Hoy se abrieron las inscripciones para el Tetratlón Chapelco 2010. Hoy, de alguna manera, comienza la carrera. Estando en duda mi inscripción y con el panorama incierto opté por dejar que sea la montaña la que decida: me mandé a subir hasta Chapelco.
En la mañana no pude salir porque ahora es Adri la que tiene conjuntivitis. Tuve que pasar a buscarla para llevarla al médico. En la tarde, con un sol impresionante, pude arrancar. Agarré la bici sin saber hacia dónde dirigirme y, pensando en el hecho de no haberme podido inscribir, encaré hacia el cerro. Si la montaña me dejaba llegar hasta su base, quizás aún tenía chances de correr la carrera. Si hoy, por tercera vez consecutiva, la montaña se me negaba, quizás significaba que lo mejor sería dar un paso al costado.
Empecé nervioso, un poco preocupado, lento. No quería arriesgar la bicicleta, ni mis piernas. Si bien las dos masas son nuevas, uno nunca sabe. El fantasma de una pinchadura, algún accidente, cualquier cosa podría evitar que llegue a Chapelco, por lo que anduve atento y cauteloso. Hasta el hotel sol, 8 min: lento. Hasta la bifurcación, 18: lento, pero seguro. Hasta Payla Menuko (o Puente Blanco, para Mr. T) 32 min. El sol a pleno era un buen presagio. Las condiciones, pensaba yo, están dadas. Voy a llegar a la base y voy a correr el Tetra. Giro en una de las curvas esas que se hacen interminables y veo a un hombre hablando solo en medio de la ruta. Todo mi cuerpo se estremeció y se puso en estado de alerta. Un borracho, un loco, un aliado, un ángel. Ruta desolada y un viejo con un palo hablando solo. Este me mata, pensé. Pero no, pasé por su lado, él realizó una suerte de reverencia y yo pude seguir, sano y salvo. Con mucho esfuerzo, sufriendo, por supuesto. Hasta que llegué. Asi de simple. Llegué. Cuando me quise dar cuenta ya estaba en la base de esta maravillosa montaña. El sol la bañaba en su totalidad. Yo estaba transpiradísimo, todo mojado. El tiempo, un desastre: 1h 16m. Pero lo importante, al menos hoy, era llegar. Pensando en la velocidad de la bajada y en el frío, me saqué el rompevientos, el buzo, la camiseta de ciclista que me prestó el Mosca (¿mosca, estás ahí?) y por último una remera de algodón que estaba empapada (y sí, me abrigo bastante). Y estando así, con nieve en la banquina y con el torso desnudo, sentí el calor del sol que me abrazaba, el aire fresco de la montaña que llenaba mis pulmones, los oolores de un paisaje que, indudablemente, me estaban dando la bienvienida. Me gustó la idea. Y le agradecí al cerro por recibirme. Por permitirme llegar. Por estar dispuesto a que lo recorra dejando lo mejor de mi, en poco tiempo, el día de la carrera.
lunes, 31 de mayo de 2010
domingo, 30 de mayo de 2010
Correr con tristeza... y que se pase.
Que triste es la tristeza, sobre todo cuando a uno se le antoja inevitable. Pude haberme quedado en casa -la tristeza todo lo justifica- pero salí a correr igual. El Domingo, nublado y triste, tristísimo, se alzaba frente a mi interminable, como la tristeza misma. Es que este sentimiento, cuando llega, todo lo ocupa, todo lo invade, nos coloniza. Supe, ni bien comencé a correr, por qué quiero correr el Tetra. Esa pregunta que me hice allá lejos, en el comienzo de mi entrenamiento, encontró hoy su inequívoca respuesta. Quiero correr el tetra por una persona a la que admiro y respeto: Gonzalo, mi entrenador.
Lo conocí como conocí a tantísima gente: nuestras hijas fueron juntas al jardín de infantes. Antes de hablarle por primera vez lo ví llegar incontables veces con ropa de ciclista y corredor al jardín. Por aquella época el deporte era algo totalmente ajeno a mi vida, y su atuendo me parecía más bien inapropiado. No hay necesidad, pensaba. En un principio tuvo más afinidad con aquellos otros padres a los que sí les interesaba el deporte. Lo que sí, a mi me sorprendía su alegría permanente, siempre llegaba al jardín contento, sobre todo al contarle a los otros padres de dónde venía, a dónde iba, que rutina de entrenamiento le tocaba. Una de las primeras veces que me habló con auténtico cariño fue cuando pensó que yo era instructor de esquí, porque habíamos ido al cerro con las nenas y yo les había ayudado un poco. Mucho se decepcionó cuando le dije que era filósofo y profesor de música. Pero poco a poco nos fuimos haciendo amigos, cada uno en su mundo. En cada reunión, en cada cena, en cada encuentro lograba entender un poco más su alegría. Nunca antes en mi vida había conocido yo a alguién con tanta pasión por lo que hace. Y tuve amigos músicos, actores, pintores, arquitectos, ingenieros, filósofos, cineastas, etc, etc, etc. Cada vez que me contaba del tetra los ojos le brillaban, el corazón se le agitaba, le desbordaba alegría por todas partes. Muchas veces llegué a envidiarlo ¿cómo podía ser que le gustara tanto lo que hacía?¿Cómo hacía para estar tan claro en su vida? Yo siempre fuí más bien complicado, buscando por todos lados, cuestionándomelo todo. Esas complejidades de la vida hicieron que en un momento dado decidieramos levantar todo y volver a Venezuela, a intentar lo más díficil, lo mas importante, lo más riesgoso para nosotros: tener a nuestra segunda hija (todo esto por razones que, claro, no cabe explicar en este contexto). El día antes de partir, cansados, nerviosos, asustados, Gonzalo y Guadalupe nos invitan a cenar. Nuestra casa era un desastre, casi no nos quedaba nada, y faltaba todavía tanto por hacer. Esa cena llegó en el momento justo. Guada había preparado un vacío al horno que aún hoy recuerdo, el mejor de mi vida. Charlamos, nos reímos, vimos el video del Tetra. Y fué entonces, en uno de los momentos más difíciles de mi vida, cuando Gonzalo, al despedirse, subió a su cuarto y bajó con un regalo para mi: la remera del Tetra. Con ese gesto, tan simple como poderoso, me estaba diciendo "Dale, hermano, vos podés. Es duro, pero lo vas a lograr". Con la fuerza de ese obsequio partimos a Caracas, y lo logramos. Pudimos. Llegamos. Fue aquella noche en la que entendí la fuente de su felicidad. Fue aquella noche cuando decidí que yo mismo, en algún momento de mi vida, iba a correr el Tetra.
Pero volvamos a lo de la tristeza. Hace dos días me llama Gonza para darme una buena noticia: "No tenés que alquilar Kayak. Podés entrenar y correr con el mío". Me alegré instantaneamente, y recién luego le pregunto por qué. "Yo no corro el tetra, me explotó la rodilla otra vez". La manera de dar la noticia habla, una vez más, de la clase de persona que es. Y me pongo a pensar en la vida y sus incomprensibles razones. Él, apasionado por el Tetra, no lo puede correr. Me sentí devastado.
Segunda razón de la tristeza. Recibo un mail de Tetratlón Chapelco. Emoción total. Primer Newsletter. Y me entero del costo de la inscripción, que se abre mañana: $550 para residentes. No es caro, pero para mi, en este momento, es mucha plata. Y no los tengo. Es decir, mañana no me voy a poder inscribir. Y me entristezco.
