gesto que agradezco y que me permite seguir pedaleando. En auto me parecía un camino difícil, jamás había sospechado lo que en realidad podía ser. Pero con un estado anímico impecable y con la compañia invaluable de Esteban, logramos culminar el ascenso. Y entonces la bajada. ¡Oh, maravilla divina!, como decían los poetas. Tomar velocidad por un camino de montaña con la vista de un Lacar espejo, azul y helado, es una experiencia que recomiendo vivir. Uno olvida el sudor, el esfuerzo y el sufrimiento, o, mejor dicho, lo resignifica. Llegamos al camping de Quila-quina con un sentimiento difícil de expresar.
Teniendo como antecedente los cumpleaños de Flor y Eli, este evento, organizado por tres, prometía maravillas gastronómicas que funcionaron como cebo durante todo el recorrido. De ahí la cara de Esteban cuando vió los patys sobre la parrilla, adornados por unos pocos chorizos. Su indignación no se hizo esperar y le tiró a Robert una frase lapidaria: "para esto te compraste el manual del asador". Yo agradecí la cerveza bien fría, y me comí una deliciosa hamburguesa y dos choripanes. La tarde cálida estuvo poblada de anécdotas, burlas y risas. Mis calzas fueron uno de los temas favoritos, gajes del ciclista. Los chicos se fueron caminando a otro cumple, el de Anita, y sin darme cuenta se hicieron las seis.
A la hora de la vuelta Ceci Broitman intima a Esteban para que vuelva manejando la camioneta (el camino a Quila-quina, para quien no lo conoce, es sinuoso y con precipicios). Con mi panza llena la idea no me resulta desagradable, pero por una cuestión de espíritu le digo a Ceci que yo necesito volver en bici, no tengo alternativa. Sorprendentemente Ceci cede enseguida y, valerosa, acepta volver manejando. ¡Tengo que calzarme las calzas nuevamente y volver a pedalear! La vuelta, todo el mundo lo sabe, es mucho más dura -por el ángulo de inclinación- que la ida. Arrancamos. Y qué difícil que es. Esteban me fue dando ánimo en todo momento, distrayéndome con la charla, anticipándome el recorrido, recordándome la llegada del Tetra. Y los amigos que pasaban en auto, incrédulos de lo que veían, y que alentaban con bocinas y vitores. Y llegamos hasta arriba. Llegamos.
La bajada fue volada. Broitman me pasa técnicas de frenado, de cambios, de saltos. Pura adrenalina, pura felicidad. Y entonces lo insospechado. Luego de una bajada a una velocidad extrema, Brotiman pincha la cubierta trasera. Sin repuesto, se queda a gamba. Astuni nos acompañaba (había estado rastreando la parrilla delantera del R9 que Sandra había perdido en la subida), y telefoneó a Andrea que venía más atrás, y en camioneta. Esteban agarra la bici y empieza a correr. Seguimos. Pasa una camioneta, le sube la bici, y Brotiman se va con Astuni hasta el pueblo. Quedo solo. Me queda la última subida hasta la ruta y llegar al pueblo. Y después la subida de los andes y los caracoles del Lolog... ¿podré?, me pregunto. Con esa alegría que siempre se esconde detrás de la soledad, disfruto de los últimos rayos del sol sobre el lago. Veo venir el pueblo y, para mi sorpresa, a Brotiman arriba de la camioneta de Andrea. Me hacen señas, nos encontramos a la entrada del pueblo. "¿Qué vas a hacer?", me pregunta Esteban. "¿Sigo hasta casa?","No te lo recomiendo, ya es suficiente por hoy." Y como sé que hay que ser valiente pero no temerario, subo la bici a la camioneta y agradezco a Andrea y, sobre todo, el gesto de Esteban, que no quiso abandonarme, no quiso dejarme solo. Así, llegamos juntos a la meta. Andrea me deja en la puerta de casa.
Pido disculpas por lo extenso de esta entrada, y va mi agradecimiento especial al Mosca, a Esteban, a los muchachos cumpleañeros, a Ceci, a Adriana y a Andrea, (... y a todos los que compartieron esta tarde conmigo... y a mi mamá... y a todos lo que me conocen... y a todo el quinto tercera turno tarde...).
