La realidad hospitalaria se me hace tan ajena como cualquiera de los universos paralelos que pudieramos imaginar. Estando "institucionalizado" uno se pierde a sí mismo y pasa a formar parte de un sistema cuyas reglas se escapan de nuestras manos. Y nos dejamos llevar. Recuerdo como quien rememora una película las primeras horas que pasé en el Hospital de Esquel. Y algo similar siento cada vez que me sumerjo en el espeso transcurrir del Hospital Italiano. Por suerte estas incursiones están arrojando resultados que permiten tener un panorama un poco más claro de lo que se viene.
Para hablar claro, aunque de manera un tanto imprecisa ya que me niego a utilizar los exasperantes y fríos términos médicos, lo que tengo es lo siguiente:
Lesión del Plexo Braquial. Los resultados de la mielotomografía informan que no se han encontrado imágenes patológicas, lo que, en principio, significaría que no hay ruptura de los nervios a la altura de la médula. Muy buen dato. Habrá que ver, entonces, qué pasos tendremos que seguir para recuperar la movilidad y la sensibilidad en mi brazo derecho, que todavía no logro mover.
Por otro lado, tengo una fractura importante en el maxilar derecho. Ayer me realizaron otra tomografía para observar esta lesión y decidir si hace falta operarme. El martes que viene seguramente lo sabremos.
La dentadura la siento distinta y un par de dientes me duelen. Aún no tengo diagnóstico odontológico, supongo irá de la mano de los resultados del área maxilo facial.
Lo demás son golpes, inflamaciones, moretones y dolores varios. Nada grave, a esta altura.
Extraño, por cierto, salir a correr por la ruta que lleva al Lolog y pedalear por los senderos de la Rosales. Y, sobre todo, los extraños a ustedes, queridos amigos.
A todos, una vez más, gracias.
Alguna vez dije, en este espacio, que la vida te da sorpresas...
¡Menuda sorpresa!
viernes, 8 de octubre de 2010
martes, 5 de octubre de 2010
Desde el afecto
Por momentos me siento, les confieso, un personaje de ficción. Todo lo que me rodea se cubre con el desvanecente halo de lo irreal y me dejo llevar por el ensueño. También puede ser que estoy leyendo mucho. Y que el cuerpo me duele constantemente.
Si hoy escribo nuevamente aquí es por una simple cuestión de cariño. Alrededor de este espacio nos hemos encontrado un pequeño grupo de personas que, reconozcámoslo, definitivamente nos queremos. Y de todo esto que me ha pasado rescato, sobre todas las cosas, el afecto. Me he sentido seguro en todo momento. Nunca tuve miedo, no me sentí solo, no me preocupé por el presente ni por el futuro. Porque están ustedes ahí, mis seres queridos. ¡Y cuántos somos!¡Y qué fácil que es querer!
Por otra parte, ayer retomé el entrenamiento. Y como ésta es una bitácora de entrenamiento, pues se me ocurrió que debía escribirlo. Fue en un cuarto un tanto cerrado. Mi compañera, una meritoria señora de unos setenta años, iba y venía por barras paralelas. Gracias al arte de las poleas y los contrapesos, subí y bajé los brazos por unos cuántos minutos. Luego estiré mi espalda guiándome con una pelota gigante. Y finalmente descansé.
La estoy pasando bien. Mi hermano Quintus, Dani y mis tres sobrinos nos han recibido de maravillas. Nos abrieron su casa tanto como su corazón. Estoy realmente emocionado y agradecido. La lista de gente que ha estado pendiente de mí es enorme. Me han llamado, me han visitado, me han escrito. Por momentos la situación me sobrepasa. Siento que no tendré manera de retriubir tanto cariño. O sí, claro que sí. Compartir momentos de la vida con ustedes será la mejor manera de vivir.
Imaginarán la cantidad de cosas que he estado pensando en estas dos semanas. No creo que sea el momento de escribirlas. Pero se me ocurre que la vida suele tener significados. Que los acontecimientos pueden ser interpretados. Que de las experiencias surgen aprendizajes. Y que todo sucede por alguna razón. Ya tendremos tiempo para charlar de todo esto. Con cada uno de ustedes, quienes desde hace tantos meses se sientan para abrir este blog. Amigos, compañeros, seres queridos, personajes de ficción.
Si hoy escribo nuevamente aquí es por una simple cuestión de cariño. Alrededor de este espacio nos hemos encontrado un pequeño grupo de personas que, reconozcámoslo, definitivamente nos queremos. Y de todo esto que me ha pasado rescato, sobre todas las cosas, el afecto. Me he sentido seguro en todo momento. Nunca tuve miedo, no me sentí solo, no me preocupé por el presente ni por el futuro. Porque están ustedes ahí, mis seres queridos. ¡Y cuántos somos!¡Y qué fácil que es querer!
Por otra parte, ayer retomé el entrenamiento. Y como ésta es una bitácora de entrenamiento, pues se me ocurrió que debía escribirlo. Fue en un cuarto un tanto cerrado. Mi compañera, una meritoria señora de unos setenta años, iba y venía por barras paralelas. Gracias al arte de las poleas y los contrapesos, subí y bajé los brazos por unos cuántos minutos. Luego estiré mi espalda guiándome con una pelota gigante. Y finalmente descansé.
La estoy pasando bien. Mi hermano Quintus, Dani y mis tres sobrinos nos han recibido de maravillas. Nos abrieron su casa tanto como su corazón. Estoy realmente emocionado y agradecido. La lista de gente que ha estado pendiente de mí es enorme. Me han llamado, me han visitado, me han escrito. Por momentos la situación me sobrepasa. Siento que no tendré manera de retriubir tanto cariño. O sí, claro que sí. Compartir momentos de la vida con ustedes será la mejor manera de vivir.
Imaginarán la cantidad de cosas que he estado pensando en estas dos semanas. No creo que sea el momento de escribirlas. Pero se me ocurre que la vida suele tener significados. Que los acontecimientos pueden ser interpretados. Que de las experiencias surgen aprendizajes. Y que todo sucede por alguna razón. Ya tendremos tiempo para charlar de todo esto. Con cada uno de ustedes, quienes desde hace tantos meses se sientan para abrir este blog. Amigos, compañeros, seres queridos, personajes de ficción.
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