Final de la tarde. Mates con facturas, bizcochitos y masa secas en lo de Gonzalo. Con el Tano, Guadi, Maru, Pipi, Gonzalo y Guada. Hablamos del entrenamiento, del tetra, de la maratón de invierno. Gonzalo y Guada ¡corren el Tetra en equipo! Un equipo mixto que va dar que hablar: "Sí, mi amor". No podrá correrlo en la categoría individual pero Gonzalo, mi entrenador, correrá igual, con su amorosa esposa, que lo acompaña y lo apoya en todo. Más aún, estando ahí tanto mi entrenador como el entrenador de mi entrenador (vuelvan a imaginarse lo grosso que es), diseñaron una rutina de gimnasio para que pueda hacer en mi casa, las tardes que cuido a Olivia.
Y entonces la tristeza se esfuma.
Tiempo: 1h 47m
Distancia: 17 k
Lo conocí como conocí a tantísima gente: nuestras hijas fueron juntas al jardín de infantes. Antes de hablarle por primera vez lo ví llegar incontables veces con ropa de ciclista y corredor al jardín. Por aquella época el deporte era algo totalmente ajeno a mi vida, y su atuendo me parecía más bien inapropiado. No hay necesidad, pensaba. En un principio tuvo más afinidad con aquellos otros padres a los que sí les interesaba el deporte. Lo que sí, a mi me sorprendía su alegría permanente, siempre llegaba al jardín contento, sobre todo al contarle a los otros padres de dónde venía, a dónde iba, que rutina de entrenamiento le tocaba. Una de las primeras veces que me habló con auténtico cariño fue cuando pensó que yo era instructor de esquí, porque habíamos ido al cerro con las nenas y yo les había ayudado un poco. Mucho se decepcionó cuando le dije que era filósofo y profesor de música. Pero poco a poco nos fuimos haciendo amigos, cada uno en su mundo. En cada reunión, en cada cena, en cada encuentro lograba entender un poco más su alegría. Nunca antes en mi vida había conocido yo a alguién con tanta pasión por lo que hace. Y tuve amigos músicos, actores, pintores, arquitectos, ingenieros, filósofos, cineastas, etc, etc, etc. Cada vez que me contaba del tetra los ojos le brillaban, el corazón se le agitaba, le desbordaba alegría por todas partes. Muchas veces llegué a envidiarlo ¿cómo podía ser que le gustara tanto lo que hacía?¿Cómo hacía para estar tan claro en su vida? Yo siempre fuí más bien complicado, buscando por todos lados, cuestionándomelo todo. Esas complejidades de la vida hicieron que en un momento dado decidieramos levantar todo y volver a Venezuela, a intentar lo más díficil, lo mas importante, lo más riesgoso para nosotros: tener a nuestra segunda hija (todo esto por razones que, claro, no cabe explicar en este contexto). El día antes de partir, cansados, nerviosos, asustados, Gonzalo y Guadalupe nos invitan a cenar. Nuestra casa era un desastre, casi no nos quedaba nada, y faltaba todavía tanto por hacer. Esa cena llegó en el momento justo. Guada había preparado un vacío al horno que aún hoy recuerdo, el mejor de mi vida. Charlamos, nos reímos, vimos el video del Tetra. Y fué entonces, en uno de los momentos más difíciles de mi vida, cuando Gonzalo, al despedirse, subió a su cuarto y bajó con un regalo para mi: la remera del Tetra. Con ese gesto, tan simple como poderoso, me estaba diciendo "Dale, hermano, vos podés. Es duro, pero lo vas a lograr". Con la fuerza de ese obsequio partimos a Caracas, y lo logramos. Pudimos. Llegamos. Fue aquella noche en la que entendí la fuente de su felicidad. Fue aquella noche cuando decidí que yo mismo, en algún momento de mi vida, iba a correr el Tetra.
Pero volvamos a lo de la tristeza. Hace dos días me llama Gonza para darme una buena noticia: "No tenés que alquilar Kayak. Podés entrenar y correr con el mío". Me alegré instantaneamente, y recién luego le pregunto por qué. "Yo no corro el tetra, me explotó la rodilla otra vez". La manera de dar la noticia habla, una vez más, de la clase de persona que es. Y me pongo a pensar en la vida y sus incomprensibles razones. Él, apasionado por el Tetra, no lo puede correr. Me sentí devastado.
Segunda razón de la tristeza. Recibo un mail de Tetratlón Chapelco. Emoción total. Primer Newsletter. Y me entero del costo de la inscripción, que se abre mañana: $550 para residentes. No es caro, pero para mi, en este momento, es mucha plata. Y no los tengo. Es decir, mañana no me voy a poder inscribir. Y me entristezco.
Final de la tarde. Mates con facturas, bizcochitos y masa secas en lo de Gonzalo. Con el Tano, Guadi, Maru, Pipi, Gonzalo y Guada. Hablamos del entrenamiento, del tetra, de la maratón de invierno. Gonzalo y Guada ¡corren el Tetra en equipo! Un equipo mixto que va dar que hablar: "Sí, mi amor". No podrá correrlo en la categoría individual pero Gonzalo, mi entrenador, correrá igual, con su amorosa esposa, que lo acompaña y lo apoya en todo. Más aún, estando ahí tanto mi entrenador como el entrenador de mi entrenador (vuelvan a imaginarse lo grosso que es), diseñaron una rutina de gimnasio para que pueda hacer en mi casa, las tardes que cuido a Olivia.
Y entonces la tristeza se esfuma.
Tiempo: 1h 47m
Distancia: 17 k
viernes, 28 de mayo de 2010
Escribir y entrenar: dos caras de la misma existencia
Una pausa. Un momento de reflexión. Algunas nuevas certezas.
Hace una semama dejé de escribir este blog. Las razones puntuales aún me son desconocidas. Fue un impulso, una prueba, quizás una necesidad. Mi entrenamiento para el Tetratlón Chapelco y este blog empezaron el mismo día. Y ambas actividades han ocupado un lugar importante desde entonces. Mi percepción de la actividad física, de la escritura, del entrenamiento, del mundo y hasta de mi propia vida se han visto conmocionadas, sacudidas. Es que entrenar es cosa seria. Escribir también.
Todos nosotros estamos aquí, en este mundo misterioso. Vivos. Todos, indefectiblemente, buscamos la felicidad.
Correr el Tetratlón Chapelco es un desafío. Eso no se discute. Lo que ahora sé es que prepararse para correrlo poco tiene que ver con lo físico. Un cuerpo sano, cualquiera, puede soportar el rigor de esta competencia. Pero sólo un espíritu impecable podrá asumir y comprender todo lo que esta carrera significa. Querer algo, desear algo, proponerse algo es sumamente fácil. Realizarlo requiere, en cambio, tomar el control de nuestra propia vida. Asumir la responsabilidad de nuestras decisiones. Entonces, ninguna circunstancia de la vida podrá desviarnos del camino. No hay tiempo para quejas, excusas ni lamentos. La única opción es hacer lo que tenemos que hacer, de la mejor manera posible. Cada acto toma así la importancia que verdaderamente tiene. Y en este proceso, que puede ser difícil, doloroso, pavoroso, áspero y duro, cuando uno está haciendo lo que ha decidido hacer, y lo hace, además, con lo mejor de sí mismo, es en donde se encuentra la felicidad.
Así las cosas, decidí entrenar para correr el Tetra y lo voy hacer cada día de mi vida. Decidí escribir este blog para registrar el proceso, y lo voy a hacer de la mejor manera posible. Ambas actividades, a esta altura inseparables, seguramente forman parte no ya de lo que quiero ser sino de lo que, a pesar de mi mismo, soy.