Pues sí, a dos cumpleaños de tener bici, llegamos de la tierra a la luna, es decir, Los Robles-Quila-quina (ida y casi vuelta)
Cronómetro: incierto, pero seguro más de dos horas y media.
viernes, 5 de marzo de 2010
Existe
Desde hace muchos años vengo dándole vueltas al problema de la existencia de Dios. He leído, he estudiado, he reflexionado. Y nada. Junto con la humanidad, que desde hace miles y miles de años anda a los tumbos con este tema, no logro acercarme por ninguna vía a alguna prueba certera de su existencia. Ayer jueves sostuve la no existencia de la Laguna Rosales, hoy viernes comprobé que estaba equivocado. Salimos a pedalear con el Dicky Powell, pasamos la primer tranquera, llegamos a la segunda, tomamos por el sendero correto y llegamos hasta la Laguna. Un lugar tremendo, espectacular, en una tarde igual de deslumbrante. Y pensé: ojalá uno pudiera salir a dar una vuelta en bicicleta, encontrarse con Dios, y luego decir: sí, existe.
Cronómetro: 1h 10m.
Cronómetro: 1h 10m.
jueves, 4 de marzo de 2010
Argumento ornitológico sobre la existencia de la Laguna Rosales
Hoy salí a correr, desobedeciendo el plan que me ha entregado mi entrenador. Como suele hacerse con todas las dietas, una vez que tuve la férrea disciplina en mis manos opté por comenzar ese plan a partir del Lunes. En estos días que me quedan disfrutaré de la libertad y guiaré mi entrenamiento a puro capricho (a partir del lunes, entrenador, seguiré su horario sin desvíos). Y con todo esto del The North Face Endurance Challenge, así, en inglés, que suena tan profesional y exquisito, quise salir a correr. Como siempre, encaro la ruta que sale de mi casa y va hacia el Lolog, con la idea de llegar lo más lejos posible (es decir, el Lolog). Pero cuando pasé por la entrada que va hacia la Laguna Rosales me dije "si no pude llegar en bici, voy a llegar corriendo, que joder", y doblé rápidamente hacia la izquierda. Pasé la tranquera y me adentré en un bonito camino: terroso, seco, escarpado. Sufrí, como siempre. Pensé que iba a aparecer tempranamente, ya que todo el mundo me dice que "queda ahí nomás". Por cuestiones de horarios y responsabilidades, el tiempo del que disponía para correr era de una hora, ni más ni menos. Iban 20 minutos y no aparecia. 25 y nada. A los 30 tenía que pegar la vuelta, y de la Laguna Rosales ni rastros. Entonces empecé a dudar ¿Cómo puede ser que no le llegue por ningún lado? Ni en bici, ni corriendo, ni de ninguna manera. ¿Será que aún no estoy lo suficientemente entrenado?¿Será que alguna fuerza trascendente no quiere que la encuentre?¿será que, adrede, nadie quiere darme indicaciones precisas? Decidí aplicar, una vez más, esa útil herramienta que es la navaja de Ockham, que dice que frente a varias teorías, siempre hay que decidirse por la más simple. De ese modo encontré la más sencilla de las explicaciones: la Laguna Rosales, señores, no existe.
Cronómetro: 61 minutos
Cronómetro: 61 minutos
miércoles, 3 de marzo de 2010
The North Face Endurance Chalenge 2010
El 17 de abril se corre The North Face Endurance Chalenge 2010, acá en San Martín de los Andes. Una carrera que ofrece la posibilidad de correr 10k, 21k, 50k y 80k. Estoy tentado a anotarme. Mi querido amigo Edu -promotor y de alguna manera propulsor de este desafío Tetratlón Chapelco 2010- la corre. Claro, él es un gran corredor, experimentado, y se anotó en la de 21k. No sé, Edu ¿vos que opinás? Si me anoto puedo esperarte, te acompaño en el recorrido. Eso sí, sobre el final me disparo solo. A ver si, además de escritor, lográs reconocer que también puedo ser corredor. Lo voy a hablar con mi entrenador y lo definimos.