Y de paso, ¡¡¡nos seguimos cagando de risa, que joder!!!
Esta semana sali a correr, anduve en bici, me pasaron cosas que ahora quedarán sólo para mi. Pero, indudablemente, fue una de las semanas más aburridas de todas. Los extrañé.
EDU: ESTÁS EN EL HORNO.
TODOS: ANÓTENSE YA EN LA COMILONA, QUE PAGA EL ARCHI.
YETI: ¿VENIS A CORRE LA MARTÓN DE INVIERNO? ANOTATE QUE TE VAS A QUEDAR SIN LUGAR. SI NO VENÍS ¿A QUIEN LE VOY A GANAR? ¡EL ARCHI SE ANOTÓ EN LA DE 10K!
Hace una semama dejé de escribir este blog. Las razones puntuales aún me son desconocidas. Fue un impulso, una prueba, quizás una necesidad. Mi entrenamiento para el Tetratlón Chapelco y este blog empezaron el mismo día. Y ambas actividades han ocupado un lugar importante desde entonces. Mi percepción de la actividad física, de la escritura, del entrenamiento, del mundo y hasta de mi propia vida se han visto conmocionadas, sacudidas. Es que entrenar es cosa seria. Escribir también.
Todos nosotros estamos aquí, en este mundo misterioso. Vivos. Todos, indefectiblemente, buscamos la felicidad.
Correr el Tetratlón Chapelco es un desafío. Eso no se discute. Lo que ahora sé es que prepararse para correrlo poco tiene que ver con lo físico. Un cuerpo sano, cualquiera, puede soportar el rigor de esta competencia. Pero sólo un espíritu impecable podrá asumir y comprender todo lo que esta carrera significa. Querer algo, desear algo, proponerse algo es sumamente fácil. Realizarlo requiere, en cambio, tomar el control de nuestra propia vida. Asumir la responsabilidad de nuestras decisiones. Entonces, ninguna circunstancia de la vida podrá desviarnos del camino. No hay tiempo para quejas, excusas ni lamentos. La única opción es hacer lo que tenemos que hacer, de la mejor manera posible. Cada acto toma así la importancia que verdaderamente tiene. Y en este proceso, que puede ser difícil, doloroso, pavoroso, áspero y duro, cuando uno está haciendo lo que ha decidido hacer, y lo hace, además, con lo mejor de sí mismo, es en donde se encuentra la felicidad.
Así las cosas, decidí entrenar para correr el Tetra y lo voy hacer cada día de mi vida. Decidí escribir este blog para registrar el proceso, y lo voy a hacer de la mejor manera posible. Ambas actividades, a esta altura inseparables, seguramente forman parte no ya de lo que quiero ser sino de lo que, a pesar de mi mismo, soy.
Y de paso, ¡¡¡nos seguimos cagando de risa, que joder!!!
Esta semana sali a correr, anduve en bici, me pasaron cosas que ahora quedarán sólo para mi. Pero, indudablemente, fue una de las semanas más aburridas de todas. Los extrañé.
EDU: ESTÁS EN EL HORNO.
TODOS: ANÓTENSE YA EN LA COMILONA, QUE PAGA EL ARCHI.
YETI: ¿VENIS A CORRE LA MARTÓN DE INVIERNO? ANOTATE QUE TE VAS A QUEDAR SIN LUGAR. SI NO VENÍS ¿A QUIEN LE VOY A GANAR? ¡EL ARCHI SE ANOTÓ EN LA DE 10K!
viernes, 21 de mayo de 2010
Todo empeora satisfactoriamente (El Secreto)
La vida es un misterio.
La noche de anoche me encontró con todas las ganas de hacer ejercicio físico. Venía de algunos días sin entrenar y pensaba dejar todo en la cancha de fútbol, exigiéndome al máximo. Como a la mañana no salí a andar en bici (por razones de público conocimiento) no me dolía nada, estaba entero. Entré a la cancha cebado. Piques cortos, bombazos al arco y algún estiramiento fueron la entrada en calor. Comenzamos el partido siendo uno menos, hecho que me alegró porque significaría un esfuerzo físico mayor. A los dos minutos me encuentro bien abierto por el lateral derecho. Veo el hueco y me mando en diagonal rumbo al área. Luciano me ve picar y hace un pase extraordinario, a lo Riquelme, al vacío del área. Con todo a favor, y a punto de quedar mano a mano con el arquero para hacer uno de esos golazos de pizarrón, me dirijo con tanta fuerza a la pelota que me paso, la piso, giro en el aire y caigo de lleno al piso con mi rodilla izquierda. Un golpe tremendo, un dolor intenso. Lesionado, avergonzado y furioso, pido cambio de arquero. Atajé prácticamente el resto de la noche, con una angustia... ¿Será grave la lesión?
Hoy me sigue doliendo.
Sin embargo, nada de esto tiene importancia. Hoy recibí por correo electrónico el dato certero, el plan infalible, la receta precisa, el quid de la cuestión. Pero es secreto. Es El Secreto. Ni el archi, ni botín, ni quintus, ni el lector anónimo podrán acceder a él.
Voy a correr el Tetra. Y quizás, queridos amigos y lectores, esto implique que ya no siga escribiendo este blog. Puede que ésta sea la última entrada. Estoy a punto de pasar el umbral, de perderme en el camino del conocimiento, de esfumarme en la senda del Entrenamiento Verdadero.
Me despido. Les dejo un abrazo.
Nos vemos en la meta.
Fue un placer...
La noche de anoche me encontró con todas las ganas de hacer ejercicio físico. Venía de algunos días sin entrenar y pensaba dejar todo en la cancha de fútbol, exigiéndome al máximo. Como a la mañana no salí a andar en bici (por razones de público conocimiento) no me dolía nada, estaba entero. Entré a la cancha cebado. Piques cortos, bombazos al arco y algún estiramiento fueron la entrada en calor. Comenzamos el partido siendo uno menos, hecho que me alegró porque significaría un esfuerzo físico mayor. A los dos minutos me encuentro bien abierto por el lateral derecho. Veo el hueco y me mando en diagonal rumbo al área. Luciano me ve picar y hace un pase extraordinario, a lo Riquelme, al vacío del área. Con todo a favor, y a punto de quedar mano a mano con el arquero para hacer uno de esos golazos de pizarrón, me dirijo con tanta fuerza a la pelota que me paso, la piso, giro en el aire y caigo de lleno al piso con mi rodilla izquierda. Un golpe tremendo, un dolor intenso. Lesionado, avergonzado y furioso, pido cambio de arquero. Atajé prácticamente el resto de la noche, con una angustia... ¿Será grave la lesión?
Hoy me sigue doliendo.
Sin embargo, nada de esto tiene importancia. Hoy recibí por correo electrónico el dato certero, el plan infalible, la receta precisa, el quid de la cuestión. Pero es secreto. Es El Secreto. Ni el archi, ni botín, ni quintus, ni el lector anónimo podrán acceder a él.
Voy a correr el Tetra. Y quizás, queridos amigos y lectores, esto implique que ya no siga escribiendo este blog. Puede que ésta sea la última entrada. Estoy a punto de pasar el umbral, de perderme en el camino del conocimiento, de esfumarme en la senda del Entrenamiento Verdadero.
Me despido. Les dejo un abrazo.
Nos vemos en la meta.
Fue un placer...
jueves, 20 de mayo de 2010
No me la están poniendo fácil...
La sensación es que esto se está poniendo -como mínimo- reiterativo y pesado. No me refiero a mi entrenamiento, sino a este blog. Es que la vida no es una película de Hollywood y por lo general las cosas no salen como uno espera. Y, como le dije a Mr. T en un comentario reciente, la vida no me la está poniendo fácil. El lunes me invitaron a dar una charla en horas de la mañana y no pude entrenar. El miércoles tuve reunión de trabajo además de reemplazar a una compañera con licencia. No salí. Y hoy jueves me quedé cuidando a la pequeña Olivia que está con conjuntivitis. Ya me veo al Archi y a Botín de Plomo diciendo que son meras excusas. Y les juro que me siento mal por no haber salido, y hasta dudo: ¿serán excusas? Pero no, no lo son. Es la vida que no alcanza, diría Celeste. Ganas tengo, todas. Y también la convicción. Casi diría la certeza. Pero el tiempo pasa y el entrenamiento no avanza. Por momentos me siento estancado. Será una etapa, me consuelo. O será el universo que complota para que no entrene. O será todo culpa del Archi. O será todo mi culpa. O no es la culpa de nadie.
Eso sí, les aseguro, nunca voy a bajar los brazos. De ésta no me bajo. Pase lo que pase, cueste lo que cueste, caiga quien caiga.
Tetra o muerte, ¡venceremos!
Eso sí, les aseguro, nunca voy a bajar los brazos. De ésta no me bajo. Pase lo que pase, cueste lo que cueste, caiga quien caiga.
Tetra o muerte, ¡venceremos!
miércoles, 19 de mayo de 2010
Una demora sospechosa...
Debo aclarar, antes de empezar a hablar, que de ninguna manera pongo en duda la excelente reputación, el buen nombre y el profesionalismo del Sr. Gabriel Papichulo, por lejos el mejor mecánico de bicicletas de la ciudad. Él no tiene ninguna responsabilidad en los turbios sucesos que me veo en la obligación de sacar a la luz: mañana es jueves y no tengo bicicleta. Así de simple. Y no fue por falta de tiempo, no señores, fue por falta de "repuesto". Y todo indica que el Archi metió la cola en este asunto. De alguna manera se las ingenió para que "desaparezcan" todas las masas de San Martín de los Andes. Dicen que ni bien se enteró de la noticia mandó a su más fiel trabajador a comprar todas las masas que estuvieran en existencia, en todas las bicicleterias del pueblo. Él mismo, afirman testigos oculares, se apersonó en HG rodados y compró catorce masas delanteras. Y la treta le funcionó. Mañana no tengo bici. Pero no importa, voy a salir a correr. Seguramente trepe a los miradores de la Rosales. Seguramente siga hasta el Lolog. Seguramente le saque mucho provecho a la mañana. Y vos Archi, sí, vos, el día del Tetra, cuando llegue a la meta y tengas que pagar el asado ¿sabés a dónde te vas a tener que meter las 125 masas delanteras que compraste en estos días, no? ¡¡¡Cómo te va a doler!!!
martes, 18 de mayo de 2010
lunes, 17 de mayo de 2010
Una salida inesperada
Correr fue hasta ahora, para mí, un espacio de soledad. Siempre a mi ritmo, llevado por el caprichoso vaivén de mis especulaciones. Ayer, mediando la tarde, recibo un llamado del Tano Pío (imparcial juez en este asunto) para invitarme a correr con ellos. Acepté (dejando de lado la siesta, la cama y la revista Ñ) y salí a su encuentro, en la ruta 234 y la entrada al regimiento. Guadi no anda bien de la rodilla por lo que los primeros metros la acompañamos a su ritmo. A esta altura, inexplicablemente, ya me dolían las pantorrillas. Corrimos a la vera de la ruta hasta la Cascada y pegamos la vuelta. Observé que a diferencia de las amplias zancadas del Tano, yo corro con pasos cortos y rápidos. Hicimos un par de piques. Una pasada. Fuimos y volvimos esperando a Guadi, que se la bancó como una reina. Entramos por la ruta que lleva a Hua-hum hasta la casa del Tano. Guadí finalizó allí su salida mientras que el Tano me acompañó hasta el comienzo de los caracoles del Lolog, pasando por el nuevo acceso norte. De aire venía al pelo, de piernas, un desastre. No logro explicarme el retroceso. Esto ya no me pasaba, digo, lo del dolor y la fatiga extrema de piernas. El Tano me despide cuando comienza la subida, el calvario. Durísimo. Como nunca. Llevábamos corriendo 1h 17m cuando me tocó empezar a subir. Las pantorrillas me estallaban. Trepé las curvas y la subida de Sinclair como un viejo, despaciiito y sufriendo. Llegué a casa reventado y, una vez más, adolorido. Me costó caminar el resto del día y hoy me sucede lo mismo. Tendré que esperar a ver cómo evoluciona la cosa. Fue un Domingo atípico, un recorrido nuevo con la grata sensación de no estar solo. ¡Gracias Tano!¡Gracias Guadi! Ha sido un placer, un honor y una enorme satisfacción compartir el sufrimiento con ustedes. Ya se repetirá, ¡pero sin dolor!
Distancia: Incierta
Tiempo: 1h 31m
Distancia: Incierta
Tiempo: 1h 31m
domingo, 16 de mayo de 2010
Chapelco esquivo (o sobre las posibles interpretaciones de una señal)
Ayer me desperté con la firme convicción de llegar a la base del Cerro Chapelco en bicicleta. El día prometía un intenso frío bañado de sol. Sin pensarlo dos veces y con el ánimo correcto me vestí y salí. Pasé por lo del entrenador para verificar el aire de las cubiertas. Encaré la travesía con el objetivo de llegar en menos de la hora diez. Alcancé el hotel sol en 8 min. El desvío para el cerro en 15. Pero justo antes de llegar al paraje Payla Menuko empiezo a sentir un ruido raro en la rueda delantera. Era como si una rama se enganchara y la fuera frenando. Decidí hacer caso omiso al desperfecto y seguir pedaleando. Crucé el punte blanco unos segundo antes de los 30 min. La siguiente trepada se me hizo pesada, pensaba yo que por el cansancio. Pero el ruido comenzó a incrementarse. En cada pedaleada pensaba en el esfuerzo extra que estaba haciendo por llevar la rueda frenada. Pero no podía parar, no quería parar. Si la cosa se complica abandonar no es una opción, pensaba. Y entonces la cosa se puso áspera. Un esfuerzo desmedido. Frené, di vuelta la bici e hice girar la rueda: bailaba para todos lados y se frenaba en cada revolución. La masa estaba deshecha. Fue cuando recordé las sabias palabras de mi entrenador alertándome sobre el peligro de descender con la masa delantera rota. Levanté la vista angustiado por la certeza del nuevo fracaso y vi el Lanin. Supe que estaba alto. Supe que la vida es misteriosa. Supe que nada se puede hacer frente a la fatalidad o el destino. Chapelco se me negaba una vez más. ¿Qué lectura hacer de lo evidente?¿Por que la montaña no me permite alcanzarla?¿Siginifica esto que estoy intentando lo imposible?¿Será que debo, como tan insistentemente repite el archi, bajarme y tomar otro camino?
Desalentado y triste comencé una bajada lenta, prudente. Me sirvió para adentrarme en el paisaje y en mis propios pensamientos. Cada metro en el que la altura disminuía ocurría otro tanto con mi estado anímico. Cuán amargo es el sabor de la derrota, cuán ruin se siente uno frente al fracaso. Merecido sería que se trabara la rueda y me dira un hostiazo. ¿A quién quiero engañar?, me preguntaba. Más de tres meses de entrenamiento y todavía no puedo llegar al cerro. Por favor... y entonces dos ciclistas se aproximan, a un ritmo de otro mundo. Son ellos: Tomás e Ivan. Se paran, les muestro la rueda, me tranquilizan. "No vayas al cerro", me dice Tomás con su alegría característica, "la próxima vez que estés por llegar, volvéte. Es tu cábala". Intercambiamos algunas palabras más sobre bicicletas, kayaks y horarios de entrenamiento y los ví partir hacia arriba, como si nada. "Bajá con cuidado".