Pregunto a los lectores de este blog, a quienes Edu les ha hablado en su último comentario (imperdible): ¿me anoto?
Para más información sobre la carrera: http://www.endurancechallenge.com.ar/
Pregunto a los lectores de este blog, a quienes Edu les ha hablado en su último comentario (imperdible): ¿me anoto?
Para más información sobre la carrera: http://www.endurancechallenge.com.ar/
lunes, 1 de marzo de 2010
Bicicleta de Montaña (tarde dantesca)
Ayer domingo, luego de una semana, volví a salir en bicicleta. Quería conocer el famoso camino que sale de la tranquera de acá abajo y llega hasta la laguna Rosales. Le pregunté a mi entrenador y me recomendó que no arrugara, que salir solo es la mejor manera de empezar a conocer. Y me mandé. Sol abrazador, calor infernal. Al principio un camino ancho y de auto, sin inconvenientes. Un bosque tupido y obscuro con varias curvas me hizo pensar en la primer frase de la Divina Comedia: "Hallábame a la mitad de la carrera de nuestra vida, cuando me vi en medio de una oscura selva, fuera de todo camino recto". ¡Qué bien define esta frase lo que siento al enfrentarme al Tetra! En fin, de las posibles relaciones entre el descenso al infierno, el paso por el purgatorio y la llegada al paraíso con un entrenamiento para el Tetratlon Chapelco podremos hablar, si se presentara la oportunidad, más adelante. Por ahora baste decir que llegué sin problemas hasta una casa con dos tranqueras. Pasé la primera, pasé la segunda, y me encontré frente a múltiples bifurcaciones. Me di cuenta que no podía estar perdido porque no tenía ni la más mínima noción de un posible recorrido. Así que sin pensarlo mucho enfilé para uno de los caminos, el que bordeaba la casa, que se veía amplio y consolidado. De ahí en más un camino precioso, atravesando arroyos, subiendo senderos escarpados y angostos, llegando a amplios rellanos verdes. De la Laguna, ni señales. La geografía me desconcertaba, porque, por supuesto, solo veía montañas a mi alrrededor. Seguí pedaleando y me encontré con una nueva tranquera, un poco más intimidatoria, no sé decir porqué. Temí leer en ella "renunciad para siempre a la esperanza", y sin embargo la crucé. Para un lado un camino de auto, para el otro, un sendero. Tomé el sendero. Muy lindo camino, cada vez más angosto. Llegué hasta un claro incierto y me sentí solo. En el medio, muy bien construida, una cruz de tronco. Me sentí más solo. "O un cementerio mapuche o una tumba de algún ciclista solitario". Un grupo de caballos que pastaba en el lugar no logró tranquilizarme. Pensé en volver pero quise ver que había mas allá. Y seguí un senderito de bosque imperdible. Hasta que llegué a una suerte de acantilado, en donde el camino se cortaba. Media vuelta y a salir lo más rápido posible del cementerio. Tomé el camino de auto y me llevó hasta la última tranquera, que daba a la ruta. Me orienté un poco y supuse que era la ruta que va a Hua Hum. Podía volver a adentrarme al bosque para encontrar la laguna Rosales, pero decidí tomar esa ruta. A los caminos que nos marca la vida hay que hacerles caso. Pedalié hasta llegar al Manzano Brujo, tomé el nuevo acceso norte, pasé el regimiento, tomé las curvas, subí la recta que da a mi casa, y pensé en dar por teminada la vuelta. Pero en Playa Bonita me esperaban Adri y las chicas. Es cierto que no daba más. Es cierto que pensé en descansar en casa. Pero era el último domingo de las vacaciones, y no podía no llegar. Junté fuerza y me encaminé por la ruta hasta el Lolog. Y llegué. 2 h 20 m. Para mi, toda una hazaña. Por suerte nuestros queridos amigos los Powell estaban en el Lolog, y la bici volvió tranquila y satisfecha arriba de la camioneta.
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