Mi ánimo ya era otro. Obsesionarse con llegar al cerro no tiene sentido. Hay cientos de circuitos posibles, y casa ciclista tiene su predilecto. La mañana había sido, después de todo, muy provechosa. Dos horas pedaleando, el esfuerzo extra de una rueda frenada sumaba dificultad, la belleza del paisaje frío y distante seguramente fortalecieron mi carácter.
La bici quedó en lo de Papichulo para un nuevo cambio de masa (¡va a quedar como nueva, Mosca!). Al terminar el día la enseñanza extraida de esta señal reiterada se me hizo clara, evidente. Y dormí tranquilo.
Desalentado y triste comencé una bajada lenta, prudente. Me sirvió para adentrarme en el paisaje y en mis propios pensamientos. Cada metro en el que la altura disminuía ocurría otro tanto con mi estado anímico. Cuán amargo es el sabor de la derrota, cuán ruin se siente uno frente al fracaso. Merecido sería que se trabara la rueda y me dira un hostiazo. ¿A quién quiero engañar?, me preguntaba. Más de tres meses de entrenamiento y todavía no puedo llegar al cerro. Por favor... y entonces dos ciclistas se aproximan, a un ritmo de otro mundo. Son ellos: Tomás e Ivan. Se paran, les muestro la rueda, me tranquilizan. "No vayas al cerro", me dice Tomás con su alegría característica, "la próxima vez que estés por llegar, volvéte. Es tu cábala". Intercambiamos algunas palabras más sobre bicicletas, kayaks y horarios de entrenamiento y los ví partir hacia arriba, como si nada. "Bajá con cuidado".
Mi ánimo ya era otro. Obsesionarse con llegar al cerro no tiene sentido. Hay cientos de circuitos posibles, y casa ciclista tiene su predilecto. La mañana había sido, después de todo, muy provechosa. Dos horas pedaleando, el esfuerzo extra de una rueda frenada sumaba dificultad, la belleza del paisaje frío y distante seguramente fortalecieron mi carácter.
La bici quedó en lo de Papichulo para un nuevo cambio de masa (¡va a quedar como nueva, Mosca!). Al terminar el día la enseñanza extraida de esta señal reiterada se me hizo clara, evidente. Y dormí tranquilo.
viernes, 14 de mayo de 2010
¡Se abren las inscripciones!
Sí señores. El 31 de Mayo comienzan las inscripciones para el Tetratlón Chapelco 2010. Y el 31 de Mayo voy a estar allí, en las oficinas, formalizando mi participación. Bueno, aún desconozco el valor de la inscripción, único factor que pudiera llegar a demorar el trámite.
Asimismo (para utilizar un vocablo de lo más formal), ya están abiertas las inscripciones para la Maratón de Invierno, que en esta edición (la primera en la que voy a participar) se viene con todo. Mi hermano el Yeti ya está sufriendo el rigor del entrenamiento, y aún así ha confirmado su participación en tan importante evento. ¿El archi la correrá? Si Emma no viene, tendrá chance de subir un lugar en los resultados finales...
Por cierto, ayer retomé el futbol luego de tres semanas y con las piernas absolutamente adoloridas no pude hacer mucho. Menos mal que la jornada terminó con un costillar y papas fritas preparadas por el querido Robert Figueroa quien, a punta de estudiar el "Manual del Asador", ha logrado develar todos los secretos de la carne asada en brasas.
Así las cosas, a seguir entrenando, que una vez que uno ha pagado ya no hay vuelta atrás.
Asimismo (para utilizar un vocablo de lo más formal), ya están abiertas las inscripciones para la Maratón de Invierno, que en esta edición (la primera en la que voy a participar) se viene con todo. Mi hermano el Yeti ya está sufriendo el rigor del entrenamiento, y aún así ha confirmado su participación en tan importante evento. ¿El archi la correrá? Si Emma no viene, tendrá chance de subir un lugar en los resultados finales...
Por cierto, ayer retomé el futbol luego de tres semanas y con las piernas absolutamente adoloridas no pude hacer mucho. Menos mal que la jornada terminó con un costillar y papas fritas preparadas por el querido Robert Figueroa quien, a punta de estudiar el "Manual del Asador", ha logrado develar todos los secretos de la carne asada en brasas.
Así las cosas, a seguir entrenando, que una vez que uno ha pagado ya no hay vuelta atrás.
jueves, 13 de mayo de 2010
Helada, dolor de garganta y reinicio del entrenamiento
Frío de locos. Todo congelado. Me desperté con un persistente dolor de garganta como último resabio de un malestar que no llegó a agravarse. En otro momento hubiera tenido la excusa perfecta para no salir a entrenar. Pero una serie de acontecimientos recientes me obligaron a retomar, con toda la fuerza, el entrenamiento para el Tetratlón Chapelco 2010. Entre otras cosas, el mensaje que dejó en este blog el amigo Marcelo Beliera, que desde Neuquén se está preparando, igual que yo, para correr el Tetra por primera vez. ¿Cuántos seremos los que estamos en esta misma situación?
Así las cosas opté por salir a correr, tranquilo, para probar las piernas. El sábado pasado el circuito Arrayán me dejó molido y preocupado. Me propuse hacer una salida suave, de principiante, como quien comienza un entrenamiento. Creo que la carrera tuvo el impacto negativo de darme demasiada confianza, y todavía me falta demasiado. Es necesario poner los pies sobre la tierra y tomar conciencia de todo lo que queda por trabajar. Con un frío espantoso, me puse las calzas largas, una polera térmica para correr, un buzo y un rompeviento. Además de una cuellera super moderna, de esas que usan los corredores, que me regalaron Adri y Malena hace unos días. Y salí en medio de una neblina baja e invernal. Al principio, las piernas al pelo. Subo por la ruta hacie el Lolog y cuando llego arriba se abre la niebla y un sol cálido comienza a derretir el hielo que se había acumulado al costado del camino. Me siento bien. Contento. Corriendo a mi ritmo, sin pensar en el cronómetro, recorro una ruta que aprendí a querer. Me siento en casa. Llego bien hasta Noregon y pego la vuelta. Un tirón en la pantorrila me sorprende en una de las subidas. Y se me agarrota como el otro día. Hago caso omiso y sigo corriendo. Poco a poco se fue diluyendo. Y terminé el recorrido, aprox. 10k, en 1h 07m, con bastante calor.
Una señal: me crucé en el camino con Iván Marcoweski, que me toca la bocina. Gente que sabe de esto. Y uno que, poco a poco, va aprendiendo: hay que tener la mente fría y el corazón hirviendo, extraño y paradójico equilibrio del corredor.
Así las cosas opté por salir a correr, tranquilo, para probar las piernas. El sábado pasado el circuito Arrayán me dejó molido y preocupado. Me propuse hacer una salida suave, de principiante, como quien comienza un entrenamiento. Creo que la carrera tuvo el impacto negativo de darme demasiada confianza, y todavía me falta demasiado. Es necesario poner los pies sobre la tierra y tomar conciencia de todo lo que queda por trabajar. Con un frío espantoso, me puse las calzas largas, una polera térmica para correr, un buzo y un rompeviento. Además de una cuellera super moderna, de esas que usan los corredores, que me regalaron Adri y Malena hace unos días. Y salí en medio de una neblina baja e invernal. Al principio, las piernas al pelo. Subo por la ruta hacie el Lolog y cuando llego arriba se abre la niebla y un sol cálido comienza a derretir el hielo que se había acumulado al costado del camino. Me siento bien. Contento. Corriendo a mi ritmo, sin pensar en el cronómetro, recorro una ruta que aprendí a querer. Me siento en casa. Llego bien hasta Noregon y pego la vuelta. Un tirón en la pantorrila me sorprende en una de las subidas. Y se me agarrota como el otro día. Hago caso omiso y sigo corriendo. Poco a poco se fue diluyendo. Y terminé el recorrido, aprox. 10k, en 1h 07m, con bastante calor.
Una señal: me crucé en el camino con Iván Marcoweski, que me toca la bocina. Gente que sabe de esto. Y uno que, poco a poco, va aprendiendo: hay que tener la mente fría y el corazón hirviendo, extraño y paradójico equilibrio del corredor.
miércoles, 12 de mayo de 2010
100 días
Hoy se cumplen los primeros 100 días de entrenamiento. He pasado por diferentes momentos, diferentes estados de ánimo. Estas últimas dos semanas han sido quizás las más difíciles. Faltan 106 días para la carrera. Estamos en la mitad del tiempo disponible para prepararse.
Todo es posible.
Todo es posible.
Por cierto, algunas páginas de deportes ya están anunciando la fecha del tetra:
¡Ya llega! Espero que me encuentre entrenando...
lunes, 10 de mayo de 2010
Dr. Jekill and Mr. Hyde
Esta mañana ocurrió lo inevitable. Una parte de mí -quizás la más auténtica, seguro la más antigua- emergió del fono de mi ser y tomó el control de mis acciones y decisiones.
La mañana comenzó con el pago de algunas cuentas y pequeños trámites cotidianos. Luego cierto trabajo atrasado que tenía que realizar en la computadora me demoró más de la cuenta. A la hora de agarrar la bicicleta estaba más bien taciturno y un tanto ofuscado por un incipiente estado gripal. La sola idea de ponerme las calzas, acción que habitualmente me resulta placentera, me irritaba. Bajé a revisar la heladera para ver qué podría cocinar para el almuerzo (los lunes esta tarea forma parte de mis obligaciones domésticas) y opté por una colita de cuadril, tres papas, una zanahoria y media calabaza para meter al horno y dejar que se cocinen solas. Y como un monstruo pestilente, un cierto ánimo belicoso manoteó la cajetilla de cigarrillos de Adriana, sacó uno, y me llevó hasta la galería para encenderlo. El aire frío y el sol radiente no cambiaron en lo absoluto mi estado de ánimo. Dando pitadas cortas y molestas comencé a replantearme varios aspectos de mi vida: ¿Qué hago perdiendo el tiempo corriendo como un zonzo hacia ningún lado?¿Qué me pasó que cambié el vino tinto, dulzón y vernáculo, por el marketinero y foraneo Gatorade? Estoy leyendo poco y nada. No escribo mas que absurdas anotaciones de distancias y tiempos que no le interesan a nadie. Dedico horas a una actividad tan egoista como futil, que en nada aporta a mis otroras esperanzas de ayudar a modificar una realidad, la del mundo, que considero nefasta. Y entonces la pregunta más tremenda, la temida, la más feroz: ¿Quién soy?
Terminé el cigarrillo mareado y con náuseas. Pensé en Sartre, en La Náusea, claro, y en la deliciosa angustia existencial que estaba recuperando. La vida es compleja, deprimente, conflictiva. Totalmente alejada de la imagen publicitaria de calzados deportivos y paisajes de montaña. Me puse a pelar papas y zanahorias, convencido de que salir a andar en bici era el absurdo más evidente de todos los absurdos. Luego me fui a buscar a Oli y a trabajar.
Al salir del trabajo pasado el mediodía el aire frío y despejado me sorprendieron. Sentí la necesidad impostergable de subirme a la bici. Ya no podía. Miré por la ventana el sol radiante, el cielo azul. Observé de lejos las montañas, en las que pude haber estado. Tomé conciencia de mi cuerpo, aún adolorido. ¿Cómo me había perdido una mañana tan notable?¿Qué locura me había convencido de quedarme en casa?¿Quién era ese otro que se había apoderado de mi? Y entonces, nuevamente, ¿Quién soy?
Pensé en la obvia referencia a Stevenson, en el hippie que me regaló el dibujo de un ángel, en el improbable Yo cartesiano y en la dificil tarea de mantener la coherencia, por no decir la cordura.
La mañana comenzó con el pago de algunas cuentas y pequeños trámites cotidianos. Luego cierto trabajo atrasado que tenía que realizar en la computadora me demoró más de la cuenta. A la hora de agarrar la bicicleta estaba más bien taciturno y un tanto ofuscado por un incipiente estado gripal. La sola idea de ponerme las calzas, acción que habitualmente me resulta placentera, me irritaba. Bajé a revisar la heladera para ver qué podría cocinar para el almuerzo (los lunes esta tarea forma parte de mis obligaciones domésticas) y opté por una colita de cuadril, tres papas, una zanahoria y media calabaza para meter al horno y dejar que se cocinen solas. Y como un monstruo pestilente, un cierto ánimo belicoso manoteó la cajetilla de cigarrillos de Adriana, sacó uno, y me llevó hasta la galería para encenderlo. El aire frío y el sol radiente no cambiaron en lo absoluto mi estado de ánimo. Dando pitadas cortas y molestas comencé a replantearme varios aspectos de mi vida: ¿Qué hago perdiendo el tiempo corriendo como un zonzo hacia ningún lado?¿Qué me pasó que cambié el vino tinto, dulzón y vernáculo, por el marketinero y foraneo Gatorade? Estoy leyendo poco y nada. No escribo mas que absurdas anotaciones de distancias y tiempos que no le interesan a nadie. Dedico horas a una actividad tan egoista como futil, que en nada aporta a mis otroras esperanzas de ayudar a modificar una realidad, la del mundo, que considero nefasta. Y entonces la pregunta más tremenda, la temida, la más feroz: ¿Quién soy?
Terminé el cigarrillo mareado y con náuseas. Pensé en Sartre, en La Náusea, claro, y en la deliciosa angustia existencial que estaba recuperando. La vida es compleja, deprimente, conflictiva. Totalmente alejada de la imagen publicitaria de calzados deportivos y paisajes de montaña. Me puse a pelar papas y zanahorias, convencido de que salir a andar en bici era el absurdo más evidente de todos los absurdos. Luego me fui a buscar a Oli y a trabajar.
Al salir del trabajo pasado el mediodía el aire frío y despejado me sorprendieron. Sentí la necesidad impostergable de subirme a la bici. Ya no podía. Miré por la ventana el sol radiante, el cielo azul. Observé de lejos las montañas, en las que pude haber estado. Tomé conciencia de mi cuerpo, aún adolorido. ¿Cómo me había perdido una mañana tan notable?¿Qué locura me había convencido de quedarme en casa?¿Quién era ese otro que se había apoderado de mi? Y entonces, nuevamente, ¿Quién soy?
Pensé en la obvia referencia a Stevenson, en el hippie que me regaló el dibujo de un ángel, en el improbable Yo cartesiano y en la dificil tarea de mantener la coherencia, por no decir la cordura.
domingo, 9 de mayo de 2010
Me duele todo
Y sí. Ayer hice el circuito Arrayán grande corriendo. 20k. Me puse la remera que nos dieron en la North Face como para envalentonarme. Porque este circuito siempre me ha parecido una exageración. Pero estaba con ganas, motivado. El día acompañó: un sol espectacular y una temperatura soñada. Sin embargo, intuyo que hay algo que no estoy haciendo bien, porque ni bien comencé la subida hacia el hotel sol empezaron a dolerme las pantorrilas, como el otro día. Se me agarrotan, como un calambre. ¿Será porque no entro en calor?¿Será porque no estoy elongando bien esos músculos después de la actividad? Cansancio acumulado no puede ser, porque esta semana salí solamente el lunes, o sea que tendría que estar más bien descansado. Y sin embargo el dolor, ni bien empezar. Hasta pensé en suspender la vuelta, pero ya no podía. Los priemeros kilómetros son todos en subida. Duro. El dolor pasó de las pantorrilas a las rodillas y de allí a los muslos. Llegué a la virgencita (los parciales le encantan a Mr. T) en 37m 40s. Bastante bien. En el trecho que va hasta la ruta el dolor en las piernas aflojó bastante, y terminé esta etapa en 57m 35s. Pensé que ya en la ruta tenía la vaca atada, quedaba lo más fácil. Cómo me equivoqué. Las piernas empezaron a dolerme en serio. Pero no podía aflojar. Quería dar la vuelta en menos de 2h. El archi había declarado un tiempo de 2h 30m, y según algunos llegó entero. Cuando llegué a la entrada de Quila Quina respiré aliviado, pensando que ya había llegado. Me volví a equivocar. Estos últimos 5k fueron un calvario. Con las piernas que ya no me daban más y la presión absurda del cronómetro. Le dí parejo y sin pausa, pero lento. Y llegué. Tiempo: 1h 56m 35s.
Como pude, elongué. Tenía la eperanza de que Adri me fuera a buscar. Pero no, habíamos quedado en vernos en la casa de mi entrenador. Fueron las siete cuadras más difíciles de mi vida. Casi no podía caminar. Cuando terminé la carrera hace tres semanas estaba entero. ¿Por qué terminé tan destruido? Agua, un café con leche y facturas me convidó Guada. Un momento delicioso. Luego a casa, ducha, masajes, cambiarse y salir a una cena. Con mi entrenador, Guada y el Tano y Guadi que finalmente volvieron de Margarita. Intenté disimular el dolor en mis piernas. Pizzas de rúcula y jamón crudo (mi entrenador arroz con pollito a la plancha, un pibe sano). Una cerveza. Y las fotos y las anécdotas de un viaje que me hubiera gustado hacer. Descubrimos que el Tano se la lleva muy bien con los delfines y los niños, quién lo hubiera dicho. Y nos reímos bastante. No pude cargar a Malenita dormida por lo que fue el Tano quien la cargó hasta el auto (que papelón). Y dormí con dolor. ¿Será pasajero?¿Tendré algún problema?¿Estaré haciendo algo mal?
Como pude, elongué. Tenía la eperanza de que Adri me fuera a buscar. Pero no, habíamos quedado en vernos en la casa de mi entrenador. Fueron las siete cuadras más difíciles de mi vida. Casi no podía caminar. Cuando terminé la carrera hace tres semanas estaba entero. ¿Por qué terminé tan destruido? Agua, un café con leche y facturas me convidó Guada. Un momento delicioso. Luego a casa, ducha, masajes, cambiarse y salir a una cena. Con mi entrenador, Guada y el Tano y Guadi que finalmente volvieron de Margarita. Intenté disimular el dolor en mis piernas. Pizzas de rúcula y jamón crudo (mi entrenador arroz con pollito a la plancha, un pibe sano). Una cerveza. Y las fotos y las anécdotas de un viaje que me hubiera gustado hacer. Descubrimos que el Tano se la lleva muy bien con los delfines y los niños, quién lo hubiera dicho. Y nos reímos bastante. No pude cargar a Malenita dormida por lo que fue el Tano quien la cargó hasta el auto (que papelón). Y dormí con dolor. ¿Será pasajero?¿Tendré algún problema?¿Estaré haciendo algo mal?
jueves, 6 de mayo de 2010
Lo que ES, ES, y no puede NO SER
Con Olivia enferma y a mi cuidado, no puedo salir a entrenar hoy.
El sábado, para recuperar, un Arrayán Grande corriendo.
¿Será muy pronto para eso, entrenador?
El sábado, para recuperar, un Arrayán Grande corriendo.
¿Será muy pronto para eso, entrenador?
miércoles, 5 de mayo de 2010
SMS
Intercambio de mensajes de texto con mi hermano el Yeti.
El Olímpico: Conseguí entrenador. Loli Roberts. Preguntale a tu entrenador si lo conoce.
Yo: Enhorabuena! Ahora a entrenar, pero de verdad. Digo, para no sacarte más de media hora...
El Olímpico: Pobree. Averiguá bien de mi entrenador. Es cosa seria.
Yo: Pero yo corro con vos, no con tu entrenador... Y diría Testa, 20 kg. son 20 kg.
El Olímpico: Nos vemos el 27 de junio. Y en el tetra. Te espero en la llegada.
Yo: Bueno. Aunque en tu categoría (entre 40 y 50) te puede ir bastante bien... ¡Suerte!
Y sí, el arte de motivar a veces puede ser rudo...
¿Quién de los dos no va a apretar la marcha a 300 mts. de la llegada?
El Olímpico: Conseguí entrenador. Loli Roberts. Preguntale a tu entrenador si lo conoce.
Yo: Enhorabuena! Ahora a entrenar, pero de verdad. Digo, para no sacarte más de media hora...
El Olímpico: Pobree. Averiguá bien de mi entrenador. Es cosa seria.
Yo: Pero yo corro con vos, no con tu entrenador... Y diría Testa, 20 kg. son 20 kg.
El Olímpico: Nos vemos el 27 de junio. Y en el tetra. Te espero en la llegada.
Yo: Bueno. Aunque en tu categoría (entre 40 y 50) te puede ir bastante bien... ¡Suerte!
Y sí, el arte de motivar a veces puede ser rudo...
¿Quién de los dos no va a apretar la marcha a 300 mts. de la llegada?
lunes, 3 de mayo de 2010
Payla Menuko y un recorrido por tierras ancestrales
Hoy desperté con la precaria convicción de subir pedaleando hasta la base del cerro Chapelco, recorrido que aún no he realizado por una simple cuestión de respeto. Siento que aún no estoy preparado para tan simbólico ascenso. En días pasados hablamos con mi entrenador para encarar tan extraordinaria empresa esta semana -más precisamente hoy lunes- pero ayer no concretamos nada. Sin querer importunarlo en sus vacaciones e imaginando su estado anímico luego del 3 a 2 de anoche, le mandé un tímido mensaje de texto recordándole de la salida. Como no hubo respuesta (despedirse del campeonato no es poca cosa), encaré la subida solo.
Hasta el hotel sol, a buen ritmo. Hasta la bifurcación del Arrayanes, más tranquilo. En el apacible camino que lleva a Payla Menuko presentí que el cerro aún estaba demasiado lejos. La hora me apremiaba, pues tenía que estar de vuelta en casa antes del mediodía. Justo frente a la querida escuela 161 me encuentro con Fabricio Mareska, profesor de educación física y amigo. Le pregunto cuánto falta para la base del cerro y pronostica 40 min. No llego. Y entonces me recomienda volver por las tierras mapuches hasta Covisal, para ahorrar tiempo. Me despido y sigo pedaleando hacia arriba hasta cumplir una hora (desde la salida de mi casa). En ese momento pego la vuelta, desciendo, y tomo el sendero recomendado por Mareska. Cuando uno entra en territorio mapuche anda con cuidado. Tengo la fantasía de encontrar en estos parajes a algún chamán que devenga mi maestro. No me encuentro más que con un pastor y un hachero. Cruzo un primer arroyo por un puente tan poético como precario. Tomo senderos que me conducen al camino equivocado. Bajo abruptamente y me encuentro con un cañadon profundo que me separa de lo que imagino es covisal. Tengo que bordearlo en sentido ascendente hasta que llego a un segundo puente de madera que sobrepasa un caudaloso y prístino arroyo. A continuación una trepada de esas que detesto, en esta oportunidad arrastrando la bici. Y llego, en efecto, a covisal. Bajada por el asfalto y nuevamente me zambullo en la cultura occidental. Cultura de la que generalmente reniego, aunque sé que es en vano soñar con librarme de ella. Llego puntual para bañarme y salir a cumplir con mis obligaciones. Ahora conozco un poco más que ayer las tierras que rodean el cerro. Pronto, Chapelco, voy a alcanzar tus faldas. Cuando esté preparado. Cuando mi maestro así lo disponga. Solo falta una señal. La esperamos.
Distancia: incierta.
Tiempo: 1h 57min.
Hasta el hotel sol, a buen ritmo. Hasta la bifurcación del Arrayanes, más tranquilo. En el apacible camino que lleva a Payla Menuko presentí que el cerro aún estaba demasiado lejos. La hora me apremiaba, pues tenía que estar de vuelta en casa antes del mediodía. Justo frente a la querida escuela 161 me encuentro con Fabricio Mareska, profesor de educación física y amigo. Le pregunto cuánto falta para la base del cerro y pronostica 40 min. No llego. Y entonces me recomienda volver por las tierras mapuches hasta Covisal, para ahorrar tiempo. Me despido y sigo pedaleando hacia arriba hasta cumplir una hora (desde la salida de mi casa). En ese momento pego la vuelta, desciendo, y tomo el sendero recomendado por Mareska. Cuando uno entra en territorio mapuche anda con cuidado. Tengo la fantasía de encontrar en estos parajes a algún chamán que devenga mi maestro. No me encuentro más que con un pastor y un hachero. Cruzo un primer arroyo por un puente tan poético como precario. Tomo senderos que me conducen al camino equivocado. Bajo abruptamente y me encuentro con un cañadon profundo que me separa de lo que imagino es covisal. Tengo que bordearlo en sentido ascendente hasta que llego a un segundo puente de madera que sobrepasa un caudaloso y prístino arroyo. A continuación una trepada de esas que detesto, en esta oportunidad arrastrando la bici. Y llego, en efecto, a covisal. Bajada por el asfalto y nuevamente me zambullo en la cultura occidental. Cultura de la que generalmente reniego, aunque sé que es en vano soñar con librarme de ella. Llego puntual para bañarme y salir a cumplir con mis obligaciones. Ahora conozco un poco más que ayer las tierras que rodean el cerro. Pronto, Chapelco, voy a alcanzar tus faldas. Cuando esté preparado. Cuando mi maestro así lo disponga. Solo falta una señal. La esperamos.
Distancia: incierta.
Tiempo: 1h 57min.
domingo, 2 de mayo de 2010
Elogio a la Insensatez
Domingo de frío, lluvia y cine hollywoodense. Avatar. Termina la función pasadas las cinco de la tarde. La lógica era panqueques y café con leche. Me llama mi hermano para preguntarme si yo los domingos entreno. Le dije que sí. Seguía lloviendo. Y bajé a devolver las pelis en bici, seguí hasta Catritre, volví, compré pañales (paquete de 60, pesadísimo), tomates (1 Kg), una coca (2,5 l) y volví a casa. Con lluvia intermitente. Cosas del entrenamiento...
Distancia: 25k (aprox.)
Tiempo: 1h 30m.
Distancia: 25k (aprox.)
Tiempo: 1h 30m.
"Treparás con dolor"
Me encuentro, definitivamente y de lleno, en la segunda etapa del entrenamiento. Y es mucho más difícil que la primera, que estuvo repleta de entusiasmo, superaciones y apoyo. Mi cuerpo lo sabe. Ahora él me exige continuidad, constancia. Por diversas razones ni lunes ni jueves de esta semana entrené, y ayer me lo reclamó. Ni bien empecé a correr sentí un intenso dolor en las pantorrilas, sobre todo la izquierda. Me había propuesto hacer el recorrido de los miradores de la Rosales sin caminar en ningún tramo, cosa que no es fácil. Correr no es lo mismo que trepar, y placer no es lo mismo que dolor. Dos obviedades. Como que trepar corriendo produce dolor. Esto lo saben, sobre todo, los que vinieron de la llanura a correr la North Face. Y tuvieron que caminar gran parte del recorrido, como yo. Si uno sigue corriendo en las pendientes, las palpitaciones se hacen inmensas, el corazón pareciera querer estallar, la cara se pone roja, se transpira desmedidamente, las piernas duelen y uno siente que no va a poder resistir ni un paso más. En diez metros de trepada uno se cansa más que en dos kilómetros de planicie. Ayer, para colmo, las piernas me dolían de antemano, cosa que no hizo más que agravar la situación. Sin embargo, con pasos cortos y seguidos, logré trotar todos los trechos en los que en la carrera había caminado. Tomando clara conciencia de la debilidad de mis piernas, por supuesto. En el recorrido no queda ni una sola de las marcas que la organización pusiera para guiarnos y -por supuesto- me perdí. De un momento a otro desapareció el sendero y tuve que dejar de correr. Caminé, intenté orientarme, seguir algún rastro. Es fuerte la sensación de estar perdido. Segui, una vez más, el consejo de mi sabio entrenador: volver hacia atrás hasta encontrar el último lugar reconocible. Y apareció la senda. El último mirador bañado de sol pidió una pausa, con una respiración profunda, para contemplar el paisaje. El día de la carrera pasamos por ahí volados y con lluvia. Terminé la vuelta corriendo lento -con un dolor permanente- y bastante preocupado. Hasta que apareció, como siempre, el cordón chapelco. Nuevamente sin nieve y ahora totalmente colorado. Sus laderas teñidas de un rojo otoñal me devolvieron la alegría de estar en la ruta, corriendo. Que no es, ni nunca será, lo mismo que trepar...
Encaro esta nueva semana revitalizado por la reaparición del Archi que, en una comunicación por videollamada, celebró con risotadas la descontinuidad del entrenamiento en la última semana. En un acto de desesperación utilizó en su reciente comentario una estrategia que huele a último recurso: convocar a mi madre para que se oponga al desafío. En efecto es la primera interesada en que no corra el Tetra porque, según ella, soy chiquito y no estoy preparado. Querida Madre, debo enfrentar mi destino. Para eso me estoy entrenando física, mental y espiritualmente. Ineludible, pronto llegará la hora. Y treparé con dolor. Así lo ha querido el Señor.
Encaro esta nueva semana revitalizado por la reaparición del Archi que, en una comunicación por videollamada, celebró con risotadas la descontinuidad del entrenamiento en la última semana. En un acto de desesperación utilizó en su reciente comentario una estrategia que huele a último recurso: convocar a mi madre para que se oponga al desafío. En efecto es la primera interesada en que no corra el Tetra porque, según ella, soy chiquito y no estoy preparado. Querida Madre, debo enfrentar mi destino. Para eso me estoy entrenando física, mental y espiritualmente. Ineludible, pronto llegará la hora. Y treparé con dolor. Así lo ha querido el Señor.